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Los enredos de la cobertura. Segunda parte
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 385 [2010-09-16]
 

La semana pasada, al abordar este tema, señalamos que tras la aparente sencillez del indicador de tasa bruta de cobertura (TBC) de educación superior, que se calcula al dividir la matrícula del nivel entre grupo de edad relevante, se esconden importantes problemas de orden conceptual, metodológico y técnico. Mencionamos en primer lugar que, pese a las apariencias, la TBC es una medida de equivalencia y no de inclusión. Con la TBC es correcta la interpretación “la matrícula equivale a equis por ciento del grupo de edad”, pero no “equis por ciento del grupo de edad tiene acceso al nivel”.

Se indicó que la solución de reemplazar la TBC por una tasa neta tiene aún muchos bemoles, sobre todo si se carece de un registro válido de estudiantes, en el ámbito individual, que consigne la edad de cada individuo, único método fiable para generar tasas netas exactas. Para solventar este problema, algunos sistemas de reporte estadístico en otros países —principalmente en Europa— han desarrollado indicadores alternativos de interés.

Cabe resaltar dos: la probabilidad de acceso al nivel superior por generación demográfica. Se trata, en esta solución, de calcular cuál es la probabilidad de cada cohorte de edad de conseguir acceso al nivel educativo superior, ya sea en un periodo determinado o en cualquier lapso. La ventaja de esta forma de cálculo es que es posible con datos agregados; la desventaja es que, al igual que la TBC, es un indicador sensible a las proyecciones demográficas de población.

La segunda alternativa, ya en uso en estadísticas de la UNESCO y la OCDE, es el indicador de “expectativa de vida escolar”. Su construcción es similar a la estimación de probabilidades de acceso, pero se expresa en términos del número de años escolares que, dada la capacidad actual o potencial del sistema y en función de la dinámica demográfica, se estima que alcanzarán los niños o jóvenes de determinada generación. Por cierto el INEE, en la serie Panorama educativo de México. Indicadores del sistema educativo, ya ha experimentado con indicadores de esta clase y producido resultados válidos para los niveles de educación básica y media superior.

A los problemas de cálculo y descripción comentados cabría añadir tres más que son relevantes, o cuando menos interesantes. Primero, que la TBC fluctúa no sólo por las tendencias de crecimiento del sistema, sino también en virtud de la retención dentro del ciclo. En el extremo, la TBC puede aumentar sin que haya ocurrido la apertura de nuevos lugares de primer ingreso, sino solamente mejorando los niveles de retención de estudiantes.

¿Cuál es el efecto estadístico de la retención? Sin duda es significativo. Tómese en cuenta, por ejemplo, que en el ciclo escolar 2007-2008, según los datos del Anuario estadístico de la ANUIES correspondiente a ese punto temporal, de los 2 millones 232 mil 189 estudiantes inscritos en programas de licenciatura, 568 mil 669 eran estudiantes de primer ingreso, lo que representa 34.2 por ciento de la matrícula total. Esto quiere decir que casi dos terceras partes de la población escolar del nivel de estudios corresponden a la reinscripción en el ciclo. Si mejoran la cantidad de alumnos reinscritos (porque hay programas exitosos de retención en el ámbito de las instituciones), tiende a crecer la TBC.

Es interesante también que la proporción del primer ingreso es bastante variable entre subsistemas e incluso entre entidades federativas. En los sistemas de Baja California Sur, Campeche, Colima, Quintana Roo, Veracruz y Zacatecas, la proporción de matrícula de primer ingreso dentro del dato de inscripción total supera 40 por ciento. En cambio, en los estados de Baja California, Chihuahua, Distrito Federal, Durango y Querétaro la proporción del primer ingreso en la matrícula total es inferior a 30 por ciento. Dentro de la división entre público y privado, la población de primer ingreso al sistema público representa 39.9 por ciento de la matrícula total; mientras que el mismo indicador en el sistema privado corresponde a 31.5 por ciento.

Estos diferenciales parecen significativos. A primera vista la tendencia que se apunta es que mientras mayor es la proporción del primer ingreso, menor la TBC; y viceversa, mientras mayor la retención, mayor la TBC. Sin duda, valdría la pena explorar más a fondo la sensibilidad de la TBC en función de variaciones en el nivel de retención que se consigue.

Otro conjunto de problemas conceptuales y metodológicos se relacionan con la comparabilidad de los datos. Alegremente se predican conclusiones a partir de comparar la TBC de un país respecto de la de otros, sin tomar en cuenta al menos dos factores elementales: las diferencias de volumen y las distintas estructuras demográficas en cada caso. Véase: un país o una región en que la población del grupo de edad (por ejemplo 19 a 23) se ha estabilizado o disminuye, como en el caso de la gran mayoría de los países europeos, no necesita hacer nada para que la TBC se incremente. Es un simple efecto de disminución del denominador. Si se compara el dato respectivo con el de otro país, por ejemplo el nuestro, donde el volumen demográfico en el rango de edad continúa en expansión, entonces el contraste, aunque puede ser dramático, obviamente es inequitativo.

Lo mismo puede decirse de la comparación, que suele hacerse, entre los indicadores de los estados del país. Entidades como Sonora, Nuevo León y el propio Distrito Federal registran ya tasas negativas de crecimiento de la población joven. Por ello sus indicadores de TBC han crecido significativamente en los años recientes. Si se añade a este factor que en dichas entidades también ha mejorado el nivel de oferta, entonces la comparación entre estas entidades y las que son de dinámica demográfica diferente no deja de ser injusta.

Por último, la TBC intrapaís no toma en cuenta los flujos de población interestatales. En el estudio Cobertura de la educación superior en México (Manuel Gil, et. al., ANUIES, 2008) se explora a profundidad el tema y se demuestra cómo algunos estados (por ejemplo Chiapas o Oaxaca) exportan a sus egresados de media superior a otras entidades, disminuyendo con ello sus valores TBC.

Otros, en cambio (Nuevo León es el caso más destacado), son importadores netos de egresados del bachillerato de los estados vecinos y aun de entidades geográficamente remotas. En el caso de Nuevo León una parte significativa de la TBC alcanzada obedece a este efecto.


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