En un artículo publicado en el primer número de 2004 de la revista Thought & Action, titulado “Campus accreditation. Here comes the corporate model”, Frank H. W. Edler, presidente de la Asociación Educativa de Colegios Comunitarios Metropolitanos de EU., hace notar que la generalizada aplicación de métodos de mejora de calidad tales como Total Quality Management (TQM) o Continuous Quality Improvement (IQM), que en los últimos años han pautado la reforma organizativa de las universidades en Estados Unidos y en otras partes del mundo, implica un desconocimiento de la naturaleza del trabajo docente, y una alienación de los elementos y vínculos fundamentales del proceso educativo.
En palabras del autor “mediante una sistemática aplicación de medidas de evaluación corporativa (corporate assessment measures), las instituciones educativas son reducidas a un modelo de producción, en el cual el producto es el aprendizaje y todo el resto son medios de producción. Al definir al aprendizaje como algo hecho exclusivamente por estudiantes y, adicionalmente, al definir cualquier apoyo educativo que los estudiantes reciben como parte de los servicios de soporte institucional, la enseñanza deriva en uno más de los servicios de apoyo al aprendizaje. Al separar la enseñanza del aprendizaje, y al tratar a la primera como un medio productivo, el modelo adjudica a los administradores el rol de organizadores y tomadores de decisiones del trabajo educativo” (pág. 94).
El autor, al cuestionar la conveniencia de emplear métodos de supervisión de calidad incubados en el mundo de las corporaciones, hace notar que si bien las escuelas, al igual que las empresas, son organizaciones y ámbitos laborales, hay entre ellas una diferencia radical, ya que “el proceso educativo puede ser definido de varia maneras, pero en cualquier definición, la enseñanza y el aprendizaje no involucran de manera inherente actividades de compra y venta.” (pág. 95). Siguiendo ese razonamiento, resulta tan equívoca la metáfora empresarial que adjudica a profesores y estudiantes los papeles de proveedores y clientes, como la pretensión de aplicar sin miramientos procedimientos de aseguramiento de calidad basados en modelos de gestión diseñados para el mundo de las entidades de producción y servicios, cuyo propósito es obtener ganancias y garantizar la completa satisfacción del cliente.
Antes de Edler, otros especialistas y académicos en Europa, EU y América Latina han puesto el dedo en el renglón al calificar tales métodos como neo-tayloristas (al ser variantes actualizadas de la “administración científica del trabajo”) y gerencialistas. Por ejemplo, Alberto Amaral, antiguo rector de la Universidad de Porto (Portugal) y actor relevante en los foros para la integración del espacio europeo de la educación superior, afirma en su trabajo “Managerialism in Higher Education” (2003), que “el influjo de ideologías neoliberales sobre el desempeño de las instituciones de educación superior, combinado con las presiones miméticas del mito de la eficiencia del sector empresarial, ha provocado fuertes presiones sobre las formas tradicionales de gobierno universitario, al mismo tiempo que instituye al gerencialismo como el concepto de gobierno de la educación superior.”
Por su parte, Rosemary Deem, directora de enseñanza y aprendizaje de la Escuela de Postgrado de Educación en la Universidad de Bristol, Inglaterra, señala en “New Managerialism and Higher Education” (1998) que la extensión de formas de evaluación y planeación de carácter empresarial lesiona en forma irrevocable el tejido comunitario de los cuerpos académicos. En lugar de fortalecer a la corporación universitaria, instaura principios de competencia que invalidan las formas de trabajo colegiado en que se basa la vida universitaria. Añade algo interesante, que las presiones para instalar esos enfoques en el ámbito de las instituciones de educación superior son externas, al estar originadas en el ámbito gubernamental, e internas, como formas de preservación y profundización del poder de las burocracias universitarias sobre el trabaja académico en las instituciones. Esta última idea se encuentra ampliamente desarrollada en la conocida obra de Tony Becher y Paul Trowler: Academic Tribes and Territories, publicada en 2001 por la Open University Press.
Tenemos pues tres claros argumentos que desafían la validez de los métodos de “quality management” en las universidades. Uno educativo, la ruptura del vínculo educativo en el proceso de enseñaza aprendizaje; otro político, la reconstitución arbitraria de las formas de gobierno universitario; y uno más social, la ruptura del tejido comunitario en las instituciones académicas. Cabría agregar o insistir en el elemento ideológico presente en la intención de transformar a las universidades según el modelo de empresas eficientes.
El mecanismo ideológico consiste en crear la ilusión de que el sistema universitario puede ser configurado con base en unidades susceptibles de integración vertical, bajo la orientación y conducción de mandos superiores y medios que tenderían a ocupar el lugar y función de las autoridades académicas. Es la fantasía de muchos burócratas de la educación superior, jugar el papel de CEO´s (Chief Executive Officers) arduamente empeñados en el diseño de estrategias corporativas para mejorar la competitividad y el desempeño de la empresa.