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Estudios de posgrado en América Latina
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 259, pp.4 [2008-02-07]
 

Pese a la relativamente tardía aparición y consolidación de los estudios de posgrado en la región, éstos constituyen en la actualidad uno de los sectores más dinámicos e innovadores de la educación superior. Así lo considera el sociólogo Jorge Balán en un reciente artículo aparecido en el número de invierno de 2007 de Internacional Higher Education. En muchos casos, los posgrados constituyen un mercado en plena expansión y diversificación. Además, los gobiernos tienen un papel crucial en el establecimiento de mecanismos de regulación, esquemas de incentivos y el otorgamiento de fondos para la investigación y el desarrollo científico y tecnológico.

Algunos países latinoamericanos han mostrado un fuerte interés en ampliar el número de estudiantes y graduados en este nivel de estudios. Brasil comenzó a hacerlo desde mediados de los años ochenta, al enviar a una gran cantidad de futuros maestros y doctores al exterior. En la década siguiente, la prioridad fue lograr consolidar su capacidad local en investigación y formación en todas las áreas del conocimiento.

El gigante sudamericano es hoy el líder en los estudios de posgrado en la región, al contar con una matrícula cercana a los 100 mil estudiantes, 38 mil de los cuales lo hacen en programas de doctorado. La producción científica brasileña se realiza en gran parte (85 por ciento) dentro de las universidades y el total de programas de posgrado ha crecido dos veces y media en los últimos tres lustros.

En México, poco más de 85 por ciento de los estudiantes del nivel en cuestión cursa algún programa de maestría, cinco veces más que en 1990. En Argentina el número de estudiantes de maestría asciende a 25 mil y el de doctorado a 8 mil. Los números para Chile son 13 mil de maestría y 3 mil de doctorado. A su vez, en Colombia las cantidades son menos de 12 mil y mil, respectivamente. El número de doctores graduados anualmente en estos cinco países alcanza los 10 mil.

A diferencia de naciones como China, Corea o India, durante las décadas de los ochenta y noventa, América Latina no financió demasiados programas de doctorado en el extranjero, concentrando mejor sus esfuerzos en reforzar la expansión de los programas locales. Balán señala que en la actualidad, muchos de los brasileños y mexicanos que obtendrán sus doctorados en Estados Unidos, planean regresar a sus países de origen.

Asimismo, la mayor parte de los estudios doctorales está fuertemente concentrada en las universidades públicas (lo contrario sucede con los de maestría) y recibe financiamiento federal y estatal de los rubros presupuestales de educación e investigación científica. Los porcentajes del PIB que algunos países dedican a la investigación varían desde 1 por ciento de Brasil hasta menos de la mitad de un punto porcentual de Argentina y México.

También Balán apunta que a pesar de ser América Latina un actor poco destacado en el mundo científico, su peso dentro de la producción mundial se ha duplicado en los últimos 15 años. Como se sabe, la industria local juega un modesto papel en el financiamiento y ejecución de proyectos de investigación y desarrollo, y emplea a muy poca gente con doctorado. Esto sucede pese a que algunas universidades han realizado iniciativas exitosas para desarrollar programas de transferencia científica y tecnológica, y de colaboración con las industrias nacionales.

Algunos gobiernos de la región han puesto en práctica incentivos para que las universidades desarrollen y apoyen los programas de posgrado. En ciertos países se requiere que dichas instituciones ofrezcan estudios de posgrado basados en la investigación para que adquieran un mayor estatus académico y fortalezcan su autonomía. Asimismo, también han recibido préstamos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo para financiar esas iniciativas. Para asegurar la calidad de los posgrados, desde los años noventa se han establecido mecanismos basados en el juicio de pares y la competencia por recursos de investigación, lo que ha significado también otorgar un mayor peso a las comunidades académicas en los asuntos universitarios.

Para Balán, la creciente descentralización, la autonomía administrativa y la presión sobre las instituciones para diversificar sus fuentes de financiamiento han favorecido significativamente los programas y al profesorado de posgrado. Los estudios de este nivel se han convertido en un nicho favorable para los profesores de tiempo completo orientados hacia la investigación, situación que difiere de la del pasado cuando los profesores con visiones más profesionalizantes dominaban la escena académica universitaria.

El dinámico desarrollo que presentan los estudios de posgrado en la región es un hecho sobresaliente en una época en la cual las agencias internacionales no parecen tener razones de peso para enfocar sus esfuerzos en los países latinoamericanos. Ante esta situación es necesario que los programas mantengan altos niveles de calidad y muestren su relevancia, con el fin de seguir consolidando su lugar en la vida académica de las instituciones y gocen del reconocimiento de sus respectivas sociedades.


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