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La posverdad de la rendición de cuentas: Ni en papel ni en persona
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 684, pp. 5 [2016-12-01]
 

¿La entrega de certificados de educación primaria o secundaria pudo crecer 800 mil veces en los últimos 15 años? Inconcebible. Números que no corresponden a la realidad en un acto en el que precisamente se trata de informar con exactitud qué se hizo o dejó de hacer, no parece lógico ni muy sensato. Quién sabe si esto es una “posverdad”, pero sí es lo que ocurrió en la comparecencia de la semana pasada del secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda Nava.

El controvertido e irascible funcionario Miranda ha sido motivo de duras críticas en la prensa por sus polémicas expresiones en la Cámara de Diputados. Los medios han reproducido con insistencia las insolentes respuestas que dio a algunos cuestionamientos de legisladores y especialmente a la diputada Araceli Damián. No tiene caso reiterar lo dicho a ese respecto por el secretario, seguramente usted lo ha leído de sobra, lo que sí conviene es interrogar el sentido de esos encuentros y la desmesura de datos que deben ser totalmente confiables.

El espectáculo anual de un presidente de la República, autocontenido e impávido, dando lectura a sus logros en el Congreso, frente a interpelaciones de legisladores que cada vez se fueron haciendo más estridentes y exaltadas, llevó a la reforma de la Constitución en el 2008. Fue una negociación para evitar la ridiculización del Ejecutivo federal en el Congreso e intercambiar su presencia por la comparecencia de los secretarios de Estado.

La reforma constitucional parecía una buena idea y un buen principio. Los legisladores revisarían el informe presidencial; posteriormente, podrían formularle al ejecutivo federal, “mediante pregunta por escrito”, una solicitud para ampliar la información del documento y, después, citar a comparecencia a los secretarios de Estado para rendir cuentas “bajo protesta de decir verdad”. En el papel, todo bien. Al comienzo, algunos legisladores le hicieron llegar acuciosas preguntas al presidente de la República. Así ocurrió en el cuarto y quinto informes de Felipe Calderón. Alrededor de dos o tres decenas de preguntas fueron remitidas y, al cabo de semanas, recibieron respuesta, algunas de trámite, pero todas puntuales. Sin embargo, por alguna insondable razón, a los legisladores les pareció un ejercicio inútil y a partir de 2012 lo abandonaron. Está en la Constitución pero, como tantos otros preceptos, no se aplica.

Después, los legisladores se concentraron en la comparecencia de funcionarios para lo que llaman la glosa del informe. Sin embargo, una buena proporción de las comparecencias de los secretarios de Estado no están animadas por una auténtica rendición de cuentas, sino por las rencillas y el cobro de facturas entre fuerzas políticas. No obstante, sea el caso que sea, los funcionarios están obligados a trasparentar su actuación, mostrar con toda precisión las cifras que tienen y aclarar qué resultados han obtenido.

Por ese motivo sorprende que, en la reciente comparecencia del secretario Miranda, en su exposición inicial, dijo algo sumamente ininteligible en materia de rezago educativo: en los últimos 15 años el promedio anual era de 5 millones 560 mil personas [a quienes se les entregó certificado]. En este año hubo un millón 713 personas certificadas de primaria o de secundaria, e incorporadas a un sistema de preescolar a través de guarderías infantiles —y a través de todos los sistemas— de 5.5 millones de personas. Es decir, 800 mil veces más que el 2008 al 2012, solamente en esta administración (versión estenográfica).

La información no tiene pies ni cabeza. Para empezar, el promedio anual de certificados entregado por el INEA en esos años es muy superior al que dice el secretario: poco más de 700 mil. Luego, según el cuarto informe de gobierno, en este año se han entregado un millón 460 mil certificados, más de 400 mil de los que anota el secretario (p. 367). Y que se hayan incorporado a través de todos los sistemas 5.5 millones de personas es simplemente incompatible con sus propios números. Pero lo que definitivamente no tiene comparación es decir que ahora suman 800 mil veces más que del 2008 al 2012. Ni cómo entender nada.

Si se supone que los secretarios de Estado acuden principalmente para rendir cuentas y están “bajo protesta de decir verdad”, cómo puede ser que uno de ellos diga lo que dijo y como si se viera llover. También, por qué ningún diputado alzó la voz para cuestionar los datos del funcionario, la comparecencia es precisamente para eso. Solamente la diputada Araceli Damián le espetó: “No se está trabajando en la reducción de la pobreza, sino en la credencialización de los pobres”. Total, lo mismo dio que Miranda se refiriera a decenas, cientos o cientos de miles de certificados. Tal vez sea un error involuntario, una falsedad completa o una posverdad (post-truth). Esta última es eso que el diccionario Oxford ha incluido para designar aquella circunstancia en la que hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que el apelar a la emoción y a la creencia personal, una era de la política posverdad en la que “es fácil recolectar datos y llegar a cualquier conclusión que se desee” (https://en.oxforddictionaries.com/definition/post-truth). Eso sí, definitivamente, rendición de cuentas no es.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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