Este año, en el Distrito Federal, más de cien mil egresados del bachillerato solicitaron ingreso a las principales instituciones públicas de educación superior de la entidad, la UNAM, el IPN y la UAM. De ellos, cerca de ochenta mil rechazados al no conseguir el puntaje requerido para ingresar a la carrera de su preferencia. Son muchos, demasiados, más o menos la mitad de los no aceptados en las universidades públicas del país.
¿Cuáles son sus opciones? Los que pueden, los menos, enrolarse en una de las universidades particulares de buen nivel académico. Eso si consiguen pasan el examen de admisión respectivo, que tampoco es fácil, y si pueden pagarla. Otros, buscarán fortuna en alguno de los establecimientos privados de formación profesional, de calidad académica dudosa pero precio y requisitos académicos asequibles. Los más, tendrán que esperar y muy probablemente el año próximo sea más difícil ingresar porque el número de aspirantes, consecuentemente el de rechazados, cada vez es mayor, precisamente por los que tienen que aguardar una nueva oportunidad. ¿Cuántos rechazados en 2005? ¿Cien mil? ¿Más?
Otra opción es buscar trabajo. Pero ocurre que ahora hay menos trabajo para los jóvenes ¿Qué hacer entonces? No hay muchas posibilidades, en el Distrito Federal ni siquiera hay opciones de formación superior tecnológica que pudieran brindar una alternativa al problema. El problema es, justamente, que no hay alternativas.
No es la primera vez que esto ocurre. A finales de los sesenta, menos de la mitad de los que querían ingresar al bachillerato de la UNAM eran rechazados y otro tanto ocurría con el primer ingreso a licenciatura. La respuesta fueron los planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades y las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales. Al mismo tiempo -en la primera mitad de los setenta- se abrió la Universidad Autónoma Metropolitana y el IPN amplió posibilidades de cobertura en bachillerato y licenciatura. Poco después se creó la UPN enfocada, en una primera etapa, a la formación profesional del magisterio.
A mediados de los noventa, la problemática de rechazados era especialmente acusada en el bachillerato. La creación de nuevas instituciones (principalmente el CONALEP y otras en la modalidad tecnológica bivalente), así como el establecimiento de la Comisión Metropolitana de Instituciones de Educación Media Superior (CONMIPENS) y el examen único de ingreso, generaron una respuesta efectiva al problema de cupo. En la actualidad se estima que todo estudiante que consigue 31 respuestas correctas en un examen de 128 (más del 85 por ciento de los aspirantes) consigue lugar en alguna de las instituciones de educación media superior públicas de la capital. Excepto en la UNAM porque, en respuesta a las demandas del CGH en el movimiento estudiantil de 1999-2000, la institución decidió retornar al régimen de examen específico para el ingreso a bachillerato, aunque mantiene su participación en la CONMIPENS.
No es lo mismo en licenciatura. Los estudiantes que consiguen ingresar al bachillerato de la UNAM o del IPN tienen una buena oportunidad de continuar en el ciclo de licenciatura de ambas instituciones, gracias al mecanismo de pase reglamentado prevaleciente en cada una de ellas. En cambio, los egresados de bachilleratos públicos o privados, fuera de los sistemas de la Universidad Nacional o el Politécnico, tienen cada vez menos posibilidades. En ciertas carreras (medicina, derecho, contaduría, administración, informática, ingeniería industrial y otras) la posibilidad es ínfima ya que el número de lugares disponibles es muy inferior a la demanda. Cierto es que la nueva Universidad de la Ciudad de México, a cargo del gobierno del Distrito Federal, se propone explícitamente ofrecer una alternativa al problema, sin embargo su capacidad de respuesta equivale en la actualidad a unos dos mil lugares.
El pasado 10 de agosto un número de rechazados del IPN salió a la calle a manifestarse. En oportuna respuesta, las autoridades del Politécnico ofrecieron la apertura de un segundo chance de admisión, que posibilitará la admisión de unos dos mil nuevos estudiantes entre los más de 19 mil rechazados en la primera convocatoria.
En la UNAM, que se mantiene como la institución con mayor demanda de primer ingreso a licenciatura, hay un total de 32 mil lugares de primer ingreso. De ellos, prácticamente 25 mil son ocupados por los egresados del CCH y la ENP. Por lo tanto, se dispone de unas siete mil plazas para la demanda externa. Siete mil lugares -en realidad un poco menos- para más de 60 mil aspirantes. A la UAM se presentan, cada año, unos 56 mil aspirantes en los tres exámenes de admisión, uno en primavera y dos más en otoño. De ese total consiguen ingresar, aproximadamente, diez mil, lo que equivale a algo más del 18 por ciento.
Por supuesto, un número importante de solicitantes, tal vez la mayoría, presenta examen en más de una institución, lo que explica, por un lado, que las cantidades de postulantes y rechazados sean superiores al total de egreso de bachillerato en el año previo. También hay que considerar que la cantidad de postulantes tiende a crecer por el efecto combinado del egreso anual de la educación media superior y el número de estudiantes no admitidos en anteriores convocatorias. El efecto es multiplicativo y no va cambiar a corto plazo, a menos, claro, que se establezcan nuevas opciones y posibilidades ¿Existe voluntad política para ello?
El peor escenario, pero no inconcebible en este sexenio, sería la inacción. Pero el riesgo es altísimo, ojalá que se entienda.