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¿Las buenas prácticas del Coneval?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 360 [2010-03-11]
 

¿Usted ha escuchado hablar del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social? Es el llamado Coneval, un organismo público descentralizado, relativamente reciente, técnicamente autónomo y, como su nombre lo indica, encargado de evaluar la política social en México. Apenas está por cumplir su primer quinquenio de existencia, pero quizá es más conocido por algunas de sus controvertidas evaluaciones.

Ahora, tal vez con el fin de descentrar la polémica y diversificar su actuación, el organismo sumó una estrategia más de valoración: otorgará distinciones a las prácticas de evaluación, no a los resultados. Esto es, validará los procesos de evaluación, no el desempeño, como originalmente tenía previsto. Recientemente entregó al Conacyt, entre otras entidades del sector público, un reconocimiento por su metodología para evaluar algunos de sus programas.

El Coneval fue creado en agosto de 2005, en el penúltimo año de la administración de Vicente Fox y cuando era secretaria de Desarrollo Social, la ahora diputada Josefina Vázquez Mota. En el decreto de creación del Consejo se le adjudican dos objetivos principales: a) “normar y coordinar la evaluación de la Política Nacional de Desarrollo Social y las políticas, programas y acciones que ejecuten las dependencias públicas”, y b) “establecer los lineamientos y criterios para la definición, identificación y medición de la pobreza, garantizando la transparencia, objetividad y rigor técnico en dicha actividad” (DOF, 24/08/05: 5).

Es una gran responsabilidad el cumplimiento de ambos objetivos e implican una compleja actividad de evaluación a decenas de programas, cientos o miles de acciones e indicadores, así como una sistemática labor de monitoreo y seguimiento de todas las iniciativas que se relacionan con la política social.

La primera estimación del Coneval de la pobreza por ingresos, con datos del INEGI, fue en 2006 y desde entonces, cada año, difunde sus cálculos al respecto. No obstante, hacia el final del año pasado, el Coneval presentó su metodología con un enfoque multidimensional de medición de la pobreza. En el nuevo esquema se incorporan diferentes componentes para realizar la estimación: los indicadores de rezago educativo; acceso a la salud; acceso a la seguridad social; calidad y espacios de la vivienda; servicios básicos en la vivienda; alimentación; ingreso per cápita, y el grado de cohesión social. En general, la metodología fue bien recibida, pero también se ha hecho notar críticamente la selección de umbrales muy bajos en todas las dimensiones, con lo que se subestiman los niveles de pobreza (Julio Boltvinik, La Jornada, 19 y 26/02/10).

En el ámbito educativo, quizá la evaluación más polémica del Coneval fue el año pasado, con su apreciación sobre la operación de una decena de programas extraordinarios de apoyo a las universidades públicas. En estas mismas páginas, Roberto Rodríguez se ocupó de analizar las deficiencias de las evaluaciones encargadas por el Consejo a consultores independientes (Campus 339).

Además, las mismas autoridades educativas se encargaron de descalificar las evaluaciones del Coneval. El subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán, dijo que esas evaluaciones no servían para nada, porque como procedimiento eran una “aberración”, dado que el evaluador se quedaba pasmado en espera de información y su conclusión era que resultaba muy difícil evaluar a los programas (Reforma,27/09/09). Una opinión que también compartió el secretario general de la ANUIES.

Al poco tiempo de esas polémicas evaluaciones, el Coneval realizó una campaña mediática para explicar sus fines y logros. También por esas fechas emitió la convocatoria de “Buenas prácticas de evaluación en desarrollo social”, por medio de la cual invitó a las dependencias a presentar casos ejemplares.

El pasado 24 de febrero, el Consejo dio a conocer qué entidades y programas fueron distinguidos. Se trata de una docena de prácticas de evaluación de algunas secretarías y otras entidades, como el Conacyt. Las prácticas fueron agrupadas en cuatro categorías: matrices de indicadores, diseño de metodologías de evaluación, monitoreo y planeación para el proceso de evaluación.

En el caso del Conacyt, el reconocimiento fue por el diseño de su metodología para evaluar el impacto de tres programas de estímulo a la innovación (innovación tecnológica de alto valor agregado; desarrollo e innovación en tecnologías precursoras, e innovación tecnológica para la competitividad). Por cierto, estos programas se pusieron en marcha en 2009 y son de estímulo directo a la inversión en investigación y desarrollo tecnológico; sustituyeron al ya desaparecido programa de incentivos fiscales.

La metodología todavía no se pone en práctica, esto ocurrirá al final de este año, pero tal vez ahora las buenas prácticas comenzarán con el traslado de la responsabilidad a los procesos y a las propias entidades. Nada mal.


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