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En la UNAM: prioridad al bachillerato
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 269 [2008-04-24]
 

En un contexto político y económico muy complejo, las instituciones educativas no se sustraen del compromiso de colaborar para que el país crezca. Es a través de ellas como se puede participar en el progreso de la ciencia, y aprovechar los adelantos del conocimiento que se dan en el mundo. Por ello, y a pesar de todo, hay que prestarle la debida atención a nuestras universidades públicas, en las cuales México tiene una de sus mayores fortalezas para impulsar su desarrollo.

En el conjunto institucional, la UNAM ha destacado como una de las mejores universidades del país. Saber qué pasa en ella, cuáles han sido sus transformaciones recientes y hacia dónde se dirige es relevante para el avance de la educación superior.

Durante los últimos ocho años, la universidad ha gozado de estabilidad institucional, lo que le ha permitido sobreponerse a una serie de problemas, tal que hoy se encuentra en un momento histórico que posibilita plantearse nuevos objetivos y metas para superarse, en función de lo que ha ocurrido recientemente.

Una de las zonas institucionales a mejorar es el bachillerato, porque de ahí se desprende el logro de una mayor calidad para todo el conjunto. La tarea educativa en este nivel es de suyo trascendente, como lo ha sostenido el rector José Narro.

¿Qué ha ocurrido en el bachillerato de la UNAM? Una mirada a los datos de más largo plazo nos permite apreciar que la población escolar del bachillerato disminuyó sistemáticamente desde 1995, cuando había 110 mil alumnos, hasta el año 2001, en el que la matrícula cayó hasta cerca de 15 mil alumnos. En 2004 se había levantado en 10 mil y en 2006 había sobrepasado la cifra inicial.

En nuestra universidad hay una fuerte selección para ingresar al bachillerato. En números gruesos se elige a tres de cada diez personas que demandan entrar. De los que ingresan, muchos provienen de familias pobres en las que el ambiente cultural es precario o nulo. Las cifras que existen indican que a través de varios años (2001-2004), alrededor de 40 por ciento de los alumnos que ingresan al bachillerato provienen de hogares con ingresos mensuales inferiores a los cuatro salarios mínimos.

De ahí que se justifique que la UNAM se preocupe en darle un trato especial a este tipo de alumnos para que puedan concluir exitosamente sus estudios, toda vez que la mayoría de los que egresan de este nivel se incorporan a las licenciaturas de la casa de estudios. Así, existe el imperativo de vincular el bachillerato con la licenciatura.

Aparte de lo anterior, en la UNAM ha habido una serie de cambios semejantes a los que se han producido en el país. En México, la mujer ha aumentado su participación en la educación media superior y superior. Los datos que se presentan en la radiografía de la UNAM, elaborada por el Programa de Estudios de Género, no dejan duda. En 1980 las alumnas del bachillerato representaban 23 por ciento del total de la matrícula. En fecha reciente, 2005, ya eran más de la mitad.

La evolución de la matrícula, su feminización y la diversificación institucional en el bachillerato son tres de los grandes cambios que ha experimentado la UNAM. La diversificación ocurrió con la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades, que cuenta con cinco planteles. A éstos se agregan los nueve de la Escuela Nacional Preparatoria. En el Colegio se concentra alrededor de 55 por ciento de la matrícula de este nivel escolar.

Hay razones de peso en la UNAM para que en el actual rectorado se busque mejorar la calidad del desempeño de los alumnos de nivel medio superior. Nuestros alumnos son adolescentes entre 15 y 16 años de edad que están en una etapa de definiciones de vida trascendentes, como es la de fijar su vocación.

En la UNAM estamos preocupados por darle al alumno del bachillerato lo que se llama una formación integral. Quiere decir, educar para un desarrollo de las capacidades intelectuales, culturales, éticas y sociales, con un desarrollo armónico de sus facultades físicas. Queremos alumnos que tengan habilidades lógicas, críticas y creativas para enfrentarse al conocimiento. Que puedan establecer relaciones interpersonales solidarias y respetuosas, así como trabajar en equipo. Esto último se alcanza más fácilmente con una infraestructura adecuada en aulas, talleres y bibliotecas.

Estoy convencido de que existen las condiciones para que en un futuro inmediato veamos la formulación y ejecución de nuevas políticas educativas en la UNAM. Que respondan a las transformaciones vertiginosas en la sociedad y en el mundo del trabajo. Que mantengan el liderazgo, prestigio y reconocimiento de la UNAM en el ámbito nacional e internacional.


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