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Efectos de la evaluación en las universidades públicas
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 15 [2003-01-09]
 

En México se escucha que la universidad pública está prácticamente en ruinas y que no ha tenido la capacidad de adecuarse a los nuevos tiempos. Durante los últimos veinte años, las universidades públicas han estado sometidas a políticas gubernamentales que han terminado por debilitarlas debido a la carencia de recursos y a una imagen desprestigiada. Y, no obstante, con todos sus defectos, siguen cubriendo la parte más importante de la matrícula a pesar de que la privatización y la falta de subvenciones han tomado lugar rápidamente. Además, cuentan con muchos de lo posgrados certificados y son, hasta hoy, las instituciones más fuertes en términos de la producción de conocimiento.

Las políticas gubernamentales perdieron el rumbo pero no la intención de orientar la educación superior hacia el mercado. Económicamente ello significa impulsar la producción de cuadros y conocimiento para elevar la competitividad de las empresas y estimular la innovación tecnológica, esto es, fortalecer al sector externo de la economía, a pesar de que en las circunstancias actuales lo que se impone es fortalecer al mercado interno y hacer más eficiente el segmento de la economía que lo atiende. Políticamente significa que en materia de educación superior el Estado tiene a la clase empresarial como interlocutor básico al tiempo que el sindicalismo universitario ha decaído notablemente en su fuerza de negociación y el sector de los académicos no aparece como grupo o comunidad en ninguna esfera de la vida universitaria aunque se afecten sus intereses.

¿Cuál ha sido la influencia de las políticas federales en los procesos y en la situación descrita? Bastante. La evaluación particularmente ha representado un aspecto clave. A partir de los años 80 se instauró un sistema de evaluación muy complejo. Se evalúa a las instituciones, a los programas docentes o de investigación, el desempeño de los académicos. Se certifican posgrados, revistas científicas y trayectorias académicas. En fin, todo se evalúa. Pero no hay ningún análisis de parte de quien examina los resultados, si las instituciones se han vuelto más eficientes o eficaces o si han mejorado su calidad académica.

Lo que podría llamar de sobrevaluación ha terminado, con efectos que van desde la exclusión institucional hasta la desmovilización política, esto es, la falta de posibilidades de la comunidad académica para defender intereses legítimos que afectan las condiciones de trabajo y de estudio de profesores, investigadores y estudiantes.

Si con la evaluación se pretendía elevar la calidad institucional, la productividad académica y orientar el rumbo de los cambios, lo que se ha conseguido es tener un sistema de educación superior en el cual la mayoría de los establecimientos privados tienen una oferta educativa muy pequeña y de mala calidad, instituciones tecnológicas que producen cuadros medios para un mercado laboral restringido y universidades públicas frágiles en un conglomerado institucional que guarda una estratificación cada vez más pronunciada según tamaño, fuerza política y ubicación geográfica; donde las entidades federativas más pobres han quedado rezagadas en este nivel educativo y en sus posibilidades de hacer investigación. La planta académica presenta un claro envejecimiento, la incertidumbre sobre su futuro es mayúsculo lo mismo que el de los jóvenes estudiantes en tanto que la licenciatura ya no les ofrece una credencial para incorporarse adecuadamente al mercado laboral.

En fin, un balance tentativo diría que la evaluación ha sido el eje central de las políticas gubernamentales para reformar a las universidades públicas y que de todos los tipos de evaluación aplicados solamente logró instaurarse plenamente el del desempeño del trabajo académico. En el gobierno actual se ensayan nuevos instrumentos de evaluación en las instituciones y también en los posgrados. Veremos en qué consisten y si pueden romper los sistemas de lealtades y clientelismo político que han caracterizado al sistema mexicano.

La evaluación centrada en el trabajo individual y en factores económicos, así como la persistencia de un sistema de distribución de recursos financieros con base en el juego político están llegando a su fin y será importante comenzar a analizar lo acontecido con la educación superior y la investigación científica a raíz de la evaluación para poder pasar a otra etapa que brinde nuevos alientos y aire fresco al sistema educativo; vientos que reparen los daños causados a la vida académica.


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