La semana pasada dejamos pendientes algunas preguntas: ¿Cuántos estudiantes mexicanos viajan al extranjero a cursar estudios superiores y a cuánto asciende el gasto por ese concepto? ¿Cuántos están inscritos en universidades con inversión extranjera en el país y cuales son las implicaciones del fenómeno?
1. Universitarios mexicanos en el extranjero. No es un indicador que se recoja ordinariamente en estadísticas del país. Sin embargo, el dato reportado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para la publicación Education at a Glance 2004, parece confiable. Según la información del documento, habría un total de 18,228 mexicanos cursando estudios superiores en alguno de los países de la organización.
Si a ese total añadimos, por un lado, a los estudiantes mexicanos que cursan estudios superiores en Canadá -que no reporta el dato correspondiente a la OCDE- y a los mexicanos estudiando en países fuera del organismo multilateral, podemos estimar una cifra aproximada de 20 mil nacionales cursando estudios de licenciatura o postgrado fuera del país. De ellos ¿cuántos son becarios y cuántos pagan sus estudios? Tampoco es fácil estimar el dato, en vista de la diversidad de agencias que ofrecen programas al respecto. Se sabe, sin embargo, que la principal concentración radica en las becas CONACY y que, actualmente, el organismo patrocina unas dos mil quinientas becas en el extranjero.
Otros programas, como COMEXUS que administra las becas Fulbright-García Robles para estudios en EUA, el Fondo para el Desarrollo de Recursos Humanos (FIDERH, Banco de México), los programas gestionados por la SEP, la SRE, el Instituto Mexicano de la Juventud y la ANUIES, e incluso los acuerdos interinstitucionales de intercambio, deben sumar, cuando mucho, otro tanto que el total de becas CONACYT al extranjero. En números redondos, y siempre como una aproximación tentativa, el volumen de becarios en el exterior sumaría unos cinco mil estudiantes, lo que representa más o menos la cuarta parte de los alumnos mexicanos en el extranjero. Esta proporción, dicho sea de paso, se asemeja al promedio internacional explicado la semana pasada.
Otro aspecto interesante es el costo por estudiante en el extranjero. Según el Informe General del Estado de la Ciencia y la Tecnología en México (CONACYT, 2004), en 2003 se autorizaron 557.5 millones de pesos para el programa de becarios en el extranjero. El mismo año se aprobaron 2,386 becas: 892 nuevas y el resto renovaciones. Dividido el presupuesto entre las becas resultan 242 mil pesos por estudiante al año, o 22 mil dólares a la paridad cambiaria de entonces. Esta cifra es congruente con el tabulador del FIDERH, que otorga becas-crédito para estudios en el extranjero de $158,500 pesos al año (14 mil quinientos dólares), suponiendo que el beneficiario puede acceder a financiamientos complementarios.
Si cerramos nuestra estimación en 20 mil dólares al año por persona, tenemos que el costo del “consumo en el extranjero” de servicios de educación superior se eleva a más de cuatro mil millones de pesos al año (20 mil dólares por 20 mil estudiantes), cantidad pagada por las familias, el gobierno y algunas entidades de la iniciativa privada del país. En contraste con la cantidad de mexicanos que cursan estudios superiores fuera del país, habrá unos seis mil extranjeros haciendo lo propio en México, cifra equivalente al 0.5 de la matrícula nacional de educación superior. La comparación es desventajosa no sólo en el balance de ingresos contra egresos, sino al considerar lo que ocurre en otras latitudes.
En Australia, para considerar el caso que acentúa diferencias, el número de extranjeros en programas de educción superior -exclusivamente licenciaturas y postgrados- supera la cifra de 152 mil individuos (2004), lo que significa un ingreso de más de 3.5 mil millones de dólares al año, o el 13 por ciento al gasto total en educación superior de ese país. Tómese en cuenta que hace sólo diez años los universitarios extranjeros en Australia sumaban sólo 35 mil individuos (véase el sitio web Australian Education International).
2. Estudiantes inscritos en universidades con inversión extranjera directa. Como señalamos anteriormente, la mayor operación en este aspecto es la del consorcio Laureate Education Inc. en la Universidad del Valle de México. El resto de las inversiones extranjeras en el sector es marginal. Actualmente la UVM cuenta con una matrícula de aproximadamente 55 mil estudiantes (contando bachillerato, licenciatura y postgrado) quienes, entre inscripción, colegiaturas y otros gastos, pagan un promedio de 45 mil pesos anuales por persona, es decir un total de 2,475 millones de pesos al año, o 225 millones de dólares. Tanto en matrícula como en volumen de ventas netas, la UVM representa una tercera parte de las operaciones totales de Laureate.
Cabe aclarar dos puntos. Por un lado, las “ventas” de UVM son utilizadas para salarios y gastos de operación, así como para costear la instalación de nuevas sedes. Las ganancias para el consorcio se derivan, principalmente, de la valorización de activos de sus inversiones, que se traduce en el incremento del precio de sus acciones en el mercado NASDAQ. Por otro, que la intervención de la transnacional en las universidades se refleja, antes que en la orientación curricular de los programas, en la implantación de un modelo de gestión empresarial, y en una serie de servicios de valor agregado: inglés, cómputo, opciones de titulación binacionales, acceso a la red universitaria internacional, entre otros.
Queda algo más por ver: ¿existen proyectos de expansión transnacional de universidades mexicanas? Con ese asunto cerramos la serie la próxima semana.