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Educación para tiempos de crisis
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 140 [2005-08-11]
 

Después del periodo vacacional en la UNAM, uno vuelve a las actividades con el deseo de comunicarle a los lectores de Campus bastantes inquietudes, que se acumulan rápidamente cuando se vive en un país como el nuestro tan lleno de dificultades. Así, el presente texto es una miscelánea de puntos para compartir con los lectores.

Con el miedo en la piel

Como todos los ciudadanos, estoy aterrado con el grado de violencia en la sociedad mexicana. En Baja California, Guerrero, Jalisco, Sonora, Tamaulipas y en otras partes del país, las ejecuciones, los enfrentamientos entre grupos de narcotraficantes disputándose la plaza con armas de alto poder, representan hoy una de las más graves amenazas al Estado de derecho y a una vida colectiva con solidaridad y referentes institucionales. Denotan la debilidad del gobierno y ponen en riesgo la transición.

Leer el periódico, escuchar o ver las noticias asusta, particularmente al público medio que se imagina la importancia económica del narcotráfico por su capacidad de corromper, pero no alcanza a comprender de dónde salieron tantos criminales y por qué operan con tal impunidad.

Por lo pronto, recomiendo que lean los trabajos de Luis Astorga, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, sobre el tema y no dejen de ver la película el Don de Dios que trata del problema en Tepito.

Fuera de cualquier tinte político, en efecto, la sociedad tiene miedo y un sentimiento de impotencia. Observa su entorno inmediato y no alcanza a entender que el combate a la delincuencia organizada se ha producido de manera selectiva, que hay contubernio entre los delincuentes y altas esferas de la política, que la narcopolítica ha penetrado hasta los órganos de seguridad del Estado.

Para el habitante medio este tipo de información le hace sospechar que algo no anda bien en la clase política, pues de otra forma no se explicaría, por ejemplo, cuáles son las razones que llevan a sostener a un gobernador, como el de Morelos, señalado por sus relaciones con el narcotráfico. Hechos como éste, el enriquecimiento inexplicable de algunos políticos y los elevados gastos de campaña de otros estimulan la desconfianza y la falta de credibilidad en el sistema.

El asunto del narcotráfico está en la boca de todos y se comenta abierta y cotidianamente, como en los estados fronterizos del norte. La cultura del narco presenta al personaje como un modelo a seguir y desde ahí enfrenta a la sociedad, sus normas y valores.

Además, la mayoría de la población está preocupada por el aumento del consumo de drogas entre los jóvenes. Esto último nos atañe directamente a los universitarios porque su venta se lleva a cabo en los alrededores de los campus sin que nadie la elimine.

La criminalidad cunde, desde hace varios lustros, con todo tipo de secuestros, asaltos a mano armada y robo de automóviles. Contrastan las percepciones de la gente con los datos que dan los gobernantes que anuncian la disminución de la delincuencia en el país.

Al respecto, vale la pena consultar los informes realizados por la Unidad de Análisis sobre Violencia Social que, desde la UNAM, busca dar respuesta a muchas de las interrogantes para orientar políticas públicas en la materia.

El problema de las pensiones

Es urgente que se llegue a un acuerdo respecto del problema de las pensiones. Se trata de un asunto que tiende a agravarse por la dinámica demográfica, pues afecta sobremanera a los empleados públicos y a las finanzas del gobierno federal y de los estados.

En los próximos años el número de jubilados crecerá pronunciadamente y se deberá cumplir con las obligaciones que se han pactado con los trabajadores, de no hacerse generará otro foco de tensión política, mayor desconfianza e irritabilidad social. Por ello, y por una cuestión de respeto a los pactos, el apremio de encontrar opciones en el corto plazo.

En varias universidades públicas del país el envejecimiento de sus académicos es notable, como lo es también la jubilación próxima de muchos. Lo anterior ha venido acompañado de la falta o insuficiencia de nuevas plazas y que otras se hayan abierto para sortear necesidades emergentes sin ser reconocidas.

La carencia de opciones para salir del problema va a ocasionar que las casas de estudios lleguen a operar con déficit y no puedan cumplir sus propósitos educativos a plenitud. Lo hemos reiterado públicamente en varias ocasiones. Estamos a la espera de que se difundan los avances de una investigación, auspiciada por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUlES), sobre esta cuestión.

Por otro lado, es lamentable que los académicos no se encuentren organizados para defender sus derechos, que no puedan retirarse porque pierden hasta tres cuartas partes de sus ingresos, compuestos en su mayoría por becas. Que después de muchísimas evaluaciones, durante veinte o treinta años, se les exija prueben que son buenos académicos para continuar recibiendo sus "estímulos". Que después de haber cotizado toda su vida activa al ISSSTE se les diga que su dinero se ha esfumado, que van a ingresar a una Afore o se les invite al retiro voluntario mediante la entrega de cantidades insignificantes.

Nuestro sistema laboral se ha montado de simulación en simulación con altas cargas de trabajo. Su forma de operar raya en el absurdo. Esperemos que los políticos y los legisladores asuman su responsabilidad con la educación superior, que nuestras autoridades estén a la altura y nosotros los académicos reconozcamos la capacidad de actuar colectivamente para apuntar soluciones, antes de que arribe el conflicto.

Política y educación

Algunos de los que buscan llegar al poder político en el próximo gobierno han comenzado a hablar de la educación. Uno señaló que la educación está entre sus cinco prioridades. Otro tuvo una reunión con universitarios. Ninguno hizo todavía un planteamiento serio que permita apreciar sus tesis educativas centrales para un proyecto de nación. También hay quienes han permanecido hasta ahora en silencio sobre este rubro.

El próximo gobierno no saldrá adelante, y la sociedad mexicana tampoco, con discursos y reconocimientos de la importancia que tiene la educación superior. Es indispensable presentar y debatir propuestas. La discusión de los proyectos entre los actores políticos es lo que debe privar. Un enfoque distinto al actual en materia educativa es una cuestión de fondo para generar futuro.

Se requiere una visión que ponga juntos la enseñanza universitaria, la producción, gestión y uso del conocimiento. Que se mencione cómo lograr su impacto en el crecimiento económico, el desarrollo nacional, el bienestar, la identidad y la integración social. Cómo producimos mejores cuadros intelectuales y mejores ciudadanos para el país que tengan miras más allá de nuestras fronteras.

Desde la academia advertimos que la educación superior y el conocimiento se vinculan estrechamente con la cultura. La actividad intelectual y humanística en las universidades es de primera importancia para que el país supere la desigualdad social en todos los campos donde se manifiesta. El acceso a la cultura es un derecho en una sociedad democrática.

Mal campaña electoral tendremos si las ofertas de los candidatos a la Presidencia se hacen básicamente en "spots" televisivos, se centran en el manejo de medios, en ataques al adversario, en la manipulación de la psicología política de las masas, en levantar expectativas irracionales. La falta de propuestas, las pequeñas frases, la farsa de la competencia auspician el descrédito y el abstencionismo, que el triunfo provenga del "homo videns" y no del ciudadano responsable. Eso no es lo que queremos los mexicanos de la democracia.


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