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Congreso por etapas: ¿ahora sí?
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 17, pp.8 [2003-01-23]
 

A principios de diciembre pasado se comenzó a difundir entre la comunidad de la UNAM el documento Congreso Universitario por Etapas, en el cual se define conceptualmente, por parte de la Comisión Especial para el Congreso Universitario (CECU), la “posibilidad de que el Congreso sea un proceso que se realice en diferentes etapas y no mediante un evento único, acotado en un tiempo y un espacio determinado”. Las fases que componen dicha propuesta comprenden un periodo de deliberación -en los niveles local, intermedio y general- y otro de resolución. La CECU espera que éste sea un proceso que lleve a una transformación “gradual, consensuada y para que genere las mayores posibilidades de lograr la Reforma de la universidad”.

El acuerdo para celebrar un congreso universitario fue uno de los resultados más notables del movimiento estudiantil en la UNAM durante 1999 e inicio de 2000. El antecedente de dicha demanda -la realización de un congreso deliberativo y resolutivo- fue el congreso universitario de 1990, el cual fue una de las reivindicaciones principales del movimiento del CEU de 1986.

En aquel entonces -1990- las intensas deliberaciones llevadas a cabo en las distintas mesas de trabajo no lograron alcanzar los consensos y acuerdos necesarios para realizar cambios significativos en la estructura académica y jurídica de la institución. Así, por ejemplo, uno de los temas de mayor controversia -la modificación de la Ley Orgánica que data de 1945- se mantuvo sin variación alguna. Los resultados alcanzados dejaron insatisfechos a muchos de los participantes y no cumplieron con las expectativas de cambio que se habían creado tanto por parte de los universitarios como del resto de la sociedad mexicana.

Uno de los grandes problemas tampoco resuelto de manera satisfactoria es el de las desiguales condiciones como se realiza la docencia en la UNAM.

Tanto en el bachillerato como en la licenciatura y posgrado conviven unos cuantos polos de excelencia con maestros de tiempo completo con buen dominio de contenidos y técnicas didácticas; y en agudo contraste, están muchos programas de estudios a cargo de maestros poco motivados y presionados por ir de un lado a otro con el fin de cumplir con una cuota suficiente de horas–clase que les permita contar con un sueldo apenas decoroso.

Se tienen así un grupo de escuelas y facultades que ofrecen niveles muy altos de formación y un conjunto donde hasta hoy persisten niveles bajísimos que se ven agravados por la existencia de fenómenos como el porrismo. Este es un asunto que debiera ser analizado a profundidad en un congreso universitario con el fin de darle solución.

Los acontecimientos que delinearon el desenlace del movimiento del CGH de 1999 –la renuncia de Francisco Barnés y la designación de Juan Ramón de la Fuente como nuevo rector- alimentaron las expectativas de una verdadera transformación de la UNAM. Sin embargo, las diversas acciones propuestas por las autoridades universitarias y aprobadas por el Consejo Universitario –entre ellas, la creación de la CECU- no han podido vencer el gran desinterés que persisten en la mayoría de los universitarios. Una prueba muy palpable de ello fue la celebración, hace unos meses, del ciclo de mesas redondas y conferencias “El debate por la UNAM”, en el cual sólo en contadas ocasiones la asistencia a estos actos fue nutrida.

El nuevo intento de la CECU por revivir el interés por un congreso universitario capaz de significar una verdadera reforma institucional se plantea como “un espacio resolutivo, de carácter extraordinario, representativo e incluyente de la pluralidad de actores que conforman a la comunidad universitaria”, entre otros.

La coyuntura nacional se verá envuelta en las elecciones para la renovación del Congreso. En el ámbito local, a fin de año la gestión del actual rector concluirá, y es lógico que habrá enfrascamientos en la lucha por la reelección.

Ante este panorama poco halagüeño, queda por verse si la CECU y la estrategia de la rectoría de la UNAM serán capaces de estimular la participación activa de los universitarios.

El reto que enfrenta hoy la nueva propuesta del Congreso Universitario por Etapas es cómo hacer que la participación de los universitarios sea entusiasta y propositiva, y logre romperse así el ambiente marcado por el desencanto, el desinterés y el escepticismo que hasta la fecha han provocado las propuestas de reforma. Tampoco ha habido propuestas elaboradas por grupos de académicos, estudiantes o trabajadores administrativos que hayan sido capaces de vencer la inercia antes señalada.


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