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Posgrado: el nuevo frente en la batalla por la equidad racial en Brasil
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 607 [2015-05-14]
 

A una década de la adopción de políticas de acción afirmativa en la educación superior de Brasil, sólo 20 por ciento de estudiantes de posgrado y 1 por ciento de profesores universitarios se definen como negros, según datos del gobierno federal. Representan una proporción ínfima, si se considera que en el último censo de 2010, el 51 por ciento de la población brasileña se definió como afrobrasileña La razón: las políticas compensatorias, hasta muy recientemente, no aplicaban en el nivel del posgrado, en donde se forman los futuros profesores e investigadores del país. Pero ese panorama ya empieza a cambiar. En los últimos tres años, una docena de universidades estatales y federales—incluyendo las más importantes del país— han adoptado en el nivel de posgrado cupos reservados para afrobrasileños e indígenas, conocidos en Brasil como cotas.

La proporción y el tipo de lugares reservados varían según la composición racial de cada estado y de las políticas de cada posgrado. También, en la mayoría de los casos, las cotas son limitadas a áreas como antropología, sociología y otros en donde existe por parte de los estudiantes y profesores un fuerte activismo social. Tal es el caso de la Universidad de Campinas (Unicamp), una de las instituciones mejor ranqueadas de América Latina y uno de los bastiones de la élite científica (blanca) del país. La universidad, construida en 1966 en las afueras de la ciudad de Campinas, estado de Sao Paulo, es la universidad latinoamericana que registra más patentes. También, ha sido una de las más renuentes a adoptar las políticas de cotas, alegando que atentan contra la calidad de la institución. Como resultado de ello, un 15 por ciento de sus estudiantes son negros, según datos de la propia institución.

La falta de diversidad racial es aún más evidente en el cuerpo docente. Según Lucilene Reginaldo, profesora de historia de la Unicamp, en la actualidad sólo 30 de los más de 2 mil profesores de su universidad se declaran como pretos (negros) o pardos (mulatos). Esta académica describió la presión que enfrenta como miembro de una pequeñísima minoría de negros en la institución: “Si logras tener éxito, te ven como una excepción,” dijo en una entrevista en abril. “Si no lo logras, compruebas la regla de que los negros no son capaces”.

Sin embargo, hay señales de cambio, aún en la Unicamp. En marzo, Reginaldo formó parte de un grupo de estudiantes y profesores que logró la aprobación de las primeras cotas en la universidad. Aprovecharon la relativa autonomía de los programas de posgrado para impulsar cotas de 25 por ciento para afrobrasileños e indígenas para los nueve posgrados que ofrecen el instituto. F ue un paso audaz, ya que las medidas aún no cuentan con el apoyo de la rectoría. Pero Reginaldo estaba optimista de que las cotas aplicarían a partir del proceso de selección del próximo agosto. La mayoría de las políticas para el posgrado comenzó después de 2012, cuando el Tribunal Supremo Federal del país decretó la legalidad constitucional de las cotas raciales en las universidades. El mismo año, el gobierno federal aprobó la Ley de Cotas, que obliga a las 64 universidades federales, en forma escalonada antes de 2016, a reservar la mitad de sus lugares para egresados de escuelas públicas y afrobrasileños. La ley ha servido para institucionalizar un proceso que ya estaba en pleno desarrollo. Hoy, la mayoría de las más de 100 universidades públicas y una buena parte de las privadas han adoptado políticas compensatorias para afrobrasileños y los egresados de escuelas públicas, en lo que representa un gran experimento de ingeniería social.

Brasil fue el último país del hemisferio en abolir la esclavitud, en 1888. Y aunque Brasil nunca implementó segregación racial, al estilo de Estados Unidos o África del Sur, los descendientes de esclavos aún enfrentan fuerte discriminación racial. Los afrobrasileños ganan en promedio 65 por ciento de lo que ganan los blancos y asisten varios años menos a la escuela, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

A su vez, antes de las políticas de acción afirmativa, el país contaba con uno de los sistemas de educación superior más elitistas y regresivos de la región. Las universidades públicas, que son gratuitas, que atienden a sólo el 23 por ciento de la matrícula nacional, y que suelen ser consideradas de las mejores; han sido bastiones de la elite blanca, en donde la mayoría de sus estudiantes son egresados de escuelas privadas. Hoy, ese panorama ha cambiado. Por ejemplo, la Universidad Federal de Bahía, que fue de las primeras en adoptar las políticas en 2004, duplicó el porcentaje de estudiantes negros de 20 por ciento a 40 por ciento en la última década, según cifras de la universidad. Al igual que otras universidades, los cotistas de Bahía han logrado igual o mejores rendimientos escolares que los no cotistas, según un estudio comisionado por el rector de la universidad en 2006.

Sin embargo, en muchas universidades, los estudiantes que entran a través de las cotas reportan sufrir discriminación racial o clasista. En la Universidad de Brasilia, una de las pioneras en las políticas de acción afirmativa, estudiantes negros recientemente lanzaron una campaña en Twitter denunciando actos y actitudes discriminatorios por parte de otros estudiantes y profesores. La campaña toma inspiración de los nuevos movimientos anti-racistas de la Universidad de Harvard y la Universidad de Michigan, entre otras universidades estadounidenses.

También, faltan apoyos económicos en Brasil para garantizar que los estudiantes cotistas puedan seguir sus estudios, sin tener que trabajar fuera de la universidad. A su vez, pocos estudiantes afrobrasileños siguen hasta el nivel posgrado, en donde los procesos de selección son más subjetivos— y en donde la posibilidad del sesgo racial es mayor.

Al reservar plazas para estudiantes negros, la nueva generación de políticas de acción afirmativa busca asegurar la presencia de una masa crítica de estudiantes en los más altos niveles de la academia. Pero no será fácil. A diferencia de las cotas en el nivel de estudios de licenciatura —que fueron adoptadas gracias a leyes estatales o federales, o por los consejos universitarios— las nuevas políticas en el posgrado ha sido resultado de decisiones departamentales. Y no siempre cuentan con el apoyo de la universidad en su conjunto.

Tal es el caso de la Unicamp y de la Universidad de Sao Paulo (USP), la institución no. 1 de América Latina. En vez de cotas, ambas universidades paulistas otorgan puntos extras en su examen de admisión para egresados de escuelas públicas y para afrobrasileños, en un intento por lograr “inclusión con mérito”. En realidad, el número de afrobrasileños en ambas instituciones no ha aumentado mucho en la última década; ronda el 15 por ciento, o menos de la mitad de la proporción de afrobrasileños en el estado, que es de 35 por ciento. En en las carreras más competidas, como medicina o ingeniería, la proporción de negros es mucho menor.

No obstante, existen fuertes presiones políticas, tanto dentro como fuera de las instituciones paulistas, para que se vuelvan más incluyentes. En una entrevista con TV Globo el 30 de abril, el nuevo Ministro de Educación de Brasil, Renato Janine Ribeiro, criticó a la USP por ser “tímida” en sus políticas de acción afirmativa. Ribeiro, quien es profesor de filosofía política de la universidad paulista, defendió las políticas como “muy importantes” para combatir la “realidad empírica del racismo en Brasil”. A su vez, se resistió a poner una fecha límite para las políticas— como sí han hecho algunas universidades—argumentando que las medidas serán necesarias hasta que “tienes una verdadera equidad étnica, cuando ninguna persona negra, de raza mixta o de ascendencia indígena sufra discriminación”.

Ante ese panorama, activistas pro-cotas han buscado huecos en la legislación universitaria para impulsar su agenda. En el caso de la USP, grupos de activistas lograron impulsar cotas en 2011 en el Posgrado en Derechos Humanos, medidas que después fueron adoptadas en el Posgrado en Antropología en 2013.

Ahora, los activistas están buscando ampliar esas medidas para los demás posgrados, y para el nivel de licenciatura —enfrentando fuertes resistencias en el proceso— En marzo, un grupo de activistas negros irrumpieron en una clase de economía en la USP, para diseminar una propuesta a favor de las cotas. Cuando la profesora y algunos estudiantes blancos pidieron a los activistas que se retiraron, se desató un fuerte enfrentamiento verbal en donde los activistas acusaron a los estudiantes blancos de racistas. Un video de la escena después se volvió viral en Internet, y provocó una serie de protestas en la universidad en contra de las políticas de admisión.

Las universidades paulistas no son las únicas en resistirse a las políticas de cotas. La Universidad Federal de Amazonas, que fue de las primeras en implementar cotas para indígenas en algunos de sus programas de posgrado en 2011, después revocó las medidas en agosto de 2014. El rector de la universidad justificó la decisión, alegando que el Tribunal Supremo del país sólo había pronunciado sobre la constitucionalidad de las cotas raciales a nivel licenciatura. La decisión fue particularmente sorprendente, ya que las cotas fueron restringidas a posgrados con contenidos relacionados a la cultura indígena, como sociedad y cultura, historia y antropología social.

En otros espacios, sin embargo, las medidas están ganando fuerza. En abril, la Universidad de Brasilia aprobó cotas para el posgrado en derecho. La medida es especialmente significativa, dada la escasez de jueces negros en el país. Apenas 1.4 por ciento de los jueces se auto declaró pretos (negros), 14 por ciento pardos (mulatos), y 0.1 por ciento indígenas, en el último censo del Consejo Nacional de Justicia.

Además, en enero, el Estado de Rio de Janeiro aprobó cotas raciales de 30 por ciento para todos los posgrados en las tres universidades bajo su control. Incluyen a la Universidad Estatal de Rio de Janeiro, que fue de las pioneras en adoptar políticas de cotas en 2004. Y a finales de abril, la Universidad Federal de Goiás se convirtió en la primera institución federal en aprobar cotas para todos sus programas de posgrado.

Al juzgar por la rápida expansión de las políticas de acción afirmativa en los niveles de licenciatura, parece probable que lo mismo suceda con las cotas en el nivel de posgrado. Ahora, falta observar el impacto de las medidas a largo plazo. Como es el caso en muchos otros países, sin combatir el enorme rezago educativo en los niveles previos a la educación superior, será difícil combatir las otras formas de la desigualdad.


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