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Sudáfrica: Protestas estudiantiles reviven el apartheid
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 647, pp. 11 [2016-03-03]
 

En las peores protestas desde el fin del apartheid, miles de estudiantes sudafricanos han tomado control de sus universidades en las últimas semanas, quemando y saqueando edificios y chocando con policías antimotines. Los manifestantes, en su mayoría negros, están exigiendo el fin de las cuotas y de las políticas excluyentes en las universidades públicas del país.

Los disturbios, que han obligado a varias universidades a cerrarse indefinidamente, han puesto el foco en las grandes inequidades que persisten en la educación superior sudafricana, a 22 años del fin de la segregación legal.

Al centro de las protestas está el alto costo de las colegiaturas en las universidades públicas—unos 100,000 rand al año (USD$6,750) en las mejores instituciones —lo que excluye a un gran porcentaje de los estudiantes negros. (El sueldo promedio de la población negra es de 3,500 dólares al año, según el censo de 2011.) Los estudiantes también están protestando la falta de dormitorios para estudiantes pobres, las políticas de outsourcing para personal administrativo, y el uso del afrikáans — “el lenguaje del opresor”, según el obispo Desmond Tutu —como lengua de instrucción en muchas universidades.

Aunque el sistema de “apartheid”—que significa “el estado de estar separado” en afrikáans—fue abolida en 1994, Sudáfrica sigue padeciendo mucho de los efectos de las políticas racistas impuestas durante gran parte del siglo pasado. La Ley de Educación Bantu, de 1953, estableció sistemas separadas de educación por raza, dividiendo la población entre los negros (hoy 79 por ciento), blancos (9 por ciento), mestizos (9 por ciento), asiáticos y otros (3 por ciento), con distintos tipos de educación para cada grupo. Después, la Ley de Universidades de 1959 estableció universidades separadas para blancos y negros—con las primeras de mucho mayor nivel. Esas diferencias persisten a pesar del fin del apartheid y la aplicación de políticas compensatorias, conocido con “acción afirmativa”, en algunas universidades para favorecer a estudiantes negros.

Hoy, las universidades tradicionalmente blancas cobran cuotas muy por arriba de las de las universidades históricamente negras, y concentran la mayoría de los fondos gubernamentales para investigación, entre otras diferencias. El resultado es la perpetuación de las divisiones raciales y de clase, las cuales, anudadas a los problemas económicos del país, han desbordado en las actuales protestas estudiantiles.

Las protestas comenzaron hace un año. Pero se han intensificado en los últimos meses, desatando una plena crisis nacional en las últimas semanas. El 18 de febrero, estudiantes protestando la falta de dormitorios en la Universidad de Cape Town terminaron por saquear edificios y quemar pinturas de personajes blancos de la institución. Días después, estudiantes negros invadieron la cancha en un partido de rugby en la Universidad del Estado Libre (University of the Free State) para protestar los bajos sueldos para el personal de limpieza de la universidad, en su mayoría negros. Los espectadores, mayormente blancos, reaccionaron atacando a los manifestantes y lesionando a varios, según reportes de prensa.

Y el jueves pasado, en el acto más violento hasta ahora, estudiantes de la Universidad del Suroeste quemaron el centro de ciencias y el edificio administrativo del campus de Mahikeng, destrozando ambos edificios. Los estudiantes estaban protestando la sustitución del consejo estudiantil por parte de la administración por un nuevo grupo favorable al uso del afrikáans —medida que beneficia a la minoría blanca de ascendencia holandés. Docenas de estudiantes fueron detenidos, y la universidad tuvo que cerrarse por un periodo indefinido.

Recuerdos del apartheid

Las protestas en contra del afrikáans invocan uno de los peores episodios del periodo del apartheid, en 1976, cuando la policía mató a 69 personas que estaban protestando en contra del uso del idioma en las escuelas. Hoy, si la reacción de la policía ha sido más medida, aún ha sido violenta. En las últimas semanas, fotos de estudiantes, en su mayoría negros, cubiertos de sangre y sometidos por policías blancos, han llenado las redes sociales.

Por su parte, el presidente Jacob Zuma, quien luchó contra el apartheid, ha denunciado las formas de protesta de los estudiantes. “Ningún nivel de enojo debe provocar a los estudiantes a quemar su propia universidad y negarse a sí mismos y a sus compañeros una educación”, dijo después de los sucesos en Mahikeng. Sin embargo, su gobierno ha fracasado en su intento por aplacar a los estudiantes, cuyas demandas han ido aumentando mes con mes.

Las primeras protestas comenzaron en febrero de 2015, en la Tshwane Universidad de Tecnología, después de que el gobierno anunció que habría recortes en los préstamos estudiantiles federales. Los líderes estudiantiles declararon que unos 20,000 estudiantes quedarían fuera de la educación superior a raíz de las medidas de austeridad, provocando meses de protestas estudiantiles en la institución.

El siguiente mes, estudiantes de la Universidad de Cape Town —la primer institución de educación superior en Sudáfrica y anteriormente una bastión de la élite blanca—exigieron la remoción del campus de una estatua de Cecil Rhodes, una de las figuras más polémicas del periodo colonial inglesa. Ante la renuencia de la administración, los estudiantes formaron el movimiento #RhodesMustFall (Que Caiga Rhodes). En agosto, un video llamando la atención al racismo en la Universidad de Stellenbosch, otra institución históricamente blanca, se volvió viral, aumentando aún más las tensiones raciales.

Finalmente en octubre, llegó la gota que derramó el vaso. La Universidad de Witwatersrand, una de las más caras y prestigiadas del país, anunció que iba a subir las cuotas estudiantiles en un 11.5 por ciento. Varias otras universidades se sumaron a la propuesta, alegando problemas económicos debido a los recortes gubernamentales y la fuerte caída del rand ante el dólar en los últimos años. Los estudiantes reaccionaron de forma masiva, cerrando la universidad y formando el movimiento #FeesMustFall (Que Caigan las Cuotas). El movimiento se extendió a las Universidades de Rhodes y de Cape Town. Días después, cientos de manifestantes estudiantiles irrumpieron al Parlamento en Cape Town, el capital legislativo del país, en un intento por frenar la presentación del nuevo presupuesto por parte del gobierno de Zuma. Tuvieron el apoyo de miembros del partido de oposición, Economic Freedom Fighters. El gobierno respondió con fuerte represión policiaca, expulsando a los legisladores inconformes y deteniendo a docenas de estudiantes.

El 23 de octubre, en un intento fallido por frenar la crisis, Zuma anunció que no habría aumentos de cuotas en 2016. Desde entonces, el gobierno ha inyectado 6.9 mil millones de rands adicionales a las universidades. No obstante, los manifestantes decidieron continuar las protestas, esta vez exigiendo la educación gratuita en las 25 universidades públicas del país como medida para superar las grandes desigualdades en el país.

Potencial en letargo

El fin de la segregación racial en 1994 trajo nuevas esperanzas sobre el futuro de la segunda economía más grande de África. Sudáfrica ha sido nombrado como uno de los cinco países emergentes con mayor potencial económico, los famosos BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Sin embargo, la desaceleración de la economía en los últimos años, anudado a altísimos niveles de desempleo, ha complicado los intentos por superar las brechas raciales. Aún hoy, el país se coloca entre los países del mundo con mayor desigualdad de ingresos, según datos del Banco Mundial. (En 2013, se ubicó en el 4º lugar, solo detrás de Lesoto, Botsuana y Sierra León).

En general, las desigualdades se marcan por raza. Los blancos, que representan solo 9 por ciento de 52 millones de sudafricanos, ganan casi 6 veces más que los negros, según el periódico inglés The Guardian. Aunque los negros representan 80 por ciento de los trabajadores, ocupan solo 6 por ciento de las posiciones de gerentes, según un reporte del Banco Mundial de 2012.

También, persisten fuertes desigualdades en el sistema educativo. La proporción de africanos negros entre las edades de 18 y 29 inscritos en la escuela ha subido poco en los últimos años, de 2.8 por ciento en 2002 a 3.4 por ciento en 2014, según la Encuesta General de Hogares de 2014 (La encuesta no especifica el nivel educativo en que están inscritos). La proporción de jóvenes de raza mixta bajó, de 3.4 por ciento a 3 por ciento, y la proporción de asiáticos que está estudiando subió de 12.7 por ciento a 13.1 por ciento, según la encuesta. Mientras tanto, el porcentaje de blancos registró por mucho el mayor avance, de 15.6 por ciento a 23.3 por ciento. Es decir, los blancos estudian en proporciones 7 veces más altas que los negros. Además, mientras 60 por ciento de los estudiantes negros universitarios logran terminar el primer año de estudios, sólo 15 por ciento lo hacen, según The Guardian.

El gobierno ha intentado cambiar ese panorama a través de un sistema de créditos estudiantiles de bajo costo, que ha distribuido 1.4 millones de préstamos desde 1999. Actualmente 400,000 de los 900,000 estudiantes inscritos a nivel terciario reciben becas-créditos. También, algunas universidades—más notablemente la Universidad de Cape Town—han implementado políticas de acción afirmativa. La reforma a Ley de Educación Superior, en 1997, obligó a las universidades públicas a incrementar el número de estudiantes negros y otros grupos desfavorecidos. Sin embargo, la ley no impuso cupos fijos para estos grupos, ni contempló sanciones para instituciones que no adoptaron medidas incluyentes.

El bajo nivel de inversión gubernamental en la educación superior —que ha decrecido en términos reales en los últimos años— también ha frustrado los esfuerzos por aumentar apoyos para estudiantes pobres. El país gasta mucho menos como porcentaje del PIB que docenas de economías emergentes: 0.6 por ciento en 2014, comparado con 2.3 por ciento en Arabia Saudita, 1.8 por ciento en Rusia, 1.4 por ciento en Argentina y 1.3 por ciento en la India, según el sitio web sudafricano, Politicsweb.

Ante la falta de fondos gubernamentales, las universidades sudafricanas han recurrido a donativos privados e inversiones—además de alzas en las cuotas. Una nueva propuesta de reforma de la Ley de Educación Superior buscaría facilitar la inversión de las universidades en el mercado, para aumentar sus ingresos propios. Sin embargo, parece poco probable que esas medidas serán suficientes para resolver las demandas estudiantiles. Las próximas semanas serán cruciales para ver si la violencia recrudezca o si el gobierno logre proponer medidas para enfrentar las desigualdades de fondo.


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