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La descentralización de la actividad científica y tecnológica
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 546, pp.4 [2014-02-06]
 

El esfuerzo del Estado mexicano por impulsar el desarrollo científico y tecnológico en las entidades federativas, especialmente en las tres últimas décadas, ha sido gradual, pero todavía con resultados insuficientes. Persiste una tendencia geográfica e institucional que concentra las capacidades en las regiones más desarrolladas del país.

Una de las tareas de Conacyt, prácticamente desde que se creó al comienzo de los años setenta, fue la de articular, promover y apoyar el desarrollo de la investigación científica y tecnológica. Sin embargo, no ha sido sencillo el fomento en el conjunto de los estados.

A mediados de los años ochenta, con las iniciativas que se llevaron a efecto de reforma del Estado, la descentralización recibió una atención especial, lo mismo que la desregulación y la transferencia de actividades al sector privado. A principios de los años noventa se integró el sistema de centros públicos de investigación y se impulsaron los sistemas regionales de investigación, con la idea de alentar la descentralización. Pero el avance era incipiente.

En 1994, cuando el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) cumplía su primera década de existencia, las instituciones académicas del Distrito Federal concentraban poco más de la mitad del total de miembros del SNI y la proporción llegaba a 67 por ciento si se añadían los establecimientos de los estados de México y Morelos. De hecho, solamente la UNAM concentraba una tercera parte de los integrantes del SNI, casi una cuarta parte de las becas nacionales y captaba la mayor proporción del gasto en investigación y desarrollo experimental.

Hace dos décadas, solamente cinco entidades federativas contaban con un consejo estatal de ciencia, un equivalente al papel que desempeña el Conacyt a nivel federal: Puebla, Querétaro, Tamaulipas, Zacatecas y Campeche. Desde el 2011, todas los estados ya cuentan con su respectivo consejo, aunque no todos tienen un programa sectorial ni un respaldo normativo y, aquellos que sí lo tienen no han realizado el mismo esfuerzo por desarrollar las actividades científicas y tecnológicas. Actualmente, tras décadas de esfuerzo, establecimiento de bases normativas (las reformas a la ley con el capítulo sobre “coordinación y descentralización”) y fomento a las actividades científicas y tecnológicas (principalmente con el establecimiento de los llamados Fondos Mixtos hace una década y la Red), los indicadores se han modificado y seguramente en el mediano plazo lo harán todavía más. Pero persiste la concentración institucional y regional.

Al final del 2011, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) presentó lo que llamó: “Ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación. Ranking de la producción científica”. Un intento por ordenar y clasificar a las entidades federativas conforme su desarrollo en la materia. En ese entonces, en este mismo espacio, señalamos que no era lo más afortunado ni apropiado, a la vista de las asimetrías y normas, llamarle ranking al trabajo que realizaba el Foro (Campus No. 454) En aquel ordenamiento, no parecía ninguna novedad que las entidades con las mejores posiciones fueran las de más alto desarrollo (Distrito Federal; Nuevo León; Morelos; y Jalisco). Tampoco que en la posición opuesta estuvieran las más vulnerables (Tabasco; Chiapas; Oaxaca; y Guerrero).

Hoy, tras dos años, el FCCyT presenta nuevamente su ranking de entidades federativas: “Ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación. Capacidades y oportunidades de los sistemas estatales de CTI”. Según se advierte, a diferencia del anterior, el actual documento tiene dos novedades. Una, participaron en la elaboración dos nuevos actores: el Conacyt y la Red Nacional de Consejos y Organismos Estatales Ciencia y Tecnología (Rednacecyt). Esto es, tal parece que se están aproximando más los diferentes organismos del sector.

La otra novedad es que, en términos metodológicos, incorpora el cálculo de los ponderadores por medio de componentes principales y una medida de agrupamiento de las entidades federativas. El asunto es que, por la misma razón y como lo explica el documento, la metodología no es comparable con los resultados del estudio anterior y apenas ahora podría iniciar la serie histórica. Lo sorprendente es que tanto desde hace décadas, como en el ranking del 2011 y en el actual, aparecen casi las mismas entidades en las posiciones extremas. ¿O es lo esperable? El actual titular del Conacyt ha dicho que impulsará una política diferenciada (a través de los fondos mixtos) para las entidades federativas. Pero no. No será suficiente persistir con la misma medida para avanzar significativamente en la descentralización.


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