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El magisterio y la política educativa
Humberto Muñoz García
Campus Mileno, Núm. 741, pp. 6 [2018-02-08]
 

Los estudiosos de la educación estamos siguiendo en detalle las campañas políticas, las declaraciones de los candidatos y sus programas. Lo que planteen en el terreno educativo es definitorio para el desarrollo del país. Porque la educación formal impacta el bienestar de las colectividades y de las personas. Forma ciudadanos y fuerza de trabajo capacitada. La educación es una esfera de singular importancia para la vida social y política, con graves problemas para su buen funcionamiento.

En estos días, las “pre”campañas electorales pusieron atención a aspectos educativos. De pasada, han tocado algunos asuntos de interés para la sociedad y el magisterio, que es un sector al que se busca atraer por su capacidad de auspiciar las votaciones a favor o en contra de alguno de los partidos o candidatos.

Los profesores educan a niños y jóvenes. Son quienes influyen en los estudiantes para lograr un buen aprendizaje, siempre que se brinden condiciones adecuadas. Pero, escuelas maltrechas, sin aulas y espacios agradables para jugar, sin electricidad, sin baños, con pupitres inservibles, no son el medio para cumplir las tareas educativas. Estudiantes mal alimentados y profesores tratados indignamente, no producen buenos rendimientos, a lo que se suman las relaciones corporativas malsanas del sindicato con el gobierno.

Las fuentes estadísticas señalan que hay 1.6 millones de profesores de nivel básico, de los cuales 8 de cada 10, aproximadamente, trabajan en escuelas públicas. Es fundamental tener en cuenta que casi 1/3 son mujeres. Todos trabajan 6 horas diarias, cinco días a la semana. Más del 80 por ciento tiene contrato por tiempo indefinido, esto es, se trata de una profesión con “estabilidad” laboral y bajo retorno económico.

Si los profesores son la columna vertebral, entonces habría que comenzar por pagarles un salario que les permita tener una vida digna. Según fuentes oficiales (INEGI) se ha reducido la proporción de maestros que ganan más de cinco salarios mínimos. Los maestros reciben un salario promedio de 9 500 pesos al mes. Y, como es un promedio esconde que hay poco más de ¼ que gana menos de cinco salarios mínimos.

El maestro es modelo, y tenerlo en malas condiciones económicas rompe no solo su prestancia y respeto, sino también su ética. Además, las autoridades parecen renuentes ante la necesidad de que los profesores sigan educándose a lo largo de su vida.

Aparte de sus bajos ingresos, la reforma educativa trajo otros temas a debate que merecen retomarse en las campañas, porque los maestros demandan que las evaluaciones a su desempeño no pongan en riesgo su trabajo, que la evaluación no sea homogénea, esto es, sin tener en cuenta el entorno social y cultural, afinar los mecanismos escalafonarios para que haya estímulos a la superación académica, establecer programas y tiempos para que se pongan al día, acabar con las plazas que se usan para fines distintos a la docencia, y que se apoye a las normales y a sus egresados. En suma, respeto a sus derechos laborales, mejoría a las condiciones de trabajo y estimular que la sociedad les otorgue más prestigio.

Hay necesidad de llegar a un nuevo pacto que libere las fuerzas para que tengamos un mejor sistema educativo, para transformar el que tenemos, porque funciona mal. Sobre este punto, se ha escrito bastante en las instituciones de educación superior, y sería deseable que se discutan otros tópicos anudados.

Se trata de plantear cómo cambiar sustancialmente el sistema educativo y cada uno de sus subsistemas. En el nivel básico se sugiere flexibilidad para integrar la educación a nivel nacional, regional y local. Hay que pasar de un enfoque homogéneo en la enseñanza a un modelo que fortalezca el federalismo y forme en valores pertinentes para crear paz, desarrollo económico y participación social, para reconstruir la cohesión. Un modelo educativo que valore la multi diversidad cultural y étnica, con formas de gestión que satisfagan las necesidades de la docencia, distintas en cada espacio nacional, y que ponga al magisterio en el centro de la política educativa.

La realidad política del sistema educativo hace necesario revisar todo lo que corresponde a la evaluación docente para que, en efecto, la evaluación sirva para modificar la política educativa y para que el sistema logre como tal una mejor eficiencia y satisfacción para todos los involucrados en el hecho educativo. La evaluación no es para castigar sino para corregir trayectorias y rumbos. En atención a las labores del magisterio, y al aprendizaje de los niños, debe mejorarse el equipamiento y la infraestructura escolar.

En suma, es de la mayor importancia hacer un acuerdo que le permita al Estado mantener la rectoría de la educación, recuperar la gobernabilidad e inaugurar un nuevo período de paz con desarrollo y crecimiento económico. Menudo reto.


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