En los últimos años se ha incrementado el número de universidades públicas y particulares en México que utilizan los servicios del College Board (CB) para la aplicación y gestión de sus exámenes de admisión a licenciatura. El consorcio, con sede en Nueva York, fue fundado en 1900 con el nombre College Entrance Examination Board. La idea original consistía en agrupar a las principales universidades estadounidenses para establecer criterios comunes de admisión a la educación superior. Contar con una prueba unificada permitiría, en principio, que los estudiantes pudiesen solicitar ingreso a diferentes instituciones sin tener que presentar examen en cada una de ellas.
La actividad del CB, en su etapa fundacional, se inspiró en el enfoque liberal de promover la igualdad de oportunidades de acceso al jerarquizar el filtro académico por encima de otros criterios de selección (ideológicos, culturales, sociales o raciales). No menos destacado, el propósito de asegurar que las instituciones universitarias contaran con un mecanismo para reclutar a la élite de la inteligencia.
Ambos propósitos están detrás y subsisten en el sistema de pruebas estandarizadas desarrollado por el CB. Su trayectoria en el tiempo es indudablemente interesante, como también lo son las posturas críticas que, en distintos puntos del tiempo, han cuestionado la validez o eficacia del método propuesto.
La primera prueba desarrollada por el CB fue el examen conocido como SAT: Scholastic Achievement Test (prueba de logro escolar). Sus primeras versiones se remontan a la primera década del siglo pasado y su propósito no era propiamente el de "medir" capacidades intelectuales sino, simplemente, el de asegurar que los jóvenes candidatos a la educación universitaria contaban con un fundamento mínimo de conocimientos. A principios de la década cuarenta, el SAT cambia su denominación y enfoque por el de Scholastic Aptitude Test (prueba de aptitud escolar), cuando su trayectoria se intersecta con la de otra prueba muy famosa: la Intelligence Quotient, mejor concida por sus siglas IQ.
Las pruebas IQ tienen su propia historia. En breve, a fines del siglo XIX y principios del XX se desarrollaron los principios, teóricos y metodológicos, de medición de la inteligencia humana. Entre los pioneros de esta perspectiva cabe citar al sicólogo inglés Francis Galton, que postuló una teoría darwiniana sobre la inteligencia heredable (Inquiries into Human Faculty and its Development, Londres, Macmillan 1883), al matemático belga Adolphe Quetelet, primero en aplicar la distribución estadística normal para la descripción de características sociales individualmente diferenciadas (Sur l'homme et le developpement de ses facultés, essai d'une physique sociale, París, Bachelier, 1835) y al sicólogo francés Alfred Binet , quien diseñó el primer test para medir inteligencia (L'étude expérimentale de l'intelligence, Paris, Schleicher, 1903).
Estas ideas y soluciones metodológicas fueron aprovechadas por el sicólogo norteamericano Lewis Terman quien, además de acuñar el término "cociente intelectual", desarrolló las primeras pruebas estandarizadas para la medición de capacidades intelectuales (The measurement of intelligence, Boston, Houghton Mifflin, 1916). Las propuestas de Binet y Terman encontraron en el ambiente cultural norteamericano terreno fértil para su adaptación a distintos usos, tales como la selección de personal para puestos de trabajo, la determinación de condiciones mentales en procesos criminales y otros. Pero quizás el más importante, por su escala, fue su adaptación a la selección de oficiales en la fase de reclutamiento del ejército estadounidense en la primera guerra mundial.
No es entonces extraño que la metodología de los test IQ haya coincidido, al promediar el siglo pasado, con el diseño del SAT. En los años cincuenta y sesenta, que representan la fase de expansión acelerada y masificación del sistema de educación superior en EUA, la prueba SAT alcanza condiciones de generalización y se instituye como el procedimiento más confiable para la selección de aspirantes en prácticamente todas las instituciones de educación superior de ese país.
En ese punto del tiempo comienzan, asimismo, las primeras críticas al modelo y sus instrumentos. Algunas de ellas, simplemente extienden los cuestionamientos sobre el método IQ, aunque otras van más lejos: se critica el papel de las pruebas de aptitud intelectual como filtro implícito de grupos sociales, principalmente los provenientes de la base trabajadora y los grupos de base étnica, naturales o inmigrantes. Uno de los primeros trabajos en esa dirección es el de Banesh Hoffman y colaboradores (The Tyranny of Testing, Nueva York, Collier, 1962), en el cual se hacen notar las deficiencias del procedimiento de medición básicamente por dar prioridad a unos cuantos aspectos de las capacidades intelectuales, haciendo a un lado aptitudes que podrían ser relevantes en el desempeño escolar y profesional.
La continuidad de críticas al enfoque del SAT como prueba estandarizada de aptitud, llevó al CB a revisar el procedimiento y a establecer, a principios de los noventa, la denominación Scholastic Assessment Test, todavía conservando el popular acrónimo SAT. El nuevo enfoque quería transmitir que el SAT era, sobretodo, una evaluación de los conocimientos adquiridos durante la escolaridad previa al ingreso universitario, y no una prueba de inteligencia.
Las críticas, sin embargo, no cesaron y añadirían nuevos elementos. La próxima semana continuaremos con el recuento.