La suprema corte de Brasil ha dado su aval incondicional a las políticas de acción afirmativa en las universidades del país, marcando un hito histórico a favor de la equidad racial en un país considerado entre los más desiguales del mundo. También, es un ejemplo para países como México, en donde la educación superior sigue siendo el dominio de una minoría privilegiada.
A finales de abril, después de dos años de debate público, los ministros del Supremo Tribunal Federal, la máxima corte de Brasil, resolvieron de forma unánime a favor de la Universidad de Brasilia (UnB), una de las instituciones de educación superior más prestigiosas del país. Esta universidad federal había enfrentado una demanda por parte del partido conservador, quien le había acusado de violar la Constitución al reservar 20 por ciento de sus lugares para estudiantes afrobrasileños e indígenas.
Los ministros, sin embargo, argumentaron la necesidad de compensar a las poblaciones afrobrasileñas e indígenas por siglos de discriminación y maltrato por parte de la población blanca. “A partir de esta decisión, Brasil tiene una razón más para no verse en el espejo de la historia y sentirse avergonzado”, dijo el juez Carlos Brito después de la resolución del 26 de abril.
Una semana después, la corte resolvió 7 a 1, con tres abstenciones, a favor del uso decuotas raciales en el Programa Universidad para Todos (ProUni), que otorga becas a estudiantes en más de mil 300 universidades privadas del país.
Los jueces contaron con el respaldo de las Naciones Unidas, quien emitió una declaración apoyando a las políticas de acción afirmativa en Brasil, e igualmente del cineasta afroamericano, Spike Lee, quien está rodando una película en Brasil. Lee acudió a Brasilia para reunirse con la presidenta Dilma Roussef y con Joaquim Barbosa Gomes, el único juez afrobrasileño del máximo tribunal.
Las resoluciones de la corte sientan un precedente importantísimo dentro de la batalla sobre las políticas de acción afirmativa en Brasil. Falta que el tribunal resuelva otro caso en contra de la Universidad Federal del Rio Grande del Sur, pero se espera que el resultado sea igual.
Brasil fue el último país del hemisferio en abolir la esclavitud, en 1888. Aunque nunca adoptó medidas de segregación, como sí hicieron Estados Unidos y Sudáfrica, los descendientes de esclavos en Brasil han recibido un trato que dista mucho de la imagen oficialista de una “democracia racial”. Como dicen los activistas afrobrasileños en son de burla: “¿No sabes si alguien es negro? Pregúntale a un policía”.
Este grupo, dividido entre los que se autodeclaran pretos (negros) y pardos (mulatos), representan poco más de 50 por ciento de los 190 millones de brasileños, pero 70 por ciento de los más pobres, según el último censo de 2010. En contraste, 75 por ciento de los más ricos son blancos. En promedio, los afrobrasileños estudian dos años menos de escuela que sus contrapartes blancas, y aún cuando llegan a tener el mismo nivel de estudios que los blancos, ganan la mitad, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
La situación para los indígenas es aún más difícil. Diezmados por armas o enfermedades durante el periodo colonial, hoy representan apenas 0.2 de la población, o unas 350 mil personas. Muy pocos llegan hasta la universidad, y su inclusión dentro de las cuotas raciales es casi simbólica; tanto que activistas indígenas se han manifestado fuera de la corte suprema, exigiendo ser tomados en cuenta en el debate, que se ha centrado en el tema de las cuotas para los afrobrasileños.
El término “acción afirmativa” fue acuñado por el ex presidente John F. Kennedy en Estados Unidos en los años 60 para referir a las medidas de su gobierno a favor de los grupos discriminados o minoritarios. Con el tiempo, empezó a ser sinónimo de las medidas compensatorias en las universidades estadounidenses a favor de los afroamericanos. Pero en realidad, el concepto es mucho más antiguo y amplio. En muchas partes de la India colonial, a principios del siglo pasado, se reservaban plazas en los gobiernos locales para miembros de las “castas atrasadas”, incluyendo a los llamados “intocables”. Y hoy, los cupos reservados ascienden a 80% de los trabajos y plazas universitarias en algunas partes del país asiático.
En México, sin embargo, la acción afirmativa es más reciente y ha sido poco eficaz. ¿Quién se olvida de “las juanitas” de San Lázaro, que burlaron las cuotas de género para los partidos políticos, regalando sus curules a sus suplentes masculinos? En el campo de la educación superior, en vez de reservar lugares para minorías o grupos desfavorecidos, se ha buscado la equidad social por medio de becas para estudiantes con necesidad económica, como es el caso de Pronabes.
También, existen dos programas que ofrecen apoyos limitados a estudiantes indígenas en universidades mexicanas: El Programa de Apoyo a Estudiantes Indígenas en Institutos de Educación de Educación Superior (PAEIIES), de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES); y el Programa Universitario México Nación Multicultural, de la Universidad Nacional Autónoma de México. El primero empezó en 2002 y da apoyo a estudiantes indígenas en la forma de tutorías, exención de cuotas de inscripción, cursos propedéuticos y apoyo económico para la titulación en las 18 universidades públicas participantes. Según datos del programa, el número de estudiantes participantes se ha incrementado de mil309 en 2002 a 9 mil 562, y el promedio escolar de éstos ha mejorado de 7.9 a 8.3 el año pasado.
El segundo programa, que empezó en 2005, otorga becas de 2 mil pesos al mes más tutorías a estudiantes indígenas de la UNAM, quienes son obligados a mantener un promedio de 8 – un requisito que parece contravenir el espíritu del programa. El año pasado hubo 295 becarios del programa, de una población estudiantil de más de 190,000 (no queda claro en las cifras oficiales si el número de becas incluye también las del sistema de bachillerato de la UNAM, en cuyo caso, el número total de estudiantes llegaría a más de 300,000).
Por su tamaño limitado, estos programas no resuelven la falta de acceso a la universidad para la minoría indígena. Aunque éstos representan 13 por ciento de los 107 millones de mexicanos, por cuestiones de pobreza y marginación son muy pocos los que ingresan a la universidad. No hay cifras oficiales del porcentaje de universitarios indígenas, pero se estima que representan apenas 2 por ciento de la matrícula nacional de 3.4 millones. Mucho de ellos están inscritos en las 11 universidades interculturales públicas registradas con la SEP en México, la mayoría de las cuales se han abierto durante la última década. El modelo busca responder a las necesidades y demandas particulares de las comunidades indígenas, en términos culturales y prácticos, y juegan un papel parecido al de las historically black colleges (universidades históricamente para negros) en Estados Unidos.
Sin embargo, dadas las condiciones precarias en que sobreviven muchas de las estas instituciones en México, se vale preguntar si el Estado está logrando su meta de contrarrestar la discriminación y pobreza que ha padecido históricamente la población indígena en el país. O si no, si se debe pensar en otras opciones, como la de las cuotas reservadas en las universidades públicas y privadas.
En general, las políticas de acción afirmación son polémicas en todo el mundo, e inclusive han enfrentado serias reversas en años recientes. En 2003, la Suprema Corte de Estados Unidos resolvió que los cupos fijos para minorías en las universidades públicas violaban la Constitución, aunque permitió a las instituciones tomar en cuenta la raza de un estudiante como parte de sus políticas de acceso. Ahora, la corte se está preparando para revisar el caso de una mujer blanca que fue rechazada por la Universidad de Texas, y quien alega discriminación racial.
En Brasil, estas políticas también han enfrentado grandes batallas legales desde 2002, cuando el estado de Rio de Janeiro hizo historia al obligar a sus dos universidades a reservar un porcentaje de plazas para afrobrasileños y egresados de preparatorias públicas. Desde ese año, más de 70 universidades públicas brasileñas y más de 100 privadas han adoptado medidas para facilitar el acceso para los grupos desfavorecidos, incluyendo los afrobrasileños, la minoría indígena, los discapacitados, y los egresados de preparatorias públicas.
En Brasil, pasa algo curioso. Mientras las universidades públicas suelen ser de buena o excelente calidad y cubren sólo 30 por ciento de la matrícula en educación superior, las preparatorias públicas son generalmente muy malas y atienden a la mayoría. Como resultado, la competencia por entrar en las universidades públicas es feroz, y una mayoría de las plazas se han dado históricamente a estudiantes blancos y egresados de las prepas privadas – algo que está empezando a cambiar.
Hoy hay más de 300 mil cotistas, como se conocen a los que benefician de las cuotas reservadas en Brasil, y de ellos, 110 mil son afrobrasileños. En la UnB, por ejemplo, el porcentaje de estudiantes afro-brasileños ha triplicado desde 2004, de 3 por ciento a 11 por ciento, según la revista brasileña electrónica Istoé Independiente. En la Universidad de Rio Grande del Sur, que en 2008 empezó a reservar 30 por ciento de sus lugares para estudiantes de escuelas públicas o afro-brasileños, el porcentaje del último grupo ha subido de 3 a 11.5 por ciento. En general, gracias a las políticas de acción afirmativa y la expansión del sistema de educación superior en Brasil, el porcentaje de afrobrasileños mayores a 25 años con títulos universitarios ha duplicado en la última década, de 2.3 por ciento en 2000 a 4.7 por ciento en 2010, mientras el porcentaje de blancos con título subió de 9.8 por ciento a 15 por ciento de la población, según datos del censo.
Los críticos de las cotas raciales argumentan que éstas sólo sirven para fomentar el racismo, y que la clase social, en vez de la raza, es el factor determinante en Brasil. Además, insisten que después de siglos de mestizaje - en algunas regiones de Brasil, la gente utiliza más de 100 categorías para describir el color de su piel - es casi imposible determinar quién debe calificar para las cotas.
Esto es, sin duda, el argumento más utilizado en contra de las cotas en Brasil, y representa el mayor reto para las universidades. En general, éstas han optado por dos sistemas para determinar quién calificará para las cotas, cada uno con sus problemas: o permiten que el candidato autodefina su raza o forman comités que determinan la raza a través de un examen visual. Ambos sistemas, sin embargo, han sido tachados de arbitrarios o racistas. En un caso ya famoso, en la Universidad de Brasilia, distintos comités evaluaron a un par de gemelos idénticos en 2007, y determinaron que uno era blanco y el otro negro.
Sin embargo, estas dificultades no deben desmeritar los esfuerzos por parte de las universidades brasileñas de democratizar el acceso a la educación superior. Por primera vez con la acción afirmativa, la universidad pública brasileña ya no es el dominio de una élite privilegiada y blanca. Y con las decisiones de la suprema corte, esta tendencia parece destinada a seguir.