En resumen: mucha televisión y de mala calidad tiene implicaciones negativas en el rendimiento. Un consumo moderado y de buena calidad puede apoyar el proceso formativo de niños y jóvenes. La cantidad de televisión que miran los niños y los adolescentes depende, en buena medida, del entorno familiar. La calidad de la programación, de las televisoras. Pero veamos qué dice la investigación académica al respecto.
En 2003, Franklin T. Thomson y William P. Austin, investigadores de la Universidad de Nebraska, publicaron “Television Viewing and Academic Achievement Revisited”, en la revista Education (vol. 124, núm. 1). En este trabajo resumen resultados de la investigación en el área, dentro de Estados Unidos, a partir de los sesenta. En la síntesis constatan, en primer lugar, que el tiempo de exposición a la televisión ha variado en el tiempo, con una tendencia al crecimiento: de aproximadamente dos horas diarias en la primera década del periodo, a más de tres en los años recientes. Se hace notar, asimismo, que la investigación reporta escaso control de los padres sobre los hábitos y contenidos de la televisión que consumen los menores.
También hacen notar Thomson y Austin que la proporción entre consumo televisivo y lectura es del orden tres a uno, es decir que por tres horas de televisión hay apenas una de lectura en casa: en el hogar los niños ven mucha televisión y leen muy poco. ¿Qué tanto afecta este fenómeno al rendimiento escolar? La respuesta es matizada. Al parecer un consumo moderado (en torno a dos horas al día) no provoca efectos negativos relevantes en el aprovechamiento, mientras que mayores dosis de televisión, sobre todo si están relacionadas con la exposición a programas carentes de contenido educativo, informativo o cultural, parecen tener consecuencias desfavorables. Esta última manifestación (rendimientos escolares negativos causados por un alto consumo de televisión) es nítida en el subconjunto que permanece frente al medio más de cinco horas diarias.
Algunos de los estudios considerados por los autores encuentran efectos significativos en el tipo de programas que ven los niños y su nivel de aprovechamiento. Sobre todo para los más pequeños (infantes de tres a seis años), una dosis de televisión educativa parece favorecer capacidades intelectuales tempranas, pero lo contrario también ocurre: entre los más pequeños observar televisión de adultos (telenovelas y series) tiende a provocar efectos perjudiciales, en especial en las áreas de sociabilidad, percepción de la realidad externa y formación de valores básicos.
Aunque la investigación no es concluyente, todo indica que la relación entre consumo televisivo y rendimiento escolar es de tipo curvilineal: observar en dosis discretas programas de televisión con contenidos informativos, culturales o educativos tiende a favorecer al rendimiento en la escuela, pero el efecto se pierde, hasta convertirse en negativo, a medida que se incrementa el consumo diario, o bien éste se sustenta en programación de mala calidad. Tal tendencia es aún más acusada en los sectores de población económica y culturalmente desfavorecidos.
De la investigación más reciente cabe citar el estudio de Ashish Singh y Sarthak Gaurav, recientemente publicado en el Journal of Communication Technology and Human Behaviors, que se titula “Television Exposure and Academic Skills of Children: New Findings from India”. Los autores llevan a cabo una rigurosa exploración sobre los efectos del consumo televisivo sobre el desempeño de una muestra de niños entre ocho y once años en áreas de comprensión de lectura, escritura y destreza matemática. La base de datos del ejercicio proviene de la muestra de hogares, estadísticamente representativa a nivel nacional, establecida por el Consejo Nacional de Investigación Económica Aplicada de la India para la Encuesta de Desarrollo Humano producida en ese país (IHDS 2005).
El estudio de Singh y Gaurav extrajo un subconjunto de población infantil que consta de poco más de doce mil casos. La medición del rendimiento escolar se basa en los resultados de pruebas diseñadas por la organización india Pratham, incluidas en la encuesta IHDS, y la medición de efectos considera tanto el tiempo diario de exposición a la televisión, así como el contenido, educativo o no educativo, de los programas vistos. La prueba de hipótesis toma en cuenta el peso de variables tales como la escolaridad de los padres, el ingreso familiar, el entorno rural o urbano de los hogares, y el sexo y la edad de los niños. La metodología es el análisis de regresión logística de varias combinaciones de variables.
Entre los hallazgos se mencionan: Aunque el promedio de observación televisiva se ubica en el rango de una a dos horas por día, encima de una tercera parte de la muestra cae en la categoría de más de dos horas diarias. El 76 por ciento de los niños no ve contenidos educativos, lo que para el caso incluye programas de noticias, documentales, y de capacitación en agricultura. En cuanto a las correlaciones entre tiempo dedicado a la televisión y rendimiento en las pruebas escolares administradas, se encuentra que un consumo moderado de televisión (de una a dos horas al día) se correlaciona positivamente con las habilidades de lectura y escritura y es indiferente al rendimiento en el área matemática. En cambio un consumo más intenso provoca efectos negativos, que van de moderados a relevantes, en las tres áreas de competencia evaluadas.
No obstante, advierten los autores, los efectos de la televisión sobre el rendimiento académico presentan variaciones importantes por nivel socioeconómico, por edad y por sexo. Por ejemplo, en el sector rural y en el grupo socioeconómico más desfavorecido, cierto consumo televisivo ayuda a paliar las carencias de capital cultural de los hogares, de modo tal que los niños en esta condición presentan mejores desempeños (en lectura y escritura) que aquellos que no tienen exposición al medio. En contraste, en los hogares con mayores capacidades económicas y culturales, los niños con menor exposición a la televisión presentan mejores resultados tanto en lectura y escritura como en matemáticas. Los autores hacen notar que este hallazgo probablemente se puede adjudicar a diferencias en el control familiar sobre los hábitos extracurriculares de los infantes.