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Populismo y la revancha contra las universidades
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 800, pp. 14-15 [2019-05-09]
 

¿Qué tienen en común Andrés Manuel López Obrador, Donald Trump y Jair Bolsonaro? O, de igual forma, ¿Recep Tayyip Erdoğan de Turquía, János Áder de Hungría y Daniel Ortega de Nicaragua? Todos son líderes populistas que han lanzado campañas de hostigamiento y desprestigio contra las universidades, y las universidades públicas en particular. A pesar de sus diferencias políticas o regionales, todos buscan desacreditar o desaparecer a sus críticos dentro de la academia, a quienes ven como una amenaza a su poder.

Si hay algo que une a los populistas de derecha e izquierda es la profunda desconfianza que sienten hacia los intelectuales y los expertos (que no siempre son lo mismo) e inclusive hacia la ciencia misma. Tal tendencia ha ido en aumento en los últimos años con el auge del populismo al nivel mundial. El anuncio del presidente brasileño la semana pasada de recortes masivos para tres universidades federales, en represalia por protestas antigubernamentales realizadas dentro de sus campus, es solo un ejemplo de la revancha populista en contra de las universidades públicas. Veamos algunos de los casos más representativos alrededor del mundo.

México

A pesar de que los universitarios —tanto estudiantes como profesores— votaron en masa por López Obrador, la relación entre el presidente y las universidades públicas está cada vez más difícil. Desde que tomó posesión en diciembre de 2018, el también fundador del partido izquierdista Morena ha lanzado una campaña de desprestigio hacia las universidades públicas, tachándolas de corruptas y privilegiadas y arremetiendo contra la “mafia de la ciencia”. Tales comentarios han sido acompañados de fuertes recortes a las universidades y a la investigación científica. También han reinado la incertidumbre y los “errores” en el trato del gobierno federal hacia las universidades.

En noviembre del año pasado se filtró que el proyecto de presupuesto federal para 2019 contenía recortes de 35 por ciento para las universidades públicas. Aunque el presidente después aclaró que el monto representó un “error”, su partido, que tiene mayoría en el Congreso, terminó aprobando reducciones para las universidades federales y estatales para este año, de 6.1 y 3.4 por ciento respectivamente. Además, el Congreso desapareció la partida para ayudar a las universidades estatales a enfrentar sus crisis financieras, bajo la lógica de que sus problemas se debían al mal manejo de los recursos y no a la falta de apoyos gubernamentales.

El Congreso aplicó recortes aún más fuertes a los rubros de ciencia y tecnología, con una reducción de 6.5 por ciento para el Programa Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y 12.6 por ciento para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). El recorte para Conacyt representa una pérdida de 40 por ciento con respecto al monto de 2015 y un regreso a los niveles presupuestales de 2011, según una carta enviada por las principales organizaciones científicas al la Cámara de Diputados en diciembre.

Al mismo tiempo, el ejecutivo mandó al Congreso una propuesta de “contra reforma educativa” que eliminaría el concepto de autonomía universitaria del artículo tercero de la Constitución. Después de provocar pánico entre las administraciones universitarias, otra vez el gobierno declaró que había sido un “descuido”. Sin embargo, se tardó meses en rectificar el “error” en la legislación propuesta al Congreso federal.

Cuando empezaron a llover las críticas de la comunidad científica, López Obrador aprovechó su conferencia de prensa matutina para contraatacar. “Hay toda una campaña y es importante ventilarlo, están muy molestos algunos del Conacyt porque hay mafias en todo, hasta en la ciencia, porque tenían sueldos elevadísimos y tampoco tenían tanto nivel académico, entonces se sienten desplazados”, afirmó.

Otro reflejo del bajo concepto en que tiene López Obrador a la “élite científica” fue la designación de una licenciada en diseño de modas como la nueva directora de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad (Cibiogem). También se nombró a un estudiante de tercer semestre de la licenciatura como el responsable de comunicación social de Conacyt. Otra vez explotó la polémica y ambos funcionarios fueron sustituidos.

No obstante, el líder de la llamada “Cuarta Transformación” no ha desistido en sus planes por crear un nuevo sistema de educación superior en comunidades pequeñas: el Sistema de Universidades para el Bienestar Benito Juárez García. A pesar del nombre rimbombante, el sistema contará con un presupuesto relativamente modesto de mil millones de pesos para construir o rentar instalaciones y operar 100 instituciones para 32 mil estudiantes en este año. Además, entre las 36 carreras que se ofrecerán en distintas sedes, la segunda con mayor presencia fue hecha al gusto del presidente: la licenciatura en Educación Física con especialidad en Beisbol, que se impartirá en 10 de los 100 planteles. A su vez, se ofrecerá una sola carrera relacionada con las artes—la de Música y Laudería, en una escuela en Veracruz— según reportó Animal Político.

Es decir, se recortó dinero para las instituciones establecidas en donde, según el presidente, reside la mafia científica. Y se crea otro sistema para convertir a México en una potencia en beisbol. Así será difícil cumplir con la meta presidencial de expandir la matrícula del actual 34 por ciento a 50 por ciento en este sexenio.

Estados Unidos

En sus tres años en el poder, el presidente Donald Trump ha llevado una campaña sistemática en contra de la “élite científica” de su país. A través de cambios legislativos y administrativos, recortes presupuestales para la investigación y nuevas reglas para las universidades, el presidente ha buscado frenar a sus críticos y alentar a sus aliados. El republicano también ha recurrido a su medio de comunicación favorito, Twitter, para dejar en claro su desdén hacia la comunidad científica.

En marzo, Trump emitió una orden ejecutiva referente a la libertad de expresión en las universidades. En principio, el directivo ordena a las instituciones garantizar la libertad de expresión para todos, aunque en la práctica sirve para que sus aliados en la extrema derecha puedan realizar proselitismo dentro de los campus. En los últimos años, estudiantes en docenas de universidades han realizado protestas para evitar que ponentes ultraconservadores—muchos de quienes propagan mensajes racistas, anti- islámicos y xenofóbicos—imparten conferencias en sus universidades. La orden de Trump condiciona fondos federales para las instituciones bajo el requisito de que “aseguren la libertad de expresión”.

Es una vieja táctica de Trump. A principios de 2016, el magnate republicano amenazó a la Universidad de California en Berkeley después de que grupos estudiantiles progresistas frenaron el discurso del provocador ultraderechista Milos Yiannopoulos, chocando con grupos conservadores. “Si U.C. Berkeley no permite libertad de expresión y practica violencia en contra de personas inocentes que expresan otro punto de vista”, escribió el mandatario en un tuit, “¿NADA DE FONDOS FEDERALES?”.

En otro ejemplo, Trump, quien niega la existencia del cambio climático, ha prohibido que científicos externos asesoren a la Agencia de Protección Ambiental. Inclusive ha mandatado la desaparición del término “cambio climático” dentro de las agencias federales.

Tales acciones han tenido un impacto directo en las universidades y los centros de investigación. En una encuesta aplicada por la Sociedad de Científicos Preocupados (Society of Concerned Scientists) el verano pasado, muchos científicos reportaron haber recibido instrucciones de no trabajar en temas de cambio climático o de utilizar el término en su trabajo. Dichos directivos han generado “una cultura de miedo” dentro de la academia, dijo Gretchen Goldman, la funcionaria del grupo encargada de monitorear política científica, a la revista Pacific Standard.

Sin embargo, Trump no solo ha arremetido contra la ciencia. También ha implementado recortes masivos a las artes y las humanidades, áreas que ve como superfluos y hasta contraproducentes. El proyecto de presupuesto presentado por Trump el 11 de marzo eliminaría, por tercer año consecutivo, el financiamiento federal para el Fondo Nacional de las Artes (NEA) y el Fondo Nacional de las Humanidades (NEH), además de recortes para los medios públicos. No obstante, se espera que de nuevo los demócratas entren al rescate de estas agencias federales, que históricamente han sido las mayores fuentes de apoyos gubernamentales para dichas áreas.

Brasil

No es por nada que le llaman a Jair Bolsonaro el “Trump de América Latina”. El 26 de abril, el presidente brasileño anunció planes de eliminar fondos para los programas de sociología y filosofía en las universidades federales. La medida forma parte de la misión del ex militar de ultra derecha de “erradicar el marxismo” en las instituciones. Días después, el Ministerio de Educación anunció una reducción de 30 por ciento en el presupuesto de tres universidades federales acusadas de “sembrar el desorden”, luego de que estudiantes de esas instituciones organizaron protestas antigubernamentales.

Bolsonaro insiste en que los programas representan un mal uso de los impuestos de los contribuyentes, bajo el argumento de que sus egresados no encuentran trabajo. "El objetivo es centrarse en las corrientes que generan un retorno inmediato al contribuyente, como los estudios veterinarios, de ingeniería o médicos", explicó el presidente en su cuenta de Twitter. A su vez, los recortes presupuestales buscan aplastar la creciente oposición a su gobierno entre estudiantes y profesores.

"Cuando la gente va a la universidad para ir de fiesta, hacer alboroto, faltar a clases o asistir a seminarios absurdos que no aportan nada a la sociedad, se desperdicia dinero ganado con sudor", argumentó el ministro de Educación, Abraham Weintraub, en una conferencia de prensa el 10 de abril. Por el momento, los recortes afectarían a la Universidad Federal de Bahía, la Universidad Federal Fluminense y la Universidad Nacional de Brasilia. Sin embargo, el gobierno insinuó que otras instituciones podrían verse afectadas si no reprimen a sus movimientos estudiantiles. Las tres universidades—dos de las cuales están entre las mejor posicionadas de Brasil—llegaron a la atención del Ministerio después de que se realizaron en sus campus "manifestaciones contra el fascismo" o debates que incluían políticos de izquierda, según reportes de prensa.

No es la primera vez que el líder brasileño busca reprimir a la oposición universitaria. Durante su campaña presidencial, Bolsonaro amenazó con combatir la libertad académica para dar fin al “proselitismo marxista”. Después de tomar posesión el primero de enero, Bolsonaro y sus aliados lanzaron una cacería de brujas contra “profesores indoctrinadores” que buscan “lavar el cerebro” de sus estudiantes. Algunos profesores han sido detenidos bajo cargos de violar las leyes electorales, después de criticar a Bolsonaro en frente de sus estudiantes. En el caso más extremo, un reconocido profesor de capoeira de Bahía fue apuñalado 12 veces por un simpatizante del presidente. La razón: el profesor había admitido públicamente que votó por el candidato de izquierda, Fernando Haddad.

Para muchos académicos, la campaña trae malos recuerdos de la dictadura militar de 1964 a 1985, cuando cientos de militantes de izquierda (muchos de ellos profesores y estudiantes) fueron asesinados; miles más fueron torturados, encarcelados y mandados al exilio. Bolsonaro, cuyo vicepresidente es un general retirado, es un defensor feroz de la dictadura. El pasado 31 de marzo, el presidente ordenó a las fuerzas armadas a conmemorar el golpe de estado militar de hace 55 años, evento que es conocido por la derecha brasileña como “la Revolución”.

Bolsonaro también ha buscado revertir las políticas de acción afirmativa en las universidades públicas, como parte de sus esfuerzos por desmantelar las medidas compensatorias para la mayoría afrobrasileña. Las políticas, que fueron implementadas en las primeras universidades en 2003 para después extenderse a nivel nacional, reservan la mitad de los lugares en más de 100 universidades públicas para los egresados de escuelas públicas, estudiantes pobres y afrobrasileños—todos grupos tradicionalmente excluidos de la educación superior del país. El conjunto de medidas refleja la visión de Bolsonaro de que “no todos deben ir a la universidad”.

Populismo y violencia

La revancha de los populistas en contra de la educación superior toma tintes aún más violentos en otros partes del mundo. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdoğan ha lanzado una campaña de terror en contra de los académicos, en un esfuerzo por aplastar la oposición a su gobierno autoritario y ultraconservador. En los últimos tres años, cientos de académicos han sido detenidos y miles más despedidos de sus cargos bajo acusaciones de terrorismo o de participar en el intento fallido de golpe de estado de julio de 2016, según Human Rights Watch. El combate gubernamental hacia los académicos ha generado un clima de miedo y auto censura en las universidades, con efectos de largo alcance.

Hungría es otro país en donde el ascenso de un presidente populista de derecha ha tenido un efecto escalofriante en las universidades. En septiembre de 2018, el gobierno del presidente János Áder anunció planes para eliminar los programas de estudios de género e investigación en migración—áreas académicas que son vistas como hostiles al gobierno.

Áder también ha lanzado una campaña de hostigamiento contra la Universidad Central Europea, una institución privada fundada en 1991 por el magnate y filantrópico de origen húngaro, George Soros. La universidad, que cuenta con una sede en Viena, ofrece cursos de nivel posgrado a unos 1,500 estudiantes de más de 100 países. Tal enfoque internacionalista es visto por el presidente como una amenaza a su programa ultranacionalista y antiinmigrante. Durante los últimos años, el gobierno ha intentado cerrar la universidad, desatando protestas masivas.

En un último caso, el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua ha lanzado una campaña brutal contra las universidades, en un intento desesperado por mantenerse en el poder. Más de 300 personas—incluyendo un número desconocido de estudiantes universitarios— han muerto a manos de las fuerzas de seguridad y paramilitares desde el arranque de las protestas estudiantiles hace un año. Los estudiantes exigen la renuncia del ex líder sandinista, a quien acusan de haber establecido una dictadura familiar junto con su esposa, la vice presidenta Rosario Murillo. Por su parte, Ortega ha ordenado la detención de cientos de estudiantes y otros opositores bajo cargos de terrorismo, acusándolos de ser “agentes de del imperio estadounidense”.

Las verdades del populismo

El auge del populismo a nivel mundial tiene sus máximas expresiones en el Brexit en Inglaterra y en la elección de Trump en Estados Unidos. Pero las razones que le da origen no están confinadas a esos países. Incluyen el descontento generalizado hacia las políticas neoliberales, los partidos políticos establecidos y cualquier sector que es percibido como la “élite”. Por otro lado, el populismo revela el anhelo por un pasado imaginario en donde hubo verdades más sencillas—lejos del terrorífico espectro del calentamiento global o las migraciones desenfrenadas. Es decir, lejos de las verdades incómodas de los intelectuales y la ciencia.


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