En las recientes décadas se ha instaurado la idea de que cambió dramáticamente la forma como adquirimos conocimiento. Si antes las instituciones educativas se reconocían como los únicos lugares para obtener una formación y un saber acumulado, hoy parece que han perdido el monopolio sobre el saber y otros medios y espacios le disputan sus privilegios. Desde hace tiempo se decía que la televisión rivalizaba con los contenidos escolares y parece que con el desarrollo relativamente reciente de las tecnologías de la comunicación, especialmente de internet, se ha constatado que otras fuentes de conocimiento están disponibles y tal vez las diferencias puedan ser más importantes en el futuro.

Pero quizá hemos dado crédito a las ideas en boga sin pausa ninguna. Espoleados por el vértigo de internet y seducidos por el encanto de una etérea sociedad del conocimiento (o una avasallante economía basada en el conocimiento), ahora se han vuelto el punto de llegada para toda nación que se respete a sí misma. Nos declaramos dispuestos a perseguir la sociedad del conocimiento sin reparar demasiado en el punto de partida, en los medios para alcanzarla y en quienes podrían estar dentro o fuera de tales escenarios. Para constatarlo, basta escuchar cualquier discurso o darle una mirada a la declaración de intenciones de cualquier programa gubernamental.

En el caso de México, el espejo de las cifras nos devuelve una imagen que marca la distancia que deberíamos salvar. Las cifras sobre cobertura en educación superior, el número de profesionales en el mercado laboral o la cantidad de investigadores como proporción de la población total, para no hablar de la pesada ancla del rezago educativo, la calidad educativa o los resultados en las pruebas de medición del aprendizaje, nos muestran los escollos que nos aguardan.

Tampoco podemos negar que a la par han ocurrido profundas transformaciones en las formas y medios de acceso a la información y al conocimiento. El problema es que aparentemente vamos a diferentes velocidades, llegamos tarde a lo de hoy y nuestra capacidad de anticipación es prácticamente nula. Nos congratulamos porque ya casi alcanzamos la cobertura universal en educación primaria y vamos por la de secundaria, mientras que la discusión para la mayoría está localizada en qué hacer para mejorar sus estándares o cómo ser más innovadores. Celebramos que la normatividad en el campo científico y tecnológico acaba de incluir el tema de la innovación, pero el debate ya está en la creación de sistemas regionales de innovación, por ejemplo.

No solamente es un problema para el caso de México. Quizás las transformaciones en el terreno de la información y el conocimiento se han producido demasiado rápido y hemos tenido poco tiempo para asimilarlas y para aprovecharlas. Por ello, resulta alentador que organismos como la UNESCO promuevan la discusión del tema desde una perspectiva interesada en el desarrollo social y en el aprovechamiento compartido del conocimiento.

En un reciente foro auspiciado por la UNESCO: “El futuro de la adquisición y el aprovechamiento compartido del conocimiento” (la información completa está en su página web), se discutió, precisamente, cuáles serían las mejores estrategias a largo plazo para aprovechar el potencial de las tecnologías de la información y la comunicación para desarrollar nuevas aproximaciones para adquirir y compartir el conocimiento. Obviamente, el tema también fueron las diferencias entre conocimiento e información, lo mismo que las relaciones entre aprendizaje, transferencia de conocimiento, uso de la tecnología y nuevos modelos de conocimiento.

La discusión en el foro giró alrededor de tres preguntas básicas: ¿cómo se adquirirá y compartirá el conocimiento en 2025? ¿Cómo va a configurar la tecnología el aprendizaje a lo largo de toda la vida en ese mismo año? ¿Qué cambios van a experimentar la adquisición y el aprovechamiento compartido del conocimiento en la enseñanza superior y la investigación?

En el foro no se formularon respuestas claras, más bien se precisaron los retos, especialmente por el decano del Instituto de Enseñanza a Distancia de la Universidad Católica Portuguesa, Roberto Carneiro, quien pronunció la conferencia principal del foro. Esto es, reconoció que hace falta indagar de manera urgente sobre varios de los temas más punzantes de la relación entre educación formal y los nuevos esquemas de aprendizaje.

Por ejemplo, en qué condiciones se puede transformar la experiencia en conocimiento útil y consolidado, o cómo se puede legitimar de forma socialmente creíble el conocimiento tácito que se adquiere en sitios no formales. O la inquietud que se han planteado las instituciones educativas: ¿serán superadas por procesos alternativos de legitimidad, reconocimiento y certificación de conocimientos?

Esperemos que en algún momento nuestra escala de discusión y de decisiones se movilice a la par.