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La crisis económica amenaza a la ciencia brasileña
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 736, pp. 8-9 [2017-12-21]
 

El futuro de la ciencia y la tecnología en Brasil pende de la balanza. Para finales de este mes, el Congreso brasileño tendrá que decidir si aprueba un nuevo recorte para el sector de hasta 25 por ciento. Ya para 2017, el Congreso redujo en un 44 por ciento el monto previsto para el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaciones (MCTIC), como parte de las draconianas medidas de austeridad promovidas por el presidente Michel Temer.

El presidente sustenta que los masivos recortes al sector son necesarios ante la crisis económica que enfrenta el país sudamericano desde 2015 (y una desaceleración económica desde 2011). En 2016, el PIB brasileño se contrajo 3.6 por ciento, en lo que representa la peor recesión en la historia reciente del país. Y para este año, se espera un crecimiento de apenas 0.3 por ciento, según el Banco Central.

Temer ha respondido ante la crisis con medidas de choque. En diciembre de 2016, el Congreso—que es controlado por aliados del presidente—aprobó la Propuesta de Enmienda Constitucional 55 (PEC 55), que congela el gasto social federal durante 20 años. La medida fue calificada por el diario Washington Post como “la madre de todas las medidas de austeridad”. También atrajo fuertes críticas de grupos de izquierda y representantes de la ONU. Entre las áreas más afectadas están educación, salud, y ciencia y tecnología (CyT)—todos sectores privilegiados durante los 12 años de gobiernos de izquierda (2003-2015).

Para sus críticos, el gobierno está cometiendo harakiri, al revertir décadas de grandes avances en materia de ciencia y tecnología.

Hoy, Brasil es el líder indiscutible en América Latina en CyT, tanto por el tamaño de su inversión histórica como por su producción en el sector. En 2015, Brasil gastó 1.28 por ciento del PIB en investigación y desarrollo, más del doble que México (0.53 por ciento) y Argentina (0.63 por ciento), y muy por encima del promedio regional, de 0.7 por ciento, según datos del RICYT. El mismo año, el país sudamericano graduaba tres veces más doctores que México: 18,625 contra 5,798. Aún más impactante, investigadores en Brasil publicaron 55,770 artículos en revistas indexadas en el Web of Science, comparado con 15,006 por parte de residentes mexicanos. Las cifras son contundentes, aun ajustando por la diferencia en el tamaño de las dos poblaciones, que es menos del doble.

No obstante, tal ventaja estratégica ahora está el peligro. Los críticos de Temer señalan que los recortes para CyT son aún más radicales que los aplicados a otras áreas, aunque el MCTIC representa apenas 2 por ciento del gasto federal.

“La propuesta es un desastre… significaría el fin del sistema de institutos de investigación en el país”, dijo Ronald Shellard, director del Centro Brasileño de Investigaciones Físicas (CBPF), en entrevista con el diario Estadão. El CBPF es uno de 16 centros de investigación bajo control del MCTIC, que enfrentan nuevos recortes de hasta 39 por ciento.

Temer, anterior vice presidente, tomó poder en agosto de 2016 después del desafuero y destitución de la presidenta Dilma Rousseff. La ex mandataria, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), fue acusada de maquillar las cifras económicas para asegurar su reelección en 2014. Los partidarios de Rousseff califican su destitución como un “golpe de estado” orquestado por políticos de la derecha, muchos de los cuales—incluyendo el mismo Temer—se encuentran enfrascados en sus propios escándalos de corrupción.

Lo que sí está claro es que, para el gobierno de Temer, la inversión en ciencia y tecnología no es prioridad.

En 2017, el presupuesto del MCTIC, que financia la mayor parte de la investigación en CyT en el país, fue de 3.3 mil millones de reales (USD$1 mil millones). Del total, 2.5 mil millones fueron para ciencia y tecnología, y lo demás para comunicaciones. La cifra representa la cuarta parte del presupuesto del ministerio en 2010. En ese año, el monto llegó a un máximo histórico de 8.6 mil millones de reales, equivalente a 10 mil millones en cifras de hoy.

Ahora el panorama parece ir de mal en peor. El paquete económico para 2018, enviado por el ejecutivo a finales de octubre, incluye recortes de 19.5 por ciento para el ministerio. A su vez, la parte correspondiente a ciencia y tecnología se reduciría en un 25 por ciento.

Los científicos reaccionan

Ante tal escenario, la comunidad científica del Brasil se ha puesto en pie de lucha. La Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, el grupo más influyente de científicos en el país, organizó manifestaciones en abril y septiembre en Sao Paulo y otras ciudades en contra de los recortes presupuestales para el sector.

“A pesar de todas las alertas, Brasil mutiló los presupuestos”, Helena Nader, presidenta de la organización, le dijo al periódico Folha de Sao Paulo. “Ellos clasifican a la gente como un gasto, cuando somos una inversión”.

A finales de septiembre, las organizaciones científicas más importantes del país enviaron una carta al presidente pidiendo la liberación de otros 12.8 mil millones de reales para el MCTIC en 2018. Manifestaron lo siguiente: “Como hemos dicho antes, estas son las condiciones esenciales para un proyecto de nación que se preocupe por un desarrollo sustentable, en los aspectos económico, social y ambiental, que conduzca a la mejoría de las condiciones de vida de los brasileños y que asegure la soberanía de la nación”.

Los científicos brasileños también tienen el apoyo de sus colegas a nivel internacional. A finales de septiembre, 23 ganadores del Premio Nobel de distintos países enviaron una carta a Temer expresando su “fuerte preocupación por la situación de la ciencia y la tecnología en Brasil”. Los recortes “van a perjudicar al país por muchos años con el desmantelamiento de grupos internacionalmente reconocidos y una ´fuga de cerebros´ que afectará a los mejores científicos y a los más jóvenes”, dijeron. Además, señalaron que, en otros países, los gobiernos han enfrentado a las crisis económicas con recortes del orden de 5 a 10 por ciento: “Un recorte de más de 50 por ciento es imposible de ser acomodado, y comprometerá seriamente el futuro del país”.

La carta llegó después de una serie de artículos en las prestigiadas revistas Nature y Science, alertando sobre la crisis de Brasil. El presupuesto de 2017 es “un ataque de bomba atómica a la ciencia brasileña”, Luiz Davidovich, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias, le dijo a Nature en abril. El mismo reportaje informó que, según estimados preliminares, el número de artículos publicados por brasileños había bajado en 2016.

A su vez, la comunidad científica brasileña se ha organizado en torno a la campaña Conocimientos sin Recortes, con sede en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, una de las instituciones mejor ranqueadas de América Latina. En octubre, los organizadores entregaron una petición con más de 80 mil firmas a los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, exigiendo la restitución del presupuesto y garantías para la preservación de las universidades públicas. La página web de la campaña (http://www.conhecimentosemcortes.org.br/) mantiene un contador que muestra el tamaño de los recortes al MCTIC al día. Hasta esta semana, la página sumó pérdidas de más de 13 mil millones desde 2015 en fondos para la investigación científica y para las universidades públicas.

Inclusive, el propio ministro del MCTIC, Gilberto Kassab, se ha pronunciado en contra de los recortes. En julio, Kassab (quien es de otro partido que Temer) instó a la comunidad científica a utilizar a los medios de comunicación para presionar al Congreso y al gobierno federal para conseguir más dinero. También criticó la PEC 55, la cual, dijo, ha obligado a los distintos ministerios a pelearse a través de la opinión pública para mantener a flote sus programas.

Los impactos de los recortes

Tales llamados han caído en oídos sordos. Ya se han detenido muchos proyectos de investigación y no se están otorgando fondos para nuevos estudios, según reportó el diario El País. Entre los proyectos en peligro están dos estudios en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, que buscan combatir los efectos del virus de Zika. La enfermedad, que se trasmite por picadura de mosquitos, causa microcefalia en bebes nacidos de madres infectadas.

El propio Laboratorio de Computación del MCTIC está enfrentando problemas de financiamiento. Éste alberga el Santos Dumont, el computador más potente de Brasil y uno de los más veloces del mundo. Actualmente, hay unos 70 proyectos que están utilizando el equipo, en temas que van desde la evolución de la galaxia hasta la búsqueda de medicamentos y vacunas para enfermedades tropicales. La máquina, que consumo 500 mil reales al mes en luz, estaba a punto de ser desconectada hace unos meses. Pero el ministerio la salvó a último momento con la liberación de 500 millones de reales para becas e institutos de investigación, según El País.

Los recortes también han pegado fuertemente al Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia, el cual perdió 62 por ciento de su presupuesto previsto para 2017. El instituto, fundado en 1954, realiza investigación del medio ambiente de la región para “promover el bienestar humano y el desarrollo socioeconómico tropical”.

Otros centros han sufrido recortes similares. Destaca el Centro Brasileño de Investigación Física, con sede en Rio de Janeiro. Fundado en 1949, fue la primera institución del país enfocada en la ciencia básica. Hoy realiza estudios en campos de punta como la energía renovable, la nanotecnología y la biomedicina, entre otros. Sin embargo, la falta de presupuesto hace casi imposible mantener operando los equipos, que valen cerca de 100 millones de reales, según El País.

Ante tal escenario, los directores de los centros publicaron un manifiesto en julio alertando sobre los efectos de la crisis presupuestal. Argumentaron que los recortes causarían “daños irreversibles a instituciones estratégicas, privando al Estado brasileño de instrumentos esenciales para cualquier movimiento de recuperación en nuestra economía”.

Por su parte, el ministro Kassab sigue batallando por mayores fondos. El funcionario anunció en noviembre que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) había aprobado un préstamo de 1.5 mil millones de dólares para investigación e innovación en Brasil durante los próximos cinco años. “Es la mayor inversión en la historia del BID en ciencia, investigación e innovación”, declaró Kassab. Sin embargo, muchos críticos cuestionan si los fondos serán suficientes para evitar el colapso del sector. Cabe resaltar que la MCTIC no es la única institución científica que ha sufrido de los recortes presupuestales—aunque sí la más afectada. También se redujo el presupuesto de la fundación CAPES, organismo vinculado al Ministerio de Educación y Cultura, que se encarga de las becas para estudios de posgrado, así como de la evaluación de los programas.

A su vez, la crisis económica ha golpeado fuertemente a las agencias estatales de investigación. Por ley, éstas reciben una proporción fija de los impuestos estatales—un monto significativo, debido al sistema fiscal descentralizado.

Tal es el caso de la FAPESP de Sao Paulo, la primera y más importante de las fundaciones de investigación estatales. La Constitución estatal de 1947 garantiza que 1 por ciento de los ingresos de Sao Paulo van para la investigación científica. Asimismo, las tres universidades estatales de Sao Paulo reciben 9.57 por ciento de la recaudación de impuestos locales. Debido a tal provisión, el estado siguió avanzando en materia de ciencia y tecnología durante la crisis inflacionaria de los años noventa, afianzando su liderazgo científico en el país.

No obstante, en enero de 2017, el congreso de Sao Paulo votó por reducir el monto de impuestos asignados a la FAPESP a 0.89 por ciento, lo que representó una pérdida estimada en 120 millones de reales en 2017. A su vez, las tres universidades—que incluyen las dos mejor ranqueadas de América Latina—están en números rojos, debido a la disminución en el monto de impuestos recaudados.

Antes y después

Tal situación amenaza con revertir los grandes avances en la ciencia y tecnología brasileña durante siete décadas. Empezando en los años 30, el gobierno brasileño fijó la meta de lograr la autosuficiencia tecnológica, debido a su lejanía geográfica de las grandes potencias en la materia: Estados Unidos y Europa. A la vez, se apostó por el desarrollo científico como parte de un proyecto de nación, con estrategias de largo plazo—una novedad para la región.

A partir de los años 50, el gobierno empezó a invertir fuertemente en ciencia y tecnología. En 1951, se crearon las dos agencias encargadas del sector: el Consejo Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y la Coordinación del Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (CAPES). En comparación, el CONICET de Argentina se fundó en 1958 y el Conacyt de México, hasta 1970.

Tales esfuerzos ganaron impulso durante la dictadura militar de 1964 a 1985, lo que representa una anomalía para la región. Por un lado, los militares reprimieron a sus opositores en las universidades. Y por otro, promulgaron una Reforma Universitaria en 1968, que creó las bases para un robusto sistema de posgrado en el país. También se crearon fondos nacionales para fomentar la ciencia y tecnología, políticas que continuaron bajo los gobiernos civiles en el periodo pos-dictadura. Durante esas décadas, se desarrollaron muchas industrias de alta tecnología, en áreas como la biotecnología, la bioagricultura y la aeronáutica. Como resultado, Brasil es el único país de la región que cuenta con su propia empresa de aviones, Embraer.

La edad de oro de la ciencia brasileña

Sin embargo, el mayor impulso para el sector se registró durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), cuando se duplicaron el número de investigadores y estudiantes en las universidades públicas. A la vez, hubo un incremento masivo en la publicación de artículos en revistas arbitradas. Si en 2000, Brasil produjo 43 por ciento de las publicaciones en América Latina, para 2008, esa proporción llegó a 55 por ciento.

Para el final del gobierno de Lula, en 2010, el país fue visto como un ejemplo para la región y el mundo por el tamaño de sus avances en CyT. En ese año, la revista Nature publicó un reportaje con el título “Altas expectativas para la ciencia brasileña”. La revista le dio la mayor parte del crédito al presidente petista: “Con un gobierno que está convencido de que la ciencia es una parte esencial de una economía en crecimiento, los investigadores en Brasil nunca han visto tiempos mejores”.

En mayo de 2010, Lula fue recibido con una ovación de pie al hablar ante la cuarta Conferencia Brasileña de Ciencia, Tecnología e Innovación. En el evento, que atrajo a unas 4 mil personas, el presidente declaró lo siguiente: “Estamos apenas comenzando, un comienzo excepcional, pero aún falta mucho”, y agregó, “el dato concreto es que hoy tenemos otro paradigma de país”.

El mismo año, Lula fijó la meta de incrementar la inversión en CyT a 2 por ciento del PIB para 2020. Sin embargo, el siguiente año, el ritmo de crecimiento económico bajó de 7.5 por ciento a menos de 4 por ciento del PIB. Esto debido a la caída en el precio de materias primas a nivel internacional y la inestabilidad de la economía china, uno de los principales socios comerciales de Brasil. Como resultado, el gobierno de Rousseff, ex jefa de gabinete de Lula, empezó a recortar algunos fondos para ciencia y tecnología.

En 2011, el presupuesto del MCTIC bajó de 3.3 millones de dólares a poco más de 3 mil millones. Entre las dependencias más afectadas fue la Secretaría de Inclusión Social, instancia creada por Lula dentro del ministerio, que perdió la mitad de su presupuesto, según SciDev.net.

No obstante, también hubo importantes avances en CyT durante el gobierno de Rousseff. En 2011, la presidenta lanzó el programa Ciencia sin Fronteras, que enviaría a casi 100 mil estudiantes brasileños a cursar programas de licenciatura y posgrado en las mejores universidades del mundo. En 2014, Rousseff anunció planes para otras 100 mil becas a partir del siguiente año.

Para 2015, sin embargo, la economía brasileña entró en plena recesión. Y un año después, Rousseff fue destituida por sus opositores en el Congreso. Temer, quien actuó como presidente interino entre mayo y agosto de 2016, pronto empezó a desmantelar gran parte de los programas sociales creados durante los gobiernos petistas. Entre ellos está Ciencia sin Fronteras, que está casi detenido.

Ante ese panorama, parece difícil imaginar hoy el clima de optimismo que predominaba en el país en 2010. En ese año, el ministro de Ciencia y Tecnología, Sergio Rezende, declaró lo siguiente sobre el futuro de la CyT brasileña: “Creo que hemos llegado a un punto en que el sector crecerá de forma orgánica, para que la próxima persona no tendrá que hacer mucho”.

La llegada de Temer indica lo contrario. Resulta que la voluntad política sí cuenta, y cuenta mucho. El futuro de la ciencia brasileña depende de ello.


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