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¿Y para qué tantos doctores?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio No. 669, pp. 5 [2016-08-18]
 

El director de la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca —la estadunidense, no piensen otra cosa—, John Holdren, un físico reconocido que ha permanecido en el cargo los dos periodos del presidente Barack Obama, dio una entrevista a la revista Nature el mes pasado (vol. 535. No. 7610). A lo largo de la entrevista, Holdren habla de varios temas de relevancia para la actividad científica en Estados Unidos, pero que también tienen su expresión en otras naciones. Uno de ellos es la formación de recursos humanos. Por ejemplo, le preguntan si le preocupa la percepción generalizada de que se están formando demasiados doctores, como lo han discutido los directores de los institutos nacionales de salud y otras agencias gubernamentales estadounidenses.

El consejero de ciencia de Obama respondió: “Si cada doctorado que nosotros formamos cree que su única carrera aceptable es como personal definitivo en un college o universidad, entonces es verdad: estamos formando más doctores que vacantes disponibles. Pero el doctorado es, de hecho, un grado muy versátil”. Luego indicó que los doctores de ese país han encontrado acomodo en diversos sectores de la economía y añadió que se necesitan todavía más personas altamente calificadas. Estados Unidos es uno de los países con el mayor volumen de graduados de doctorado (otro es China) aunque, como proporción de su población, no ocupa la mejor posición. También es uno de los países que más estudiantes de todo el mundo atrae (llegan a representar la mitad del total en campos como física e ingeniería). Las universidades y colleges estadounidenses otorgaron 54 mil 70 grados de este nivel en el 2014 y su tasa de crecimiento anual, con sus altibajos, es de poco más del 3 por ciento desde hace décadas (Doctorate Recipients from U.S. Universities: 2014).

Y sí, aunque desde el comienzo de la década actual ha comenzado a declinar la tendencia de los doctores a buscar una posición académica en las instituciones universitarias, todavía poco más de la mitad del total lo sigue haciendo. Entonces, las plazas académicas, como también ocurre en otras naciones, se han vuelto escasas y altamente disputadas. Pero también ha provocado, por un lado, un flujo creciente de recursos altamente calificados al interior y entre naciones. Por otro lado, una prolongación de la formación académica a través de un postdoctorado.

En la región latinoamericana, el ciclo de formación de recursos con nivel de posgrado comenzó tardíamente y el volumen es más reducido: 24 mi 750 doctores en el 2013 (menos de la mitad de los graduados estadounidenses de ese mismo nivel). También experimenta dificultades para la inserción laboral de los jóvenes doctores.

De acuerdo a los indicadores de Ricyt para el 2013, Brasil encabeza la lista con el mayor número de graduados de doctorado (15,287), luego México (5,380) y Argentina (2,088). Una importante diferencia entre ellos, pero juntos representan la mayoría en la región: ocho de cada diez doctores provienen de los dos primeros países y se incrementa a nueve si se agrega Argentina.

El mes pasado Brasil publicó su reporte: Mestres e doutores 2015 - Estudos da demografia da base técnicocientífica Brasileira. El reporte contiene información muy variada y una de ellas es el empleo de los doctores. Se anota, por ejemplo, que el 75 por ciento de los graduados de doctorado se encuentran empleados formalmente (p. 138) y casi la mitad se concentra en la administración pública federal (en la que se incluyen las universidades).

México no alcanza el nivel de graduados de doctorado de Brasil y sus reportes estadísticos son muy limitados. Aunque desde hace casi dos décadas se aplica una encuesta para conocer este nivel educativo, los datos públicos son muy básicos y agregados. Por lo general, solamente se destaca el volumen: 29 mil 761 graduados durante el periodo 2000-2013, con una tasa media de crecimiento anual de 9 por ciento. También se indican las proporciones de graduados por área de conocimiento, régimen de las instituciones y pertenencia al padrón de posgrados.

Sin embargo, no existen datos nacionales sobre empleo de los graduados de doctorado, el sector de empleo, su movilidad o nivel salarial, por ejemplo. O no están disponibles públicamente o si existen, son fragmentarios (para algunas instituciones o campos de conocimiento).

Entonces ¿México está graduando más doctores de los necesarios? No. Por lo menos no, si consideramos lo que dicen los directivos, las comparaciones con otras naciones y menos como proporción de su población (4.2 por cada 100 mil habitantes). No obstante, los jóvenes doctores mexicanos también experimentan dificultades para obtener un empleo. La instauración del programa Cátedras Conacyt es un indicador indirecto de esas dificultades. Sin embargo, aunque se podría aplicar la misma respuesta de Holdren, la diferencia es que las condiciones y destino laboral de los doctores siguen siendo suposiciones y una interrogante.


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