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Un verano para definir la vocación científica o tecnológica
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 376 [2010-07-08]
 

En este verano, como ocurre cada año, algunos jóvenes en edad de cursar estudios superiores estarán por iniciar o continuar su formación en el nivel licenciatura, otros por avanzar al nivel de posgrado y otros más, con o sin grados escolares, enfrentarán un reluctante mercado laboral. Pero un grupo de alrededor de dos millares de jóvenes que están por concluir o ya concluyeron sus estudios de licenciatura, ingresarán en dos programas de estancias breves que tal vez serán decisivos para orientar su futuro profesional: el Verano de la Investigación Científica y Veranos por la Innovación en la Empresa.

Las noticias en el terreno laboral están lejos de ser alentadoras. En el país cada año se crea, en promedio, apenas una cuarta parte de los puestos de trabajo formales que se requieren para satisfacer a los nuevos demandantes. Un dato revelador para una administración gubernamental que se autoimpuso la creación de empleos como prioridad. Tal vez por esta razón una porción importante de jóvenes que tuvieron oportunidad de llegar a los estudios superiores, más que buscar una vacante cuando concluyen la licenciatura, intentan aprovechar las opciones para alcanzar una formación especializada.

El incentivo para continuar con estudios avanzados no solamente se debe a las dificultades laborales; también intervienen la familia, la trayectoria educativa del estudiante, el ambiente escolar o el nivel de ingresos familiar, por ejemplo. Sin embargo, quizá uno de los factores de mayor relevancia radica en los instrumentos y programas institucionalmente organizados para motivar e impulsar las vocaciones.

El programa de becas para estudios de posgrado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a pesar de sus problemas y altibajos en sus ya cuatro décadas de operación, como lo hemos repetido en múltiples ocasiones en este espacio, ha sido de suma importancia para la formación avanzada de recursos humanos en el país y especialmente benevolente con los beneficiarios.

Las becas, no obstante, no han sido un acicate suficiente para que los jóvenes se decidan a incursionar en una carrera científica o tecnológica, también ha sido necesario instaurar programas especialmente diseñados para llevarlos al terreno propiamente de la investigación y despertar su interés por tal actividad.

Una de las iniciativas más destacadas en la definición de vocaciones es el Verano de la Investigación Científica. El programa está a cargo de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y cuenta con el apoyo del Conacyt y de la Secretaría de Educación Pública (SEP); ya cumplió dos décadas de estar en funcionamiento y cada verano encauza a un importante número de jóvenes.

El objetivo principal del programa es despertar la curiosidad de los estudiantes de licenciatura y fomentar su interés en la actividad científica. Básicamente, consiste en una estancia de dos meses en alguna institución de investigación del país, con la guía de investigadores en activo, sea en el área de las ciencias naturales y exactas o en las sociales y humanidades.

Según los datos de la AMC, el año pasado participó poco más de un millar de estudiantes (58 por ciento mujeres y 42 por ciento hombres). Sinaloa (con 147) y Tabasco (con 120) son dos de las entidades con el mayor número de jóvenes participantes en el programa, luego le siguen con un menor número Veracruz, Sonora, Estado de México y Distrito Federal.

La iniciativa de la AMC se concentra en la investigación científica, pero desde el año pasado se impulsó un nuevo programa orientado a la investigación tecnológica: Veranos por la Innovación en la Empresa. Este último se encuentra bajo la responsabilidad del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) y cuenta con el apoyo del Conacyt y una decena de organizaciones empresariales, gremiales e instituciones educativas.

El programa del foro también está dirigido a estudiantes de licenciatura, quienes reciben un apoyo económico, aunque la estancia que realizan en alguna empresa del territorio nacional es de seis semanas —un poco más breve que en el otro programa—. Las empresas participantes registran un proyecto de innovación y es la base en la cual trabajan los estudiantes que recibe.

La información que reporta el FCCyT señala que el año pasado participaron 599 estudiantes, provenientes de 165 universidades públicas, y realizaron estancias en 93 empresas. Un volumen importante de jóvenes, instituciones educativas y empresas, a pesar de la relativa novedad del programa.

Al parecer, el programa ha tenido una buena recepción entre los jóvenes y las empresas, puesto que solamente aceptó la mitad del total de jóvenes aspirantes. Las entidades federativas con el mayor número de estudiantes fueron Jalisco (Universidad de Guadalajara, con 81 alumnos), el Estado de México y el Distrito Federal (UAM, con 54 alumnos, y UNAM, con 32 alumnos).

En conjunto, realmente, los dos programas reúnen a un pequeño número de estudiantes, pero sin duda sus alcances son mayores, están muy bien localizados y tienen un efecto positivo para inclinar las vocaciones de los jóvenes.


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