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Los jóvenes electores
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 183 [2006-06-29]
 

De acuerdo al Instituto Federal Electoral (IFE) la lista nominal de electores para los comicios del próximo domingo consta de 71,350,976 ciudadanos. Más de cuarenta millones, o sea el 56.1 por ciento de la votación potencial, son menores de cuarenta años y casi 22 millones, el 30.5 por ciento de ésta, menores de treinta. Visto así, los resultados deberían reflejar las preferencias del segmento más joven del electorado, desde luego si acuden a votar.

La competencia electoral de hace seis años concitó una amplia participación ciudadana. En total votó el 63 por ciento de la nómina y se estima que los grupos jóvenes acudieron a las urnas en una alta proporción. Según la Encuesta Nacional de Juventud, aplicada en agosto de 2000, el 68 por ciento de los jóvenes de 18 a 29 años declaró haber participado en esa elección.

De hecho las preferencias electorales de los jóvenes determinaron los resultados del 2000. En el grupo de 18 a 25 años votaron 51 por ciento a favor de la Alianza por el Cambio (PAN y PVEM), 31 por ciento por el PRI y 15 por ciento por la Alianza por México (PRD, PAS, PT, Convergencia y PSN). El grupo de 26 a 40 años tuvo un comportamiento similar: 45 por ciento por Fox, 36 por ciento por Labastida y 16 por ciento por Cárdenas. En cambio, los adultos de más de 40 años se pronunciaron mayoritariamente por el candidato priísta (46 por ciento), en segundo lugar (36 por ciento) por el actual presidente de México, y en tercero (17 por ciento) por el candidato de izquierda.

En contraste, en las elecciones por diputados federales de 2003 el grado de abstención fue considerable pues el 58.5 por ciento del padrón no votó. Los grupos jóvenes engrosaron en mayor medida la abstención. De los menores de 30 años el 69 por ciento no se presentó a las urnas y el 55 por ciento del grupo de 30 a 39 años tampoco lo hizo. En aquellas elecciones se verificó una tendencia abstencionista no sólo entre los más jóvenes sino, en forma más acusada, entre los varones jóvenes y el grupo con mayor escolaridad. En dichos comicios la coalición PRI-PVEM logró la mayor cuota de votantes (34.4 por ciento), seguida del PAN (30.5 por ciento) y el PRD (17.1 por ciento). Parece claro que el abstencionismo juvenil en 2003 cedió lugar al voto duro de los partidos.

No obstante, la mayoría de las casas encuestadoras que han medido la abstención potencial para las elecciones 2006 coinciden en que, puntos más puntos menos, se repetirá el patrón de 2000, es decir entre 35 y 40 por ciento de ciudadanos que no votarán. En cambio, las preferencias por rango de edad parecen menos definidas que hace seis años.

Según datos de Consulta Mitofsky (primera quincena de junio), que por cierto dan la ventaja al candidato de la "Coalición por el Bien de Todos", las preferencias electorales distribuidas por edad expresan las siguientes tendencias. Entre los jóvenes de 18 a 29 años, 36 por ciento se inclina por Calderón, 31 por ciento por López Obrador, 23 por ciento por Madrazo y el 10 por ciento restante por otros candidatos.

El subconjunto de 30 a 49 años expresa mayor intención de voto por el candidato de la coalición encabezada por el PRD (35 por ciento), en segundo lugar el candidato del PAN (33 por ciento), en tercero el candidato del PRI-PVEM (28 por ciento) y por último otros candidatos (4 por ciento). En el rango de mayores de 50 años la opción López Obrador es preeminente (37 por ciento), seguida por Madrazo (32 por ciento), Calderón (28 por ciento) y otros candidatos (3 por ciento).

Si los datos del estudio anticipan tendencias de la elección, el panorama general es muy interesante. Al fijar la atención en el grupo más joven destaca la alta proporción de votos potenciales a favor de los candidatos de los nuevos partidos. También se nota que, para este grupo de edad, la figura de López Obrador es menos relevante que en el resto del electorado. En sentido contrario, se advierte un cierto grado de identificación, quizás generacional, con el candidato panista, lo que no ocurre en otros segmentos de edad.

En tal escenario la abstención del segmento juvenil, más allá del rango previsto, resultaría catastrófica para el candidato del partido gobernante. En el caso del PRD o el PRI el abstencionismo de los jóvenes sería menos sensible. Además, todo parece indicar que en 2006 el voto joven se dispersará, lo que puede interpretarse como una falla notable de las campañas al no haber logrado sintonizar, en ningún caso, con la problemática de la nueva generación. Da para pensar.


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