MOTOR DE BÚSQUEDA PARA ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Autor  Periódico  Año 
Mostrar Introducción

Revisión por pares
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 160 [2006-01-12]
 

Las tribulaciones de la investigación con células troncales y especialmente las omisiones y el engaño cometido por el científico coreano Woo Suk Hwang en su propósito de avanzar en el campo de la clonación terapéutica es un hecho relevante por diferentes motivos. En el medio ya se identifica como un fraude y el prestigio del científico ha quedado en tela de juicio.

Después de ocupar una posición de liderazgo y ser reconocido como héroe en Corea del Sur, su país natal, el científico ha caído en el descrédito y probablemente no lo recuperará más. Todavía no queda claro si efectivamente, como lo afirmó el propio Hwang cuando renunció a su institución, la tecnología para la reproducción de células troncales puede y debe serle atribuida, pero ahora difícilmente contará con elementos para continuar su trabajo. Pero más allá de los problemas personales del doctor Hwang, de la ética en la práctica científica puesta en evidencia con el caso o de la incertidumbre que todavía acompañará al avance de la clonación terapéutica, lo que sucedió es también relevante porque muestra, como ha ocurrido en el pasado, los mecanismos sociales de la práctica científica.

Por ejemplo, se ha cuestionado si el caso no pone en entredicho, una vez más, los controles de las revistas científicas serias para la publicación de trabajos. La revista Science es, junto con la revista Nature, una de las más restrictivas en sus procesos de arbitraje. Incluso la primera señala que la competencia por obtener un lugar en sus páginas es muy reñida y advierte que los artículos pueden ser devueltos sin haberlos revisado minuciosamente, dado que da prioridad a los que abordan nuevos conceptos y tienen un amplio interés.

La pregunta es si Science pudo haber detectado los errores o el fraude de la investigación del científico coreano. Está claro que no lo hizo. En caso contrario probablemente no se hubiera publicado y tampoco nos habríamos enterado. El editor en jefe de la revista, Donald Kennedy, argumentó que era casi imposible detectarlo, puesto que la revisión por pares ("peer review") no lo pudo hacer. (cfr. Jennifer Couzin "...And How the Problems Eluded Peer Reviewers and Editors". Science 6 January 2006. www.sciencemag.org).

En el caso de la publicación en revistas, la revisión por pares, es el mecanismo mediante el cual se somete un texto al escrutinio de dos o más expertos. Los revisores o expertos valoran el trabajo y dictaminan si debe o no publicarse. Las opciones pueden ir desde publicarlo tal cual, abundar en algunos detalles, modificar radicalmente algunos aspectos o en definitiva no publicarlo. Sin embargo, como también se sabe, la opinión de los revisores expertos no es unánime ni tampoco es la que necesariamente prevalecerá, puesto que se trata de consultores. Cuando las opiniones de los expertos se dividen en partes iguales sobre la conveniencia de publicar o no un texto, la salida es buscar una tercera opinión. No obstante, también es cierto que en no pocos casos y con independencia de una tercera opinión, la decisión última y de mayor peso es la del responsable de la revista.

No es un una novedad pero cabe notar que la aprobación de un texto para su publicación no depende del texto en sí mismo, de su posible contribución o de una valoración aséptica. Como lo muestra el affaire Hwang y como suele ocurrir, la publicación se vio influida por quien era el autor y también por el tema abordado. El científico coreano había cobrado notoriedad por sus trabajos anteriores, era ya una figura pública y una autoridad en el campo de la clonación terapéutica, por lo que la publicación de sus trabajos era esperada, e incluso estaba en disputa, por las revistas especializadas. También está claro que Science, al igual que Nature, buscan los trabajos más novedosos y originales, como el de los avances en clonación terapéutica, por lo que rechazar uno de esos textos implica arriesgarse a perder los créditos correspondientes de un descubrimiento relevante.

No se trata de especulaciones. Uno de los artículos de Hwang, el publicado en el 2005, tardó 58 días en ser aceptado, mientras que el promedio de aceptación es de 81 días, según lo indica Couzin. Pero el punto es que en la revisión por pares, como lo señaló uno de los expertos a la revista Science, se ven lo datos, no se cuestiona si son fraudulentos, más bien se califica si son novedosos y si realmente representan una contribución. En efecto, el mecanismo de revisión por pares no está diseñado expresamente para prevenir fraudes, asume que quien elaboró el trabajo actuó de forma honesta y por ello lo somete al juicio de los pares.

Salvo los casos en que la revisión por pares reconoce claramente un plagio, es más difícil detectar la falsificación de los datos o parte de los mismos -como en las gráficas que presentó Hwang- para favorecer los resultados a los que se quiere llegar o la invención de datos que no se tienen. En realidad no se conoce el porcentaje de fraudes que se han cometido o que se intentan cometer en el campo científico. En buena medida se saben cuando los competidores por distintas razones los descubren, los colaboradores lo delatan o cuando se intenta replicar el mismo estudio y se obtienen conclusiones diferentes.

El caso del científico coreano guarda cierta similitud con el episodio de hace una década conocido como la broma de Sokal. Los resortes son diferentes pero coinciden en sus motivaciones. En el primero, el físico Alan Sokal se burló del discurso posmodernista, al enviar a la revista Social Text un texto de su autoría, sumamente abigarrado y sin sentido, pero que fue aprobado para su publicación. El físico expuso después en un libro que buscaba poner en evidencia la ligereza del discurso postmoderno y la ausencia de controles de la citada revista.

Quizás conviene recordar, como lo mostró Pierre Bourdieu, que el campo científico se define por lo que está en juego, en este caso "una lucha competitiva que tiene por desafío específico el monopolio de la autoridad científica". A su vez, la autoridad científica se entiende en su doble condición: como capacidad técnica y como poder social; ambas dimensiones, dice Bourdieu, deben considerarse en cualquier análisis. Esta idea es relevante porque cuestiona la idea, todavía muy extendida, de comunidad científica, como visión idílica de objetivos comunes, de intercambios generosos y solidarios, y también la visión que lo considera como un campo en permanente conflicto y enfrentamiento.


Instituto de Investigaciones Económicas
Seminario de Educación Superior
TEL: 56650210, FAX: 56230116
webmaster@ses.unam.mx
Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

Free Blog Counter