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La participación en la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 600 [2015-03-20]
 

Es importante hacer un análisis de la conducción de las universidades públicas en el país que sugiera algunos cambios, que las pongan al día y las preparen para lo que la sociedad les va a demandar en los años que vienen.

Las universidades públicas en México son organizaciones complejas y grandes. Muchas de ellas están divididas en campus, y todas en funciones, dependencias académicas, áreas de conocimiento y niveles escolares, que pueden incluir del bachillerato al doctorado. La mayoría tiene más de veinte mil estudiantes. Tres tienen más de cien mil y nueve están ubicadas en el rango que va de cuarenta a noventa mil estudiantes.

Los académicos y estudiantes son, asimismo, grupos heterogéneos. Los estudiantes, que ya alcanzan 3.7 millones, y los académicos con una cifra que rebasa los 380 mil, se dividen, en cada universidad, por escuela o facultad, colegios, carreras, turno, semestre, nivel escolar y por origen socioeconómico. Los académicos, además, se distinguen por tiempo de dedicación y grado académico.

En el proceso de crecimiento y consolidación institucional, la comunidad académica universitaria, estudiantes y profesores, ha cambiado. La comunidad se ha ido fragmentando conforme se ha extendido el organigrama institucional y profundizado la división del trabajo. También, debido a la individualización del quehacer académico, resultado de los programas al desempeño. Sin embargo, las partes de la comunidad universitaria se integran al conjunto por la vía de la interacción presencial en el campus, por símbolos e imaginarios compartidos.

En medio de gobiernos universitarios verticales, según la opinión de los académicos (Galaz et al, 2012), sistemas sindicales clientelares, la “nueva gestión pública” y la burocratización, las instituciones han transitado por una época de estabilidad. Ha sido un período, y un modo de hacer política en el campus, caracterizado por una escasa participación comunitaria, en la toma de decisiones y en la elección de representantes a los cuerpos colegiados. Vamos a tratar varios asuntos sobre la participación.

1. La escasa participación se ha asociado a la desinformación y la apatía, a sentimientos de falta de representatividad y pérdida de legitimidad de las autoridades. Uno de sus efectos ha sido la separación entre comunidades y autoridades, lo cual significa un peligro para la universidad. Para que, desde la universidad, se hable con energía, frente a los poderes externos, se necesita unidad de los actores universitarios, involucramiento de la comunidad en la vida institucional, fuerza académica, compartir la identidad, tener sentido de pertenencia y dar apoyo a las autoridades.

Existe poca información sobre la participación de profesores y estudiantes en la vida universitaria. La participación de profesores es limitada en número, por ejemplo, en la elección de rector. Suponemos que es bastante más amplia cuando se escogen representantes para los cuerpos colegiados, donde se debaten asuntos académicos. Estimular la participación, entonces, debe verse como un factor que contribuye a una buena atmósfera académica y para proteger a la universidad de los riesgos a los que esté expuesta.

Sanear el ambiente significa acabar con la desconfianza que se tiene en los representantes de académicos y estudiantes. La desconfianza se extiende a las comisiones que dictaminan el trabajo académico, porque hay insatisfacción con las calificaciones basadas en puntajes a cada rubro de la actividad, sin que medie juicio de pares para sancionar la calidad. Contra la desconfianza, la participación en los cuerpos colegiados refuerza las capacidades decisorias para resolver, con miras académicas, las demandas de la comunidad en cada dependencia universitaria.

Son pocos los estudiantes que participan en las elecciones de representantes a los cuerpos colegiados. Y ya electos, son pocos los que saben quiénes son sus representantes. Tampoco participan en agrupaciones estudiantiles, deportivas y culturales. En la UNAM, por ejemplo, la gran mayoría (85%) no participa en ninguna, sobre todo por falta de tiempo, según opinaron (Suárez, 2013).

La participación en la vida universitaria tiene como fin mejorar permanentemente la docencia y la investigación, la representatividad y legitimidad de los canales a través de los cuales se participa. Académicos y estudiantes son los ejes que mueven académicamente a la institución. Y deberían poder actuar integrados a la organización académica y política de la universidad.

2. La comunicación de las autoridades a las comunidades, y viceversa, informarse, es fundamental para que la participación sea racional y razonable, para que se busque orientar el diseño y ejecución de las políticas académicas para el avance institucional. En este sentido, la participación es un proceso de aprendizaje que ennoblece la actividad política. Asimismo, promueve que en los cuerpos colegiados se dialogue y se llegue a arreglos entre visiones distintas para mantener la gobernabilidad y la estabilidad política de la universidad.

Actualmente, se debe utilizar más la comunicación, la formación y participación de la comunidad en red, a través de los medios electrónicos. Construir un espacio público virtual en la universidad para registrar el pulso de la institución y lograr un involucramiento intenso de las comunidades en los asuntos universitarios.

3. En lo general, la participación debe considerarse en el contexto de la autonomía, que permite a la universidad organizarse y gobernarse libremente para cumplir con sus fines y programas. También, permite normar la vida académica con estricto apego a la libertad de cátedra, requisito de la pluralidad de ideas, para que exista la expresión teórica y metodológica de todas las corrientes de pensamiento.

La autonomía, entonces, es condición sustantiva para el desarrollo de un trabajo intelectual creativo y, por tanto, debe estar presente en el ejercicio cotidiano de la academia en cada una de las partes que integran la universidad. A partir de la autonomía, los miembros de la comunidad tienen el derecho a participar en el funcionamiento institucional, a través de los órganos de gobierno y representación, unos a nivel de la universidad y otros localizados en sus partes o dependencias.

Dentro del proyecto institucional que distingue a cada universidad, se enmarca el camino propio de cada segmento comunitario. Cada unidad de la institución expresa una dinámica particular y una necesidad variada de cambio conforme a su realidad y programa académico específicos. En esta perspectiva se enlaza el tema de la participación, que hace sentido para darle rumbo a la universidad pública.

Sería bueno idear cambios en la organización que pongan al trabajo académico en el centro de la universidad. Y tener presente que, en cada parte del conjunto universitario, el quehacer se realiza de manera particular, conforme a los cánones científicos de cada campo de conocimiento.

Esto implica una concepción amplia del quehacer académico donde los fines y metas de la universidad, los mecanismos, procedimientos, acciones y normas de carácter general, puedan aplicarse de manera particular para favorecer el desarrollo de cada campo de conocimiento, con la intervención de académicos y de estudiantes, en lo que competa a cada uno. Igualmente, implica estimular a que participen en la elección de sus representantes a los cuerpos colegiados, y a los representantes para que permanezcan en contacto con sus representados.

4. Hacia adelante, la organización universitaria debe apoyar que cada unidad tenga condiciones efectivas para cumplir sus planes y programas, y que la conducción académica la realicen líderes académicos con ascendencia intelectual y moral en sus comunidades, que estimulen la participación para alcanzar un alto nivel académico y ganar en representatividad y legitimidad. Instaurar un régimen de confianza y corresponsabilidad, recreando la identidad universitaria, es el sustento de la unidad comunitaria y del progreso académico.

Abrir la participación con miras a una mejor academia implica que la universidad camine en dirección a un proceso de descentralización para la toma de decisiones académicas y de desconcentración administrativa, proceso que aquí nada más se enuncia porque su exposición, para explicarlo y justificarlo, es bastante larga, por todas las implicaciones que tiene.


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