Esta semana comenzaron a darse a conocer los resultados de la evaluación de estudiantes del último año de bachillerato conocida como prueba PLANEA. Las siglas de dicha evaluación significan Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes y se propone “conocer la medida en que los estudiantes logran el dominio de un conjunto de aprendizajes esenciales en diferentes momentos de la educación obligatoria.” Las pruebas PLANEA vinieron a reemplazar a la anterior evaluación ENLACE, esto es la Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares.
Como se recordará las pruebas ENLACE fueron suspendidas, en medio de suspicacias por los resultados obtenidos en varias entidades federativas, Tabasco por ejemplo. Se decía en el medio especializado que dichos resultados eran improbables porque su inconsistencia con cualquier otro indicador de logro escolar, las pruebas PISA o EXCALE, por ejemplo. También se hacía notar que el haber vinculado los resultados ENLACE a puntuaciones para la Evaluación Universal de docentes y para el programa de Carrera Magisterial había pervertido el propósito original de evaluación escolar del instrumento y probablemente corrompido su aplicación.
Así las cosas, en la SEP tomaron la decisión de cancelar la ENLACE, primero en educación básica y poco después en el nivel medio superior. La última prueba se aplicó en 2014 para evaluar el logro de estudiantes de nivel bachillerato. No sobra recordar la airada reclamación de organizaciones como Mexicanos Primero ante esa decisión y la exigencia de generar un instrumento similar, que permitiera conocer el desempeño de estudiantes en cada ciclo escolar y lo hiciera bajo una metodología censal.
En el diseño de PLANEA participaron la SEP y el INEE, y a partir de 2015 se han llevado a cabo varias evaluaciones. Las primeras evaluaciones PLANEA para educación media superior (2015 y 2016) fueron diseñadas y administradas por la SEP. En cambio, la más reciente, la de este año, fue un producto exclusivo del trabajo del INEE y tiene, como primera característica, la de ser un instrumentos aplicado a una muestra de planteles y estudiantes. Según se informa, la muestra consistió en 117,700 estudiantes de 2,319 planteles.
Con ese diseño de muestra, los resultados son estadísticamente representativos del bachillerato nacional, de las entidades federativas, y de diez tipos de servicio: Colegio de Bachilleres, Bachilleratos Particulares, Bachilleratos Tecnológicos coordinados por DGETI, Bachilleratos Estatales, Bachilleratos de las universidades autónomas, CECYTE, CONALEP; Telebachilleratos, Bachilleratos Tecnológico Agropecuarios, y Telebachilleratos Comunitarios.
Además, reporta el INEE, en esta prueba se emplearon un mayor número de reactivos, para explorar con mayor profundidad los conocimientos de los estudiantes del último año de bachillerato en las áreas de Matemáticas así como Lenguaje y Comunicación, y se buscó una mayor exigencia en la determinación de los niveles de aprovechamiento.
Aunque la PLANEA 2017 no es perfectamente comparable con las ediciones previas, es decir las de 2015 y 2016, confirma los hallazgos centrales. Primero que en el área de matemáticas los estudiantes han aprendido muy poco y mal en los ciclos previos y en el propio bachillerato. Y que en el área de comprensión de lectura el desempeño, si bien mejor que el de matemáticas, no puede calificarse de otro modo que mediocre.
El desastre en matemáticas queda bien ejemplificado en los resultados válidos para el nivel nacional. Según el primer reporte, del total de estudiantes evaluados únicamente el 2.5 por ciento alcanza el nivel de competencias que deberían lograr si se alcanzaran los propósitos curriculares de secundaria y bachillerato. No es que sean alumnos superdotados, simplemente saben lo que deben saber a esas alturas del tramo escolar. Ese nivel (el cuarto en la escala de desempeño) contiene a quienes “dominan el conjunto de reglas de operación algebraica y funciones matemáticas”, bien eso es lo que se aprende en una secundaria bien llevada y reforzada en los primeros años de bachillerato.
En el extremo contrario, el 62.2 por ciento del total se ubica en el nivel que corresponde a los estudiantes que saben aritmética, pero no álgebra. Que se quedaron en la frontera de los quebrados, lo que equivaldría, generosamente, al primer año de secundaria. El nivel 2 está reservado a quienes consiguieron aprender las primeras nociones algebraicas: “operaciones con incógnitas o variables en relaciones sencillas”, ahí se ubica el 23.3 por ciento de la muestra, cantidad que sumada a los del primer nivel arroja un 85.5 por ciento del total que a lo mucho saben lo que debe saber un egresado de secundaria. Pero están por terminar el bachillerato. Es una tristeza.
Siguiendo con matemáticas, los resultados por tipo de servicio hacen evidente que más que la orientación curricular de los diversos bachilleratos, lo que está contando con mayor intensidad en los indicadores de logro es la condición socioeconómica de los estudiantes. Los últimos lugares son ocupados por los telebachilleratos y las instituciones CECYTE (Colegios de Estudios Científicos y Tecnológicos de los Estados), cuyo nombre es un completo oxímoron. Los bachilleratos mejor calificados en matemáticas fueron, en orden descendente, los públicos autónomos, los particulares y los tecnológicos de DGETI.
Hay otros resultados expresivos de la enorme desigualdad de condiciones para alcanzar un logro escolar satisfactorio. Son principalmente sociales. En otra oportunidad los comentaremos.