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¿El gran negocio de la internacionalización de la educación superior?
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 680, pp. 34-35 [2016-11-03]
 

No hay duda, la internacionalización de la educación superior es un gran negocio. Algunas estimaciones fijan las ganancias obtenidas por los estudiantes extranjeros, los nuevos campus “satelitales” y otras modalidades internacionales en USD$500 mil millones al año. Asimismo, se espera que, en los próximos años, la cifra global ascienda a USD$1 millón de millones—monto casi equivalente al PIB de México en 2015.

El boom del mercado internacional se debe en gran parte a la enorme expansión en la movilidad estudiantil en los últimos años, impulsada por la creciente demanda asiática. Entre 2000 y 2015, el número de universitarios inscritos en instituciones fuera de sus países de origen se ha duplicado, de 2 millones a casi 5 millones. También se proyecta que el número total rebase los 8 millones de estudiantes para 2025, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero si los avances son impactantes, también ha habido algunos retrocesos y muchas promesas incumplidas. Por ejemplo, la meta de atraer a 50 mil estudiantes estadounidenses a México para finales del gobierno de Peña Nieto, o la de enviar a 100 mil estudiantes mexicanos al vecino país durante el mismo periodo. Aún sin el muro de Donald Trump, esas metas parecen imposibles de cumplir.

Cabe resaltar que la internacionalización va mucho más allá de la movilidad estudiantil. Incluye los intercambios de académicos, los campus universitarios y centros de investigación en el extranjero, los llamados “núcleos de educación superior”, las carreras compartidas entre instituciones, los Cursos Masivos Abiertos en Línea (MOOC por sus siglas en inglés), y la presencia internacional de empresas educativas con fines de lucro. Juntos, constituyen un nuevo paradigma en la educación superior, que a su vez es reflejo del proceso de la globalización.

Sin embargo, el éxito de los programas depende de los esfuerzos institucionales, nacionales y regionales, así como de las condiciones económicas, políticas y sociales de cada país. De este modo, como sucede con la globalización en general, no todos se están beneficiando por igual.

El intercambio estudiantil

Quizás el área más visible de la internacionalización de la educación superior son los intercambios estudiantiles, cuya magnitud varía enormemente según la región y el país.

Actualmente, Estados Unidos es el líder indiscutible en el número de estudiantes extranjeros inscritos en sus instituciones: estos sumaron casi 1 millón en 2015, y generaron ganancias anuales por encima de los USD$30 mil millones, según el último reporte Open Doors, del Instituto de Educación Internacional. Le siguieron el Reino Unido, con 427 mil estudiantes extranjeros en 2014, Francia con 271 mil y Australia con 250 mil, según la Unesco. Ningún país latinoamericano figuraba entre la lista de los primeros 20, y España se ubicó en el lugar 16, con 56 mil estudiantes extranjeros.

Sin embargo, el dominio de los países angloparlantes en el mercado internacional de la educación superior se vislumbra tambaleante, ante la ascendencia de Asia, el Medio Oriente y otras regiones. En los últimos años, un creciente número de países ha fijado metas ambiciosas en materia de movilidad estudiantil, aunque con resultados variados. Entre estos, destacan China, la India, Brasil, Taiwán, e Irlanda.

China actualmente envía más estudiantes al extranjero que cualquier otro país. En el año académico 2014-2015, hubo 304 mil estudiantes chinos cursando programas en Estados Unidos, lo que representó 31 por ciento del total de estudiantes extranjeros en ese país, según Open Doors. La cifra es resultado del incremento anual a doble dígito del número de estudiantes chinos en universidades estadounidenses desde 2007, cuando estos sumaban 81 mil.

Gran parte de los estudiantes recibieron fondos del gobierno chino, como parte de una estrategia de volver más competitivo al gigante asiático. Desde 2013, cuando se reemplazó 70 por ciento del liderazgo político del país, el gobierno ha buscado transitar de una economía basada en la exportación de productos baratos, a una centrada en servicios y tecnología.

Actualmente, China quiere volverse país receptor. Ha fijado la meta de atraer a 500 mil estudiantes extranjeros para 2020, según University World News. Aunque China recibe pocos estudiantes anglosajones (hubo menos de 13 mil estadounidenses en el país en 2014), se ha vuelto un destino principal para estudiantes de otras naciones asiáticas, que buscan aprovechar los bajos costos y el relativamente alto nivel de la educación superior china.

Mientras tanto, la India ha emergido como un actor importante en el mercado internacional. En 2014, hubo casi 200,000 estudiantes indios en el extranjero, incluyendo 133 mil en Estados Unidos, según Open Doors. En comparación, los países latinoamericanos en conjunto enviaron 86 mil estudiantes a universidades estadounidenses en el mismo año. La proporción de estudiantes del país asiático en Estados Unidos aumentó 29 por ciento respecto al año anterior, y también hubo cifras record de estudiantes indios inscritos en Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Alemania.

Como los demás miembros del grupo BRIC (acrónimo para las nuevas economías emergentes, que también incluye a Brasil, Rusia y China), la India ha puesto la internacionalización en el centro de su agenda de educación superior. La nueva Política Nacional de Educación contempla grandes inversiones en las universidades indias de mayor nivel, incluyendo la red de Institutos de Tecnología de la India (IITs), que busca atraer a 10 mil estudiantes extranjeros en los próximos años. Para ello, se han relajado los requisitos de admisión para estos estudiantes en los ITT, las instituciones más competitivas del país, según University World News.

Otro país que ha apostado en grande a la movilidad estudiantil es Brasil. El programa Ciencia sin Fronteras, lanzado en 2011, busca enviar a 200 mil estudiantes de licenciatura y posgrado a las mejores universidades del mundo para 2017. El programa, cuyo presupuesto en 2015 fue de USD$918 millones, representa por mucho la apuesta más grande de América Latina en materia de movilidad académica. Sin embargo, el programa ha enfrentado muchos problemas, tanto logísticos como económicos.

Bajo el esquema inicial, se preveía que el gobierno brasileño cubriría el costo del 75 por ciento de las becas y el sector privado lo restante, pero la inversión del segundo sector ha sido mucho menor. Como resultado, para 2015, sólo se habían entregado 93 mil becas a estudiantes brasileños, de las cuales casi una tercera parte fue para Estados Unidos, seguido por Inglaterra, según las cifras oficiales. A su vez, sólo una pequeña minoría—14.4 mil estudiantes—ha logrado la meta de entrar en las 25 mejores universidades del mundo (clasificadas a través del ranking Times Higher Education), según el Folha de Sao Paulo. Esto se debe en parte al pobre manejo del inglés de muchos de los becarios, por lo que el gobierno ha tenido que invertir millones de dólares en cursos de idiomas en Estados Unidos y Brasil.

Aun menos alentador, se congeló la solicitud de nuevas becas para 2016, debido a la crisis económica y política en Brasil. En julio de este año, el gobierno interino de Michel Temer anunció una nueva convocatoria para el programa, que dará prioridad a los estudios de posgrado, con el fin de fortalecer el desarrollo de la ciencia y tecnología en el país. Sin embargo, se espera que el número total de becas será mucho menor que lo propuesto por el anterior gobierno de Dilma Rousseff. La ex presidenta fue desaforada en agosto por el congreso brasileño, bajo cargos de maquillar cifras económicas en un afán por asegurar su reelección en 2014, acusaciones que ella niega. Actualmente, el futuro de Ciencia sin Fronteras, así como las otras iniciativas en materia de educación superior del país, resulta incierto.

Hay otro grupo de países más pequeños que han lanzado estrategias ambiciosas en materia de movilidad estudiantil, entre ellos Taiwán. La nación isleña, que tiene una población de 23 millones y una de las economías más fuertes de la región asiática, busca incrementar el número de estudiantes extranjeros de 28 a 58 mil, para 2019. Gran parte de ellos provendrían de otros países asiáticos, bajo la nueva “política hacia el sur”. El Ministerio de Educación taiwanés ha reservado USD$31.8 millones para la obtención de tres metas relacionadas con esa política, entre las que destacan entrenar a estudiantes en el idioma mandarín y a gerentes especializados en la región sudeste de Asia, según el Taipei Times.

A su vez, Irlanda, con una población de sólo 4.5 millones, busca subir el perfil de sus universidades y posicionarse como un polo internacional importante. Bajo una nueva estrategia gubernamental anunciada en este mes, el país busca incrementar el número de estudiantes internacionales en 33 por ciento, de 33,118 a 44,000, para el año escolar 2019-2020. Se estima que tal crecimiento aumentaría las ganancias al sector de USD$910 millones a $USD1.3 mil millones, según University World News. También hay planes para incrementar el número de investigadores extranjeros en el país.

Esa política contrasta con la propuesta del nuevo gobierno conservador del Reino Unido de reducir el número de visas estudiantiles, como parte de una estrategia más amplia de combate a la inmigración ilegal. El país, que decidió en junio salirse de la Unión Europea, busca reducir el número de nuevos inmigrantes a menos de 100 mil por año—actualmente está en 327 mil. Sin embargo, una encuesta nacional realizada en octubre encontró que 75 por ciento de la población quiere aumentar el número de estudiantes extranjeros, debido a los beneficios económicos y en recursos humanos que estos representan para el país, según reportes de prensa locales.

El Proceso de Bolonia

Además de los programas nacionales, ha habido varios esfuerzos regionales notables. El mayor de ellos, sin duda, es el Proceso de Bolonia, que llevó a la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior. Firmado en 1999, el pacto buscaba unificar criterios de calidad y titulación entre los países europeos participantes, bajo el liderazgo de la Unión Europea. Eso incluyó fijar los tiempos de los distintos niveles del sistema terciario bajo el esquema de 3-2-3: 3 años para la licenciatura, 2 años para la maestría y 3 para el doctorado (antes los tiempos para la titulación variaban entre países).

También se flexibilizaron los créditos académicos para facilitar la movilidad temporal de estudiantes. Como resultado, para 2011, 10 por ciento de los estudiantes de la región europea había estudiado fuera de su país, y se fijó la meta de llegar a un 20 por ciento de movilidad estudiantil para 2020. Entre 1999 y 2009, el número de países participantes en el acuerdo creció de 29 a 46.

La apuesta México-Estados Unidos

El proceso de Bolonia ha servido como modelo para distintas iniciativas de movilidad estudiantil en el continente americano. Destaca el Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación (FOBESII), anunciado por los presidentes de México y Estados Unidos en mayo de 2013. El foro busca crecer de forma exponencial el intercambio de estudiantes y académicos entre ambos países, así como la colaboración en investigación en temas estratégicos. Sin embargo, hay importantes diferencias en las metas de los dos gobiernos. Mientras Estados Unidos busca atraer a 100 mil estudiantes de América Latina y el Caribe, México quiere un monto equivalente de lugares sólo para mexicanos. Tal meta implicaría incrementar 7 veces el número de estudiantes mexicanos inscritos en Estados Unidos durante 2013-2014, que fue de 14,779. A su vez, el gobierno mexicano anunció la meta de multiplicar por 12 el número de estudiantes estadounidenses en el país, de poco más de 4 mil a 50 mil, para el fin del actual sexenio.

Hasta ahora, los números de movilidad estudiantil se han mantenido prácticamente iguales con respecto a 2013, con una excepción. Aunque el número de estudiantes mexicanos en universidades estadounidenses incrementó 15 por ciento, para llegar a 17,052 en el año escolar 2014-2015, casi la mitad estaba inscrito en programas de idiomas, según un nuevo estudio del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad de Rice en Houston. De las 12,490 nuevas visas estudiantiles para mexicanos en 2014, 8,835 fueron para programas de inglés. Mientras tanto, el número de visas para estudiantes de licenciatura y maestría bajaron en el mismo periodo, de 2,128 a 2,093 y de 1,308 a 1,252 respectivamente, al tiempo que las visas para el doctorado crecieron apenas de 303 a 310. El último reporte de Open Doors no tiene datos sobre el número de estadounidenses estudiando en México en 2014-2015. Pero entre 2012-2013 y 2013-2014, la cifra incrementó 19 por ciento, para llegar a 4,445 estudiantes, lo que aún está muy lejos de la meta de los 50 mil.

No obstante, ha habido avances importantes en otras áreas relacionadas con la internacionalización. Por ejemplo, en 2014, casi 27 mil estudiantes y profesores viajaron a Estados Unidos para participar en programas de estudio y entrenamiento de corto plazo, el doble de los que fueron el año anterior, según un boletín emitido por ambos gobiernos en enero de 2015. En el mismo año, los presidentes de algunas de las universidades estadounidenses de mayor nivel, así como los gobernadores de California y Nueva Jersey, y otros altos funcionarios, visitaron México para firmar acuerdos de colaboración en materia académica.

Como resultado, aumentó de forma marcada el número de acuerdos bilaterales en materia de intercambio estudiantil y de investigación científica—23 tan solo en 2014—así como en la creación de nuevos centros de investigación bilaterales. Estos incluyen los nuevos centros de estudios mexicanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la Universidad Estatal de California-Northridge, la Universidad de Washington y la Universidad Estatal de Arizona.

También, en 2014, se empezó la construcción del nuevo campus de la Universidad Estatal de Arkansas en Querétaro—la primera sede de una universidad pública de Estados Unidos en México. El campus, que tiene capacidad para 20 mil alumnos, planea empezar clases en el verano de 2017. Además, 5 universidades mexicanas han sido aceptadas como miembros de la Asociación de Universidades Públicas y de Dotación de Terrenos (Land-Grant, en inglés), lo cual facilitaría el intercambio de estudiantes y académicos entre instituciones públicas de ambos países.

Sin embargo, Estados Unidos sigue obteniendo la mayor parte de las ganancias económicas del proceso de internacionalización, tanto en sus acuerdos con México, como con otros países. Esto se debe al prestigio de sus universidades y al dominio de ese país en las nuevas modalidades de la educación transnacional. Estas incluyen los campus satelitales de universidades en el extranjero y las empresas con fines de lucro, que operan universidades alrededor del mundo.

Los campus y universidades internacionales

Para mediados de 2015, había más de 230 campus internacionales en el mundo, según un estudio de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany. Entre ellos destacan los dos campus de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi y Shanghái. Por su parte, el Instituto de Tecnología de Nueva York, que fue una de las primeras instituciones en abrir un campus en los Emiratos Unidos Árabes, también tiene 6 campus o programas bilaterales en Taiwán, Canadá, Brasil, Francia, Turquía y China; y tiene planes para abrir programas en la India, Corea del Sur y México, según Al Fanar Media. Otros países que han abierto campus en el extranjero son el Reino Unido y la India.

En muchos casos, los campus se establecen dentro de los llamados núcleos de educación superior (education hubs)—generalmente zonas libres de impuestos, en donde se dan facilidades a las universidades. Entre los países que han optado por esta estrategia en las últimas décadas se encuentran Malasia, Singapur, Hong Kong, Corea del Sur, Sri Lanka y los Emiratos Unidos Árabes.

Hay dos motivos detrás de la expansión de los campus satelitales: dinero y prestigio. Muchas universidades reciben fondos o terrenos por parte del país anfitrión, lo cual reduce sustancialmente el costo de crear una presencia en el extranjero. Tal es el caso del nuevo campus de la Universidad de Arkansas, que se construyó sobre un terreno de 35 hectáreas que fue donado por un empresario local. Se prevé que el 30 por ciento de estudiantes de la universidad serán extranjeros, y cobrará colegiaturas de USD$20 mil al año (pagadas en pesos mexicanos), monto que ubicaría al campus como uno de los más caros de México.

Otra modalidad que ha beneficiado enormemente del boom internacional es la de las empresas educativas con fines de lucro con operaciones a nivel global. Quizás la mayor de estas sea la empresa Laureate Education Inc., con sede en Baltimore, Maryland. Actualmente, la red de Laureate International Universities opera más de 70 instituciones en todo el mundo, incluyendo 30 en América Latina, según la página web de la empresa. Laureate cuenta con dos universidades en México: la Universidad del Valle de México (UVM) y la Universidad Tecnológica de México (Unitec), que juntas registraron casi 120 mil estudiantes de nivel superior en 2014, según el Explorador del Estudio Comparativo de Universidades Mexicanas.

Estas universidades atraen a estudiantes con la promesa de cursar estudios en otros países, sin la necesidad de salir de la red institucional (o de validar créditos). Pero para sus dueños, la mayor motivación parece ser económica. Las instituciones con fines de lucro han enfrentado fuertes críticas y demandas legales en Estados Unidos, por el bajo gasto por estudiante y por engañar a los potenciales “clientes” sobre la rentabilidad de sus títulos universitarios.

Finalmente, la educación superior internacional representa un negocio redondo, y la bonanza parece destinada a crecer en los próximos años. La pregunta es: ¿quién se beneficiará?.


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