El Programa Nacional de Becas para Educación Superior (Pronabes) se ha afirmado como la principal herramienta de equidad de la política de educación superior del país durante los periodos presidenciales de filiación panista. Se creó en el año 2001 como una de las innovaciones de mayor relieve del gobierno encabezado por Vicente Fox Quezada. La primera disposición de becas fue de 44,420 y la más reciente se aproxima a 320 mil. El Programa Sectorial de Educación (PSE) 2007-2012, además de ratificar la operación del programa, fijó como meta para 2012 la cantidad de cuatrocientas mil becas, cifra no se alcanzará porque los recursos comprometidos para este año cubrirán, a lo sumo, un volumen de 350 mil apoyos. Los recursos que hubieran podido destinarse al cumplimiento de la meta programática quedaron asignados a las cuatrocientas mil “minibecas” de educación superior que repartió el ejecutivo federal hace apenas un mes. El PSE estableció asimismo el objetivo de “actualizar el monto de las becas” (PSE, Objetivo 2.12, pág. 34), propósito que tampoco fue atendido. Los apoyos Pronabes han permanecido incólumes desde hace doce años, a pesar de que el poder adquisitivo del peso ha perdido, en el periodo, más de una tercera parte de su valor original.
Durante su operación, el Pronabes ha sido objeto de numerosas evaluaciones. Entre ella, una del Banco Mundial, entidad que aportó recursos financieros para el programa, otra de la ANUIES, otra más del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), así como auditorías financieras y de desempeño de parte de la Auditoría Superior de la Federación. En general, las evaluaciones han resultado favorables sobre el enfoque de equidad del Pronabes, y las críticas se han enfocado sobre aspectos administrativos y financieros. La apreciación más crítica ha sido la de la ASF que observa algunas deficiencias de transparencia en el manejo y control de las erogaciones. Sorprendentemente hay un tema de desigualdad que ha pasado inadvertido a las evaluaciones: las persistentes brechas territoriales en la asignación de las becas. Al observar la distribución de apoyos Pronabes por entidades federativas salta a la vista el problema. Para interpretarlo es necesario recordar que las reglas de operación del programa se sustentan en una distribución de tres tercios de los recursos a repartir. El primer tercio corresponde a los recursos de la Federación para el programa, el segundo a los recursos de los estados y el tercero a los de las instituciones federales de educación superior participantes, fundamentalmente la UNAM, el IPN, la UAM y la UPN.
En virtud de esta característica, se justifica que el Distrito Federal haya resultado la entidad más favorecida con recursos Pronabes. En el DF se concentra una cuarta parte del total de las becas, aunque la entidad representa solamente el 16 por ciento de la matrícula pública del país. Esta fuerte concentración implica que prácticamente uno de cada cuatro de los alumnos de educación superior capitalinos tiene acceso a beca del Pronabes.
Dentro del rango más de veinte por ciento de la matrícula pública atendida por becas Pronabes se encuentran los casos de Yucatán (28.6%), Zacatecas (27.4%), Veracruz (22.5%), al que cabe agregar el de Chiapas (19.8%). En el extremo contrario, en que la cobertura de las becas es inferior a un dígito, se encuentran Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Guerrero, Jalisco, Morelos, Nuevo León, San Luis Potosí y Sinaloa. Particularmente notable, en su connotación negativa, la situación en Baja California (4%), Morelos (5.4%) y Nuevo León (3.6%).
Ningún indicador, como no sea la correlación de fuerzas políticas en esos estados, explica la brecha persistente. Pronabes es un programa que merece la pena preservar pero que indudablemente hay que corregir. Entre otros aspectos, en el correspondiente a la distribución territorial de las becas.
Cuadro 1.