Los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla”. La frase, acuñada por el filósofo hispanoamericano George Santayana hace más de un siglo, podría ser el lema de una nueva campaña por parte de la academia estadounidense en defensa de las humanidades y las ciencias sociales. La campaña busca contrarrestar la fijación con los campos científicos y matemáticos por parte de los hacedores de política pública, a expensas de los campos humanísticos.
La proporción de egresados de carreras en las humanidades y las ciencias sociales ha caído de 14 por ciento en 1966 a 7 por ciento en 2010. Y esta tendencia se ha agudizado en los últimos años, con el nuevo enfoque por parte del gobierno federal —y del presidente Obama en particular— en las áreas STEM (acrónimo en inglés para ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), que son vistos como vitales para elevar la competitividad del país. En el proceso, se han reducido dramáticamente los apoyos para las humanidades y las ciencias sociales, incluyendo un recorte federal de 41 por ciento para los estudios en el extranjero en los últimos 4 años.
Actualmente, 12 estados condicionan el monto de fondos para sus universidades con base en el número de egresados que consigan buenos trabajos, políticas que están bajo revisión en 19 estados más. A su vez, los gobernadores de Florida, Carolina del Norte y Wisconsin han propuesto recortar programas en campos como antropología y estudios étnicos dentro de las universidades estatales, argumentando la falta de relevancia y rentabilidad de las mismas. Estas políticas se respaldan en estudios señalando la brecha de ingresos entre los recién egresados de carreras humanísticas y los científicos.
Sin embargo, no todos en Washington comparten la visión de las carreras humanísticas como poco útiles para la nación. En 2011, un grupo bipartidista de congresistas federales (dos senadores y dos diputados) le encargaron a la Academia Americana de las Artes y las Ciencias (AAAS por sus siglas en inglés) elaborar una serie de recomendaciones sobre cómo “mantener excelencia nacional en las humanidades, las ciencias sociales y la educación”. La Academia armó un comité de 54 renombrados académicos, empresarios, filantrópicos y artistas, quienes entregaron sus conclusiones a los congresistas el 19 de junio.
El reporte de 90 páginas, El Corazón del Asunto (The Heart of the Matter), consiste de una apelación emotiva a los congresistas y al público en general sobre la importancia de lo humanístico en la historia —y para el futuro del país. Según sus autores, “vivimos en una nación que ha sido construida— pensamiento por pensamiento, descubrimiento por descubrimiento — sobre los cimientos de los estudios humanísticos y de las ciencias sociales, desde nuestros orígenes en la filosofía de la Iluminación hasta un futuro informado por la compilación y análisis de grandes datos”.
En contraste con otro reporte realizada por la AAAS en 2005, en donde la academia aboga por más apoyo para las áreas STEM, el nuevo reporte no propone un presupuesto específico — lo que puede ser reflejo del clima de austeridad económica en Washington. Tampoco fija metas en cuanto al número de estudiantes inscritos en las humanidades y las ciencias sociales. Pero sí da argumentos contundentes sobre la importancia de estos campos para el desarrollo del país, en todos los sentidos.
Sus recomendaciones se dividen en tres áreas: mejorar la calidad de enseñanza en lectura, escritura y cultura cívica; aumentar la inversión en investigación y formación de maestros en estos campos; y expandir los programas internacionales. De forma más específica, recomienda: mayores recursos para la Fundación Nacional de las Humanidades (National Endowment for the Humanities) y la Fundación Nacional de Ciencias (National Science Foundation); la aprobación de una Ley Nacional de Competitividad en apoyo a los estudios internacionales y transnacionales; la creación de un “cuerpo cultural” para brindar mayores conocimientos sobre las ciencias sociales y las humanidades al público; y una mayor colaboración entre los campos humanísticos y los científicos en temas de interés nacional, como la salud y lo energético.
Los autores también critican a la academia por mantenerse en la torre de marfil: “Si los académicos en las disciplinas humanísticas esperan que el público apoye con más recursos económicos, deben demostrar el valor público de su trabajo de una forma más eficaz de lo que se ha visto en años recientes”.
El reporte viene acompañado por un documental corto, en donde famosos como el cineasta George Lucas, el chellista Yo-Yo Ma y el actor John Lithgow argumentan la importancia de las artes y las humanidades en informar al debate público, promover valores cívicos, y elevar el espíritu. También apuntan la necesidad de una buena fundación en historia; como comenta Ken Burns, director de documentales sobre la historia del país, muchos egresados del nivel bachillerato en Estados Unidos piensan que su país luchó al lado de la Alemania en contra de Rusia en la Segunda Guerra Mundial.
Esa falta de conocimientos generales se ve reflejada en los resultados de pruebas estandarizados, en que menos de 25 por ciento de los estudiantes estadounidenses del octavo y doceavo grado demuestra dominio en las áreas de lectoescritura y cultura cívica. En la prueba PISA, otro indicador del nivel de enseñanza, Estados Unidos se ubica a la mitad de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a pesar de contar con la economía más grande del mundo.
El reporte de la AAAS coincide con una campaña por parte de la Universidad de Harvard, que tiene como fin fomentar el interés en las humanidades entre sus alumnos de nivel licenciatura. En 2011, la universidad lanzó el Proyecto Humanidades (Humanities Project), que juntó los esfuerzos de académicos en distintas áreas para hacer un diagnóstico de las humanidades dentro de la universidad. Los primeros tres reportes fueron dados a conocer en junio. Reflejan una preocupación por parte de muchos académicos por el declive de interés en estas disciplinas, fenómeno que se ha vuelto aún más marcado a raíz de la recesión económica de 2001 y de la crisis de 2008-2009.
El número de sus estudiantes que cursaron alguna carrera en las humanidades bajó de 24 por ciento a 17 por ciento entre 1966 y 2010, según la universidad. Y de forma más dramática, entre 2006 y 2012, la proporción de nuevos estudiantes que expresaron la intención de estudiar humanidades cayó de 27 por ciento a 18 por ciento. Entre los que empezaron una carrera en ese campo durante los últimos 8 años, la mitad cambiaron a algún área de las ciencias sociales, que son vistas como más rentables.
Harvard busca revertir esa tendencia a través de reformas curriculares, nuevos programas de prácticas profesionales, y mejor asesoría académica, entre otros remedios. “Las artes y las humanidades nos enseñan a describir, evaluar y cambiar al mundo”, dice el diagnóstico de Harvard, que argumenta que esos campos también ofrecen buenas oportunidades en el mercado laboral. “Los estudiantes tienen preocupaciones válidas en torno a sus perspectivas de empleo,” dice. “Pero en general, pocos estudiantes de Harvard saben que los empleadores buscan egresados con una sólida formación en las humanidades”.
El argumento tiene algo de verdad. En un estudio realizado por Hart Research Associates en enero de éste mismo año, 93 por ciento de los empleadores encuestados dijeron que el tipo de carrera de sus solicitantes era menos relevante que sus capacidades de pensamiento crítico, de comunicación, y de resolución de problemas, y 96 por ciento calificaron como importantes habilidades interculturales. Mientras 82 por ciento opinaron que las universidades deberían enseñar más habilidades críticas y analíticas, sólo 56 por ciento pensaban que deberían enfocarse más en fomentar conocimientos científicos y tecnológicos.
No obstante, el que los empleadores tengan una buena opinión de los egresados de humanidades no necesariamente significa que les ofrecen trabajo, y mucho menos trabajo bien pagado. Según estudios realizados por College Measures, una organización sin fines de lucro en el estado de Maryland, los egresados de las humanidades ganan en promedio mucho menos que sus compañeros de otras carreras, por lo menos durante los primeros años. En Colorado, por ejemplo, los recién egresados en ingenierías ganan en promedio US$55,000 al año, mientras que los egresados en literatura ganan $34,000. Y hay casos más extremos. En Texas, los contadores ganaban $48,000 con licenciatura, $67,000 con maestría, y $157,000 con doctorado. En contraste, los antropólogos ganaban $22,000 con licenciatura, $30,000 con una maestría, y $47,000 con doctorado.
El gobernador de Florida, Rick Scott, ha utilizado a esas cifras en su intento por eliminar las carreras menos rentables —y la de antropología en particular— de la oferta de las universidades del estado. Eso a pesar de que su propia hija es antropóloga. “No necesitamos más antropólogos en el estado. Es una buena carrera si alguien lo quiere estudiar, pero no los necesitamos aquí. Quiero gastar nuestros dólares para ofrecer carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas,” dijo en una entrevista televisiva en 2011. “Eso es en donde nuestros hijos necesitan enfocar su tiempo y atención; para que cuando salgan de la escuela, pueden conseguir un empleo”.
Los comentarios causaron furia entre los antropólogos, y fueron ampliamente reprobados por el público, según una encuesta del periódico Sun Sentinal, de Orlando. Sin embargo, los argumentos de Scott han ganado adeptos en los últimos dos años. El gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory, ha promovido una ley que condicionaría los fondos estatales para las universidades al desempeño de sus egresados en el mercado laboral. Ha propuesto eliminar ciertas carreras, como los estudios de género, de la oferta de las universidades públicas.
Si esas propuestas de ley prosperan, el número de estudiantes cursando carreras en las humanidades y las ciencias sociales podrían bajar aún más en los próximos años. Sería una pena. Como dice George Lucas en el video, “las ciencias son el cómo, y las humanidades son el por qué. ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué creemos en lo que creemos? No creo que puedes tener el cómo sin el por qué”.