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Revirtiendo el cobro de cuotas en las universidades alemanas
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 551, pp.4 [2014-03-13]
 

A contracorriente de una de creciente tendencia observada en muchos países alrededor del mundo, las universidades alemanas están reduciendo el cobro de cuotas en sus universidades, e incluso lo piensan eliminar en los próximos meses. Así lo señala Howard Hotson en un artículo publicado recientemente en The Chronicle of Higher Education (3/03/2014). Es bien conocido que el tema del pago de matrícula en las universidades y demás instituciones de educación superior, constituye uno de los más relevantes en los debates contemporáneos. Hotson apunta que entre 2006 y 2007, por intermedio de políticas “modernizadoras”, se introdujeron cuotas en las universidades de los estados del este de Alemania, las que, por acuerdo de la ley federal tendrán que ser abolidas dentro de pocos meses. En 2014 sólo un estado (Baja Sajonia) sigue cobrando derechos de matrícula, los cuales habrán de terminarse al final del año escolar. El establecimiento de estos pagos había sido afanosamente procurado por políticos neoliberales desde la década de los 90.

A lo largo de este corto periodo, en algunos casos las cuotas fueron moderadas (alrededor de mil euros al año) y en otro se implementaron préstamos asequibles a los estudiantes y sus familias. Hotson menciona que entre las acciones que llevaron a derogar el pago de cuotas en las universidades públicas germanas estuvieron las protestas estudiantiles, las iniciativas ciudadanas (a través de la recolección de miles de firmas) y algunos partidos políticos que, ante la posibilidad de perder el poder, votaron por revertir las antipopulares medidas.

En un interesante contraste, Hotson, compara este caso con lo que ocurre en Inglaterra y se pregunta por qué el electorado alemán ha reaccionado con tal fuerza a la imposición de cuotas y también por qué motivos su reacción fue tan poderosa políticamente. En contraposición a lo acontecido en Alemania, en el caso inglés se llevaron a cabo protestas estudiantiles en el invierno de 2010 en una escala no vista por una generación. Sin embargo, estas movilizaciones y sus demandas fueron ignoradas por el parlamento británico. Ante estas dos situaciones, el autor se cuestiona por qué la presión popular fue más efectiva en el país germano. Las razones que esgrime para responder se basan en diversos aspectos de la geografía política alemana. En este sentido, Alemania ha sido un país con una fuerte estructura federal, en la que las universidades se han considerado instituciones importantes bajo la responsabilidad de las entidades federales. Más aún, la educación superior es un tema preminente en las políticas locales, aspecto que la clase política no puede ignorar. De este modo, las universidades están asociadas estrechamente a la identidad local y por ello el peso de la democracia local ha sido muy fuerte para vencer a los políticos “modernizadores” que sostienen las banderas del neoliberalismo.

Con una marcada diferencia, sostiene Hotson, Inglaterra posee (después de los Estados Unidos), el sistema universitario más altamente estratificado del planeta (a la cabeza del cual están las centenarias universidades de Cambridge y Oxford), así como la provisión más extravagante y creciente de escuelas de élite—enmarcada en una desigual distribución de oportunidades, riqueza e ingreso—, y algunos de los niveles más bajos de movilidad social, de acuerdo con los indicadores de la OCDE. A estas características de un modelo que bien se podría considerar como “aristocratizante”, se agregan las de las más altas cuotas universitarias en cualquier sistema de universidad pública (muy por encima de países como Irlanda, Italia, Holanda, Suiza y Francia, y ni qué decir de los países nórdicos—Suecia, Dinamarca y Finlandia—donde no existen). En contraposición al caso alemán, en el nivel regional inglés no existe control sobre la educación superior. En el plano nacional, las universidades no constituyen prioridades para el gobierno.

El resultado de todo esto, argumenta el autor, es un gran déficit democrático en el que los políticos imponen políticas radicales carentes de un mandato electoral frente a la oposición popular, sin temor a la resistencia efectiva y todo el sector padece la manipulación de gestiones privadas e intereses especiales. Para él, este estado de cosas en las universidades inglesas, sólo podrá ser revertido si el movimiento estudiantil es capaz de hacer efectivas sus demandas por la disminución significativa de las cuotas, venciendo las resistencias de la clase política que ocupa el parlamento británico. El contraste en los resultados de las movilizaciones estudiantiles y el ejercicio de la democracia entre los casos alemán e inglés, muestra por un lado la falsedad de los argumentos que ven como “inevitable” la progresiva mercantilización de la educación superior sostenida por quienes consideran imposible que los gobiernos financien las universidades públicas. Pero por otra parte, también exhibe las dificultades que tienen los movimientos sociales para obligar a la clase política a respetar la voluntad popular.


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