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Xenofobia y racismo en España
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 272 [2008-05-15]
 

El caso de Alejandro Ordaz Moreno, mexicano, estudiante de doctorado en ingeniería y becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), detenido en Sevilla donde estudia, permite hacer una reflexión sobre la posibilidad real que existe de promover y desarrollar relaciones fraternas de intercambio y apoyo entre España y los países latinoamericanos.

Lo que sucedió y sucede a este joven mexicano en Sevilla es especialmente importante porque da cuenta de la permisividad de violencia y xenofobia hacia "los otros" que existe hoy en muchas sociedades europeas. El 8 de marzo, Alejandro caminaba de noche, bebido, después de haber salido de un bar, y enfrentó a dos policías que, por cierto, venían vestidos de civiles y lo agredieron.

En fin, lo cierto es que Alejandro es joven y mexicano, y si hasta ahora no había sido víctima directa de alguna agresión, en su pensamiento estaba que en cualquier momento podría serlo. Hay estudios, por cierto, varios de ellos realizados en España, que muestran que los juicios o interpretaciones subjetivas de vulnerabilidad no se realizan en el "vacío social", sino que las características personales y ecológicas contextualizan el proceso de interpretación de los riesgos y experiencias de victimización. Por ello, no puede dudarse que es cierto lo que dice Alejandro, en cuanto a que creyó que estaba siendo víctima de un secuestro; sin duda, su conducta de defensa violenta fue respuesta a un miedo contexual, causado principalmente por su percepción de ser vulnerable y estar en una situación de riesgo.

Por supuesto, no se puede negar que el miedo de Alejandro a ser víctima de un delito no sólo viene de estar viviendo en un país extranjero. Los jóvenes mexicanos, en México, también tienen miedo a ser víctimas de delitos. Incluso los datos de la Encuesta Nacional de Juventud 2005 revelan que varios jóvenes en nuestro país han vivido experiencias violentas donde ellos son las víctimas, particularmente varios han estado detenidos o presos, y además, con violencia.

Por su parte, el último Informe "Juventud en España" revela que en ese país los problemas de violencia que sufren los jóvenes no son menores. Y, además, ya hace varios años que los españoles se quejan de que está creciendo la violencia policial, tanto que a fines del año pasado el foro social Otro Mundo es Posible, compuesto por varias asociaciones de derechos humanos y contra el racismo, realizó marchas para denunciar que los incidentes de violencia policial contra ciudadanos y, principalmente, contra los jóvenes y los migrantes se han multiplicado.

Por supuesto, con todo y que haya sido en defensa propia, Alejandro cometió errores por venir ebrio y responder a la violencia con violencia y, por ello, tiene que ser juzgado. Pero, el gobierno español, y también el mexicano, deberán permanecer atentos para asegurar que se cumpla el compromiso que España adquirió con la declaración de la Conferencia de Durban, en 2001, así como con la normatividad del Consejo para la Promoción de la Igualdad de Trato y no Discriminación de las Personas por el Origen Racial o Étnico, decretado en España en 2007.

Estos aspectos son de vital importancia ahora, porque la xenofobia y el racismo se han ido consolidando en sus múltiples expresiones, y la capacidad de reacción de la opinión pública ha ido disminuyendo. Alejandro no es el primer joven mexicano que en España se ve involucrado en este tipo de situaciones. Recordemos lo que pasó a Lucía Durán, estudiante de maestría en la Universidad Complutense de Madrid, en marzo del año pasado.

2008 ha sido declarado Año Iberoamericano de la Juventud, y justamente las problemáticas de la juventud serán foco de atención de la Cumbre Iberoamericana de los Jefes de Estado y de Gobierno, a celebrarse en El Salvador, a finales de este año. Estando las cosas como están, un tema obligado en dicha reunión deberá ser el racismo y la xenofobia que existe en España hacia los jóvenes sudamericanos. Más vale abordarlo abiertamente ya, porque de no hacer nada al respecto sus efectos muy pronto serán visibles, no sólo en términos de incremento de la violencia, sino también en la posibilidad de existencia de una región, comunidad e identidad iberoamericanas. Alejandro es joven, inmigrante y mexicano en España, si este país no olvida la historia, esto por sí mismo debería valer para que el caso se trate extremando cuidados.


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