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El SNI ¿sirve para las instituciones tecnológicas de educación superior?
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm. 817, pp. 5 [2019-09-12]
 

El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) se creó en 1984 a instancias de la Academia de la Investigación Científica (hoy Academia Mexicana de Ciencias), con el propósito de apoyar, mediante estímulos económicos, la permanencia de académicos de alto nivel en universidades y centros de investigación cuyos ingresos habían sido afectados por la crisis económica de 1982. La primera generación constó de 1,396 investigadores.

A 35 años de distancia puede afirmarse que el sistema, cuya administración siempre ha estado en manos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, ha alcanzado un grado de madurez importante. Cuenta en la actualidad con más de treinta mil integrantes distribuidos en siete áreas: físico matemáticas y ciencias de la tierra; biología y química; ciencias médicas y de la salud; humanidades y ciencias de la conducta; ciencias sociales; biotecnología y ciencias agropecuarias; e ingenierías. Los miembros del SNI se distribuyen también por categorías según el nivel académico apreciado por las comisiones dictaminadoras: candidatura (7,489, 24.5 por ciento), nivel 1 (15,998, 52.4 por ciento), nivel 2 (4,578, 15.0 por ciento) y nivel 3 (2,493, 8.2 por ciento).

El sistema fue concebido como una estrategia de política científica, sin embargo, desde sus primeras etapas se entrecruzó con la generación de políticas de educación superior emprendidas desde los primeros años noventa. Los puntos de intersección son múltiples, aunque entre ellos destacan dos: primero, la influencia de los mecanismos de evaluación académica del SNI sobre los programas universitarios de estímulos adoptados, primero en la UNAM y la UAM, luego en el resto de las universidades autónomas y más recientemente en las demás instituciones públicas de educación superior, incluidas las escuelas normales. Segundo, la participación de investigadores nacionales como criterio para evaluar el grado de consolidación de cuerpos académicos, y para evaluar los programas que solicitan ingreso o permanencia en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad, entre otros aspectos.

Dado que la mayor parte de la investigación en ciencias, ciencias sociales y humanidades que se hace en México ocurre en el sistema de universidades autónomas y en centros públicos de investigación, no es de extrañar que el SNI reproduzca en su organización y gobernanza, en la integración de sus comisiones dictaminadoras y en los criterios de evaluación de las áreas, las “reglas de juego” que ordenan la vida académica en estas instituciones. Los criterios centrales de evaluación son la publicación de artículos en revistas académicas arbitradas y con proyección internacional, la producción de libros que den evidencia de investigación original, y la dirección de tesis de posgrado, preferentemente de nivel doctoral. En las grandes universidades públicas, así como en los principales centros de investigación del país, estos requisitos hacen parte de la cultura académica ordinaria. Pero no necesariamente es el caso en otros conglomerados de educación superior.

Tomemos el caso de las instituciones de tipo tecnológico. Es relevante por varias razones, una de las cuales, probablemente la principal, radica en la insistencia, en al menos las últimas dos décadas en fomentar la formación de profesionales en esta área mediante la creación de un gran número de institutos tecnológicos, universidades tecnológicas y universidades politécnicas. En la actualidad los institutos reunidos en el Tecnológico Nacional de México suman 254 instituciones, de las cuales 126 son federales y 128 descentralizados. Además, se han creado 106 universidades tecnológicas y 62 universidades politécnicas. Este conglomerado de 422 instituciones atiende a más de 600 mil estudiantes de nivel licenciatura, prácticamente una tercera parte del total nacional y, al menos en teoría, los profesores de tiempo completo deben contar con posgrado e integrar funciones de docencia y creación de conocimiento. Cabe preguntar entonces: ¿estos académicos tienen acceso al SNI? ¿en qué medida y con cuál representatividad cuantitativa?

En los IT federales trabajan un total de 9,530 profesores de tiempo completo. Forman parte del SNI únicamente 669 académicos, lo que representa el 7.0 por ciento de ese plantel. Además, los investigadores nacionales que son profesores de tiempo completo en los institutos federales se agrupan en un número limitado de sedes. Si tomamos como criterio de corte aquellas que cuentan con al menos veinte investigadores nacionales tenemos las siguientes: Tuxtla Gutiérrez (20); Durango (22); Veracruz (24); Orizaba (24); La Laguna (26); Aguascalientes (26); Ciudad Madero (31); Morelia (39); Celaya (51) y Tijuana (55). Más aún, entre los 126 IT federales solo 74 cuentan con al menos un investigador nacional.

En el subsistema de IT descentralizados el panorama no es mejor, sino al contrario. De los 3,261 profesores de tiempo completo en estas instituciones, solamente 113, es decir el 3.5 por ciento son investigadores nacionales, y de ellos la totalidad en las categorías de candidato o nivel uno. La sede que sobresale por el número de académicos con SNI es el Tecnológico Superior de Irapuato que tiene 22, esto es casi una quinta parte del total.

Las universidades tecnológicas, por su parte, cuentan con 4,179 profesores de tiempo completo, de los cuales 95 (2.3 por ciento del total) participan en el SNI. De este grupo, solo dos personas son investigadores del segundo nivel, el resto candidatos o nivel 1. El caso de las universidades politécnicas es algo distinto. En ellas trabajan de tiempo completo 1,373 profesores, de ellos 236 (17.2 por ciento) cuentan con el reconocimiento del SNI. Por supuesto, en el segmento que estamos examinando esta proporción es relevante, no lo es tanto si se compara con la proporción correspondiente en las universidades y centros de investigación. Además, solamente cinco académicos están en el nivel dos, únicamente una en el nivel tres y prácticamente la mitad son candidatos o candidatas.

Para pensar: ¿debe el SNI ajustar criterios para aproximarse a las prácticas académicas del sistema tecnológico de educación superior o este subsistema adecuarse al perfil del SNI?


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