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El futuro del acceso a la educación superior
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 302 [2008-12-18]
 

El año está por concluir y ya estamos en la recta final de la primera década del siglo XXI. En México iniciamos el decenio con la alternancia en el gobierno, con expectativas desbordadas en todos los terrenos, el educativo incluido, acicateadas por el cambio de siglo y de milenio. Sin embargo, la dureza de los hechos se impuso, vino el desencanto y poco a poco fue quedando claro que los propósitos caminaron por un lado y los resultados por otro.

Hoy no solamente estamos ante la incertidumbre de la dimensión que alcanzará el fenómeno mundial de la recesión y cómo se expresará en México el año próximo, también con la intranquilidad de que las transiciones (demográfica, económica, política y social) que se habían advertido al concluir al siglo pasado, y que serían la plataforma de despegue del país en este siglo, se nos escapan de las manos.

Si el futuro, como dice la tendencia dominante del discurso, son las sociedades y las economías basadas en el conocimiento, el nuestro no parece muy promisorio, sobre todo si se consideran los modestos años de escolaridad de la población, los niveles de aprendizaje obtenidos en diferentes pruebas de evaluación y los bajos porcentajes de cobertura de los grupos de edad en la educación media superior (60 por ciento) y superior (26 por ciento).

La ampliación de oportunidades educativas para los jóvenes es uno de los principales retos. Aunque, por un lado, debe admitirse que para una buena parte de los jóvenes esa oportunidad no existió y hoy no está a la vista qué opciones tienen. Por otro lado, también debe reconocerse que, a diferencia de hace algunas décadas, cada vez más nos estamos acercando a un perfil demográfico envejecido y a un entorno diferente en la prestación de los servicios educativos.

En el año 2000 la matrícula en educación superior (incluyendo normales y posgrado) era de alrededor de 2 millones. El programa sectorial de la administración foxista, moderando sus expectativas, estableció como meta que para 2006 sería de 2.8 millones. Esto es, incorporaría 800 mil estudiantes más en el periodo. No obstante, la administración anterior concluyó y la matrícula quedó en 2.4 millones.

En 2006, la ANUIES propuso que para 2012 la cobertura en educación superior (sin incluir posgrado) debería ser de 30 por ciento del grupo de edad, con el añadido de que en la mayoría de entidades tendría que ser mayor a 25 por ciento y en ningún caso inferior a 20 por ciento (Consolidación y avance de la educación superior en México. Elementos de diagnóstico y propuestas, p. 70).

Tales porcentajes, estimó la organización, representarían una matrícula de alrededor de 3 millones de estudiantes. Es decir, la propuesta es que se incorporen 700 mil jóvenes más, cifra relativamente similar a la del periodo anterior.

La propuesta de la ANUIES fue recuperada en el programa sectorial de la actual administración. Además de establecer como meta una cobertura de 30 por ciento en educación superior —aunque no precisa que sin contar posgrado— y otra de 68 por ciento para educación media superior, también señala que el número de entidades federativas con una cobertura de al menos 25 por ciento pasaría de 15 a 18 en el mismo periodo (p. 17).

Las cifras de esta administración en materia de cobertura en educación superior muestran que entre los ciclos escolares 2005-2006 y 2008-2009 (cifras preliminares) se han incorporado alrededor de 277 mil nuevos alumnos, si también se cuentan los que corresponden al posgrado, o bien, 244 mil si nada más se considera la matrícula de licenciatura universitaria y tecnológica y la de educación normal. Esto es, si se incrementa el ritmo de crecimiento mostrado hasta ahora como ocurre cada año, o incluso si se conserva, fácilmente se alcanzará la meta de una cobertura de 30 por ciento o la matrícula de los 3 millones de estudiantes al concluir el periodo.

El punto es que una cobertura de 30 por ciento del grupo de edad sigue siendo una proporción sumamente modesta si de verdad se es consecuente con la idea de una sociedad basada en el conocimiento.

El otro aspecto que no debemos soslayar es el contexto previsible de baja o creciente demanda de servicios educativos por las tendencias demográficas. Según las más recientes proyecciones del Conapo (Proyecciones de la población de México 2005-2050), la participación relativa de los niños en edad preescolar (cero a cinco años) se habrá reducido de 12.2 por ciento en 2005 a 10.5 en 2010, 9.3 en 2020, 8.2 en 2030 y 6.6 por ciento en 2050; los de educación básica (seis a 14 años) disminuirá de 19.1 por ciento a 17.6, 14.0, 12.6 y 10.2 por ciento en los mismos años, respectivamente. Por el contrario, la proporción será mayor de la población en edad de trabajar (15 a 64 años) y los adultos mayores (65 años o más). Es decir, a diferencia de la mayor parte de los países desarrollados, la demanda en educación media superior todavía seguirá hasta el término de esta década y la superior se extenderá por lo menos hasta 2015. Entonces, a pesar de la incertidumbre económica, nos esperamos hasta que pase la transición demográfica para ampliar el acceso.


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