Es por mucho la apuesta más ambiciosa de América Latina en materia de movilidad estudiantil. En los últimos cuatro años, el programa Ciencia sin Fronteras, del gobierno federal brasileño, ha mandado a más de 100 mil habitantes a estudiar en algunas de las mejores universidades de Estados Unidos, Europa y Asia. El costo ha sido de unos 3.7 mil millones de reales (18 mil millones de pesos). Y en 2014, se anunció la meta de enviar otros 100 mil estudiantes para 2018, aunque esa cifra queda en entredicho por la crisis económica que actualmente enfrenta Brasil.
Para poner en contexto la magnitud del programa, en 2010, apenas 5 mil brasileños recibieron becas para estudiar en el extranjero. A su vez, la cifra alcanzada es mayor que el total de mexicanos becados para estudiar en el extranjero en los 45 años de Conacyt—organismo que ha sido referente para la región latinoamericana en materia de movilidad estudiantil. Entre 1971 y 2001, Conacyt reportó haber otorgado un total de 100 mil becas, la vasta mayoría nacionales (Alejandro Canales Sánchez, “Las cifras de becarios en el extranjero”, Campus Milenio, Núm 86, 24 de junio, 2004). Desde ese entonces, el número anual de becas para mexicanos en el extranjero ha variado entre 2,200 y 4,500, según cifras de Conacyt.
Es en ese contexto que Brasil rebasó a México por primera vez el año pasado en el número de estudiantes inscritos en universidades en Estados Unidos; el país sudamericano se colocó en 6º lugar con 23,675 estudiantes en 2015, mientras México quedó en 10º lugar, con 17,052, según el último reporte Open Doors, del Institute for International Education. De hecho, Brasil fue el país que más aumentó la presencia de sus estudiantes en Estados Unidos, con un incremento de 78 por ciento, debido a la nueva política de becas.
No obstante, como es de esperarse de un programa de tal magnitud, Ciencia sin Fronteras ha enfrentado numerosos retos. En diciembre, el Senado brasileño emitió los resultados de una evaluación, en donde enlista los principales problemas del programa (Relatório no. 21, de 2015. Avaliação de Políticas Públicas ... Com Especial Enfoque Ciência Sem Fronteiras, Comissão de Ciência, Tecnologia e Inovação). La comisión también emitió una serie de recomendaciones, que pueden servir como lección para otros países, como México, que están buscando expandir su nivel de movilidad estudiantil. México, por ejemplo, ha anunciado la meta de mandar 100 mil estudiantes a universidades en Estados Unidos en los próximos años, aunque hasta ahora está lejos de alcanzar esa cifra.
El reporte empieza por ubicar al programa dentro de la ambiciosa estrategia nacional en ciencia y tecnología. Ya desde hace muchas décadas, Brasil invierte mucho más que cualquier otro país latinoamericano en investigación y desarrollo: 1.23 por ciento contra 0.62 por ciento en Argentina, 0.49 por ciento en México, y 0.38 por ciento en Chile, según cifras de la RICYT de 2013. El impulso comenzó con la dictadura militar (1964-1985), que incrementó de forma marcada la inversión en el sector y reformó el sistema universitario, para dar un impulso mayor a los programas de posgrado—apoyos que se han acelerado bajo los últimos dos gobiernos de izquierda.
Esa inversión ha rendido frutos en términos de la producción científica del país. Entre 1995 y 2011, Brasil subió del lugar 22 en el mundo al lugar 15, con 13,148 artículos publicados en ese año en revistas indexadas, según el reporte del Senado. En contraste, México subió un peldaño en el periodo, del 29º al 28º lugar, con 4,128 publicaciones. En materia tecnológica, sin embargo, la estrategia brasileña ha sido menos eficaz: el país subió dos lugares desde 2011, de 27º al 25º lugar. Aunque el desempeño mexicano ha sido peor: México bajó del 29º al 33º lugar, según datos de la OCDE de 2014 citados en el reporte.
La inversión brasileña también ha aumentado la visibilidad de sus universidades públicas. Brasil cuenta con 4 universidades entre las primeras 500 en el Academic Ranking de World Universities, de la
Universidad Jiatong de Shanghai, que mide la producción en términos de artículos científicos, Premios Nobel, etcétera. En contraste, México tiene una universidad en el ranking Shanghai: la UNAM. A su vez, hay 17 universidades brasileñas entre las primeras 800 en el ranking del Times Higher Education, que toma en cuenta la producción científica y la reputación internacional de las universidades. Entre los países latinoamericanos, sigue Chile, con 6 universidades, y después Argentina, Colombia y México, con 2 cada uno.
Impacto en la ciencia
Según el reporte, el programa Ciencia sin Fronteras tiene el potencial de incrementar aún más la producción científica, al exponer a decenas de miles de estudiantes a una educación de primer nivel. La mayoría de las becas son por periodos de un año, y aún en caso de ser becados por programas completos, los estudiantes tienen la obligación de volver a su país después de concluir sus estudios. No obstante, la investigación encargada por el Senado identificó una serie de problemas con el programa, que deben ser resueltos para que pueda tener un mayor impacto.
El problema más apremiante que identificó el Senado fue lo que llamó la “barrera del idioma”. Una mayoría de estudiantes (52 por ciento) estudió en universidades en Estados Unidos, Inglatera y Canadá—una concentración geográfica que también criticó el reporte. Pero el nivel de inglés de muchos de ellos fue insuficiente para poder cursar sus estudios con éxito. Sólo 27 por ciento de los estudiantes encuestados por DataFolha reportó ser fluidos en inglés antes de cursar sus estudios. Por ello, el gobierno creó el programa Idiomas sin Fronteras, en donde pagaba cursos de inglés para los becarios, tanto en Estados Unidos como en Brasil, así como programas en internet. También se creó un programa parecido en francés. Aún así, 10 por ciento reportó no haber logrado un nivel suficiente en el idioma después de su estancia.
La mayoría de las becas (78 por ciento) fueron para programas de licenciatura “sándwich”, de entre 12 y 18 meses (dependiendo si necesitaban el curso de inglés). El segundo mayor porcentaje (9 por ciento) fue para doctorados sándwich, seguido por posdoctorados (6 por ciento). Solo 3 por ciento fue para doctorados completos, en donde, en principio, se forman los investigadores. El Senado sugirió que una próxima etapa, esta relación fuera al revés, para dar prioridad a los estudios de posgrado, y los de doctorado en particular.
A su vez, aunque el programa contempla atraer a investigadores visitantes, solo 599 llegaron al país a través de Ciencia sin Fronteras, equivalente a 1 por ciento del total de becas otorgadas. Esto se debe en gran medida a las trabas burocráticas que impone el gobierno brasileño para extranjeros, según el reporte y la propia experiencia de esta investigadora.
Otro problema dentificado por el reporte fue la falta de claridad en los criterios de selección. Esto hizo que 17 por ciento de los becarios calificó de “pésimo” el proceso de selección, mientras que 26 por ciento dijo que fue “regular”, según los resultados de una encuesta realizada por DataSenado, el encuestador de la cámara alta del congreso. Tampoco se cumplió las metas en términos de equidad, ya que la mayoría de los becados vino de estratos medios o altos. El reporte propone que en la segunda fase, el programa de prioridad a estudiantes que no pueden pagar una estancia en el extranjero, y que familias con ingresos altos financíen parte de la beca.
El reporte también cuestionó la selección de las universidades receptoras. Aunque el programa busca colocar a los estudiantes en las universidades mejor ranqueadas del mundo, solo 8 por ciento estudió en instituciones que se colocaron entre las primeras 60 en el ranking Times Higher Education. Además, sólo 55 por ciento calificó a su universidad receptora de muy bien calidad y 14 por ciento la calificó de regular o mala, según datos de DataSenado. El reporte recomendó hacer un mayor uso de los ranking en la selección de las universidades receptoras.
Otros problemas señalados fueron la falta de control administrativo sobre los estudiantes, ya que sólo 27 por ciento envió un reporte de actividades a las agencias gubernamentales, así como la incompatibilidad curricular entre las universidades brasileñas y las extranjeras. Muchos estudiantes no recibieron crédito por algunas materias cursadas en el extranjero—un problema que enfrentan a menudo los estudiantes mexicanos.
El reto económico
No obstante, el reto mayor que enfrenta el programa es en términos presupuestales. A raíz de la fuerte crisis económica que enfrenta Brasil, el congreso recortó en 40 por ciento los fondos para Ciencia sin Fronteras para el próximo año. Y en septiembre, el gobierno anunció que congelaría el otorgamiento de nuevas becas para 2016.
Para el comité del Senado, esa decisión fue errada, ya que insiste que el programa tuvo muchos aciertos y logró subir la visibilidad de la educación superior brasileña a nivel mundial. “Al final, invertir en ciencia, tecnología e innovación no sale barato”, argumenta. Dice que a pesar de “algunos errores cometidos en la implementación incial”, el programa debe ser reforzado y convertido en una política de estado, a través de una ley. Tal recomendación podría ser tomada también por otros países de la región, como México, en donde el apoyo para la ciencia y la tecnología sigue los vaivenes del gobierno en turno.