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La UNAM, el cónclave y la elección del rector
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 623, pp. 10-11 [2015-09-10]
 

La Universidad Nacional Autónoma de México ya no lleva la palabra “Pontificia” en su nombre. Pero aún conserva algunos rasgos del cónclave en sus procesos de designación de rector, tanto por la poca representatividad como por la total falta de transparencia. Los 15 notables de la Junta de Gobierno de la UNAM—llamémosles los cardenales de la institución—son los responsables de elegir al nuevo líder de una comunidad de unas 400 mil personas y de ejercer un presupuesto anual de más de 37 mil millones de pesos, la mayor parte proveniente de los impuestos públicos. Y todo ocurre en un contexto de sigilo absoluto.

El sistema se explica por razones históricas. Cuando se aprobó la Ley Orgánica de la UNAM en 1945, la universidad, y el país en general, estaban saliendo de un periodo de luchas intestinas entre gobernantes y en el contexto del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. En un afán por garantizar la estabilidad, se optó por el corporativismo y el fuerte control central—es decir, la revolución institucionalizada.

Hoy, el contexto es otro. En años recientes, la UNAM—a través de sus rectores y de su comunidad en general—ha sido fundamental en presionar por reformas democráticas en el país. Esas incluyen la alternancia política en el ejecutivo a partir de 2000 y las nuevas leyes de transparencia y rendición de cuentas.

No obstante, en los procesos internos de la UNAM, persisten muchos rasgos autoritarios, antidemocráticos y poco transparentes del pasado. Por ejemplo, es el Consejo Universitario, a propuesta del rector, y no la comunidad en su conjunto, quien nombra a los miembros de la Junta de Gobierno, mismos que deben elegir a un nuevo rector. Formalmente, la comunidad puede incidir en el proceso, a través de citas agendadas con miembros de la Junta. Sin embargo, no hay ninguna garantía de que se tome en cuenta su opinión en la decisión final. Tampoco se hace público lo que transcurre durante el proceso de selección.

Ante ese contexto, el pasado 28 de agosto, un grupo de 32 profesores e investigadores de la UNAM entregó una petición a la Junta de Gobierno pidiendo transparentar el proceso de elección del próximo rector, quien debe tomar posesión el próximo 17 de noviembre. El argumento fue simple: La UNAM tiene que cumplir lo que pregona.

La carta, que fue publicada en el periódico La Jornada y retomada por varios medios, argumenta lo siguiente: “La cultura política del mundo y del país se ha venido transformando. Hoy existe un sano reclamo social en torno al conocimiento y la participación en los procesos de toma de decisiones que atañen directa o indirectamente a los ciudadanos. La universidad no puede estar ajena y debe tener sensibilidad a estas tendencias de cambio”.

En particular, se propone:
• La presentación pública de los proyectos de los aspirantes;
• Que las comparecencias de los candidatos se transmiten en vivo, por medios electrónicos;
• La diseminación pública de las deliberaciones de la Junta de Gobierno en torno al nombramiento del rector, o de forma escrita o a través de la transmisión en vivo de las sesiones relevantes.

Como es de esperarse, la propuesta ha generado un fuerte debate dentro de la comunidad universitaria y en la opinión pública. Mientras los proponentes argumentan la necesidad de la rendición de cuentas en la selección del nuevo rector—como primer paso a una mayor democratización de la universidad—los críticos avisan sobre los riesgos de politizar el proceso.

Para sopesar los argumentos de ambos lados, vale la pena revisar los mecanismos de selección de rector en otras universidades públicas en el país y en el mundo. Aunque el sistema de la UNAM no es único, sobre todo en el contexto mexicano, se ubica en el extremo más conservador en el contexto internacional, en donde predominan los sistemas de elección por cuerpos colegiados mucho más amplios.

En general, existen tres formas de elegir al rector en las universidades. En la primera, una parte amplia de la comunidad participa a través de elecciones, y los porcentajes de voto asignados a cada grupo varían según cada institución. En la segunda, la más común, se vota a través de un consejo colegiado, cuyos miembros son electos por la comunidad. En la tercera, un grupo reducido de personas nombra el rector, con mayor o menor (o ninguna) incidencia por parte de la comunidad. En la mayoría de los casos, existen debates públicos y sondeos amplios. Cabe señalar que no existe relación alguna entre la forma de elegir el rector y el nivel académico de la institución.

Cómo eligen rectores en otros países

México. Según un estudio de Romualdo López Zárate y colegas (Las formas de elección de los rectores: otro camino para acercarse al conocimiento de las universidades públicas autónomas, 2011), de las 36 universidades autónomas públicas que existían en el país en 2007, 13 escogieron a sus rectores a través de una Junta de Gobierno. Otros 18 lo hacían a través de un Consejo Universitario, y 5 por votación universal secreta y directa. Es decir, las universidades que utilizaban un método parecido al de la UNAM fueron minoría.

En el otro extremo estaban las universidades que optaron por votación universal. En esos casos, con una excepción, fueron los estudiantes que eligieron al rector, ya que representaban un 90 por ciento de los votantes. Además, todas esas universidades contaban con sistemas de media superior, y alumnos de ese nivel representaban entre 30 por ciento y 60 por ciento del electorado, según el estudio.

Estados Unidos. En muchos sentidos, el modelo norteamericano es el más parecido al de la UNAM, en que un pequeño grupo de personas escoge al nuevo líder (presidente) de la universidad. No obstante, hay importantes diferencias. Tomemos el ejemplo de la Universidad de California, institución pública que figura entre las mejor ranqueadas del mundo. El presidente del sistema, que abarca 10 campus, es electo por un grupo de 26 regentes. De estos, 18 son nombrados por el gobernador de California y ratificado por el Senado del estado por un periodo de 12 años. Otro es un estudiante, quien es nombrado por los regentes para servir un año. Además, hay siete miembros ex oficio, incluyendo el gobernador, el vocero de la asamblea estatal, y el presidente y vicepresidente de la asociación de ex alumnos de la universidad, entre otros.

Como sucede con la mayoría de las universidades públicas del país, los regentes arman un comité de búsqueda (que generalmente incluye a profesores, estudiantes y egresados, además de empresarios y otros interesados) para buscar candidatos, quienes suelen venir de afuera. Después de que los regentes hagan una selección inicial, los finalistas visitan el campus y se entrevistan con distintos grupos de la comunidad. Estos grupos mandan recomendaciones a los regentes, quienes toman la decisión final.

Cabe señalar que en la mayoría de las universidades estadounidenses, existen sistemas de gobernanza compartida. Esto limite el poder del presidente en la toma de decisiones académicos y en los nombramientos del personal. A su vez, en todos los estados existen las llamadas Sunshine Laws (Leyes de Transparencia), que obligan a las universidades a hacer públicos los nombres de los candidatos finalistas, y, en algunos casos, a hacer públicas algunas reuniones relevantes.

Argentina. La Universidad de Buenos Aires, institución que cuenta con aún más alumnos de la UNAM, elige a su rector a través de su Asamblea Universitaria a través de un sistema de voto ponderado. La Asamblea está compuesta por 236 consejeros. Provienen del Consejo Superior, con 28 integrantes (los 13 decanos de las facultades y los 15 consejeros superiores, quienes a su vez representan a los estudiantes, profesores y graduados, por partes iguales), y los Consejos Directivos de las Facultades, quienes son electos y representan otros 208 votos.

Brasil. La mayoría de las universidades públicas brasileñas elige a sus rectores a través de sus Consejos Universitarios, aunque también hay muchos que utilizan un sistema de voto ponderado. En el caso de la Universidad de Sao Paulo, la institución mejor ranqueada de América Latina, el rector se elige en dos fases. Primero, el Consejo Universitario, los Consejos Centrales y las Congregaciones de las Unidades (consejos de cada facultad o instituto) votan y se escogen ocho candidatos. Después, el Colegio Universitario vota de nuevo y se selecciona una terna de finalistas para ser presentada al gobernador del Estado, quien suele escoger el primero en lista.

Chile. El rector de la Universidad de Chile, la mayor y la más antigua de las instituciones públicas de educación superior del país, es electo por los profesores titulares de la institución. En la última elección en 2014, 30,000 profesores estaban facultados para votar. Los candidatos participan en debates públicos ante el Senado Universitario.

Escocia. Tiene quizás el sistema menos común. Por un lado, son los alumnos que eligen al rector, cuyas responsabilidades se centran en la defensa del alumnado. Este sistema ha dado resultados inesperados. En 2014, la Universidad de Glasgow eligió a Edward Snowden, el ex contratista del Departamento de Defensa de Estados Unidos, quien está prófugo en Rusia después de divulgar miles de documentos gubernamentales clasificados. No obstante, en realidad, la máxima autoridad de las universidades escoceses es el chanceller (canciller), quien es electo por vida por parte de los egresados y académicos titulares de cada universidad.

Inglaterra. En la Universidad de Cambridge, los 23 miembros del Consejo Universitario, que incluye estudiantes, nomina a su candidato para vice canciller (equivalente al rector). Después vota la Casa Regente, que es integrada por más de 3,800 académicos y administradores.

Italia. Aún en la Universidad de Bolonia, que fue fundada en 1088 y es la universidad más antigua del mundo, hay elecciones ponderadas por el rector. Participan por bloques: estudiantes (7 por ciento), personal técnico administrativo (18 por ciento) y profesores e investigadores (75 por ciento). La votación se realiza en dos vueltas y la lista de candidatos se hace pública.

Conclusión

Ante este panorama, resulta difícil seguir argumentando a favor del sigilo en el proceso de elección del rector de la UNAM. El actual modelo no es solo una anomalía a nivel internacional, sino que viola el discurso de apertura de la propia universidad.

En los procesos internos de la UNAM existen muchos rasgos anacrónicos del pasado que bien podrían evolucionar.


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