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Educación superior en EU. Las horas bajas
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm. 856, pp. [2020-07-02]
 

En Estados Unidos, al igual que en varios países europeos, la matrícula de educación superior registra una tendencia decreciente en la década que está por concluir. En 2010 la población escolar en Universidades y Colegios universitarios alcanzó una cima histórica con 25.2 millones de estudiantes en programas de grado y posgrado. A partir de entonces, la matrícula total ha venido disminuyendo cada año, sin excepción. En el ciclo 2018-2019 el dato correspondiente fue de 21.9 millones.

Varios factores explican la tendencia. En primer lugar un cambio demográfico que se condensa en la expresión de envejecimiento poblacional, con disminución gradual del número de jóvenes en edad de cursar estudios universitarios lo que, estiman los demógrafos, habrá de persistir durante la siguiente década. Más aún, es probable que el problema crezca y se agrave de proseguir la política anti-inmigratoria vigente.

Una segunda razón está relacionada con el costo de los estudios universitarios. Una estimación gruesa calcula que el costo anual promedio de inscripción y colegiaturas en programas de cuatro años de nivel licenciatura de universidades públicas asciende a 27 mil dólares, y que el costo de vivienda y alimentos promedia aproximadamen12 mil dólares por año. Entre el costo por los servicios escolares y el de manutención, los estudiantes de deben contar con casi 40 mil dólares por año. Eso en el sistema público, en el privado, como se puede esperar, los costos son significativamente superiores. Estos han incrementado en todos los estados y que se estima que su monto se ha triplicado en el lapso 2000-2020 (datos del reporte The Condition of Education 2019, National Center for Education Statistics, 2020).

La mayoría de los universitarios estadounidenses (en torno al 70 por ciento) opta créditos para sufragar su educación superior y puede tener acceso a ayudas financieras complementarias. Deben pagar la deuda contratada en plazos que se extienden entre diez y quince años. La acumulación del número de deudores y el volumen de la deuda han alcanzado niveles extraordinarios. Se estima que, en la actualidad, hay 45 millones de deudores que, tomados en conjunto, deben más de 1.5 millones de millones de dólares. Este nivel de endeudamiento solo es superado por las hipotecas inmobiliarias y recientemente sobrepasó a las carteras de deuda de tarjetas de crédito y automóviles (Zack Fiedman, “Student loan debt statistics in 2019: A 1.5 trillion crisis”, Forbes, 25 de febrero 2019).

No por casualidad los movimientos estudiantiles en Estados Unidos, en los últimos años, han tenido como motivo el endeudamiento crónico de los jóvenes antes de iniciar su vida productiva. La deuda con la que cargan dificulta a muchos la transición hacia la autonomía familiar y productiva, así como el tomar riesgos para iniciar una carrera profesional independiente.

Un tercer factor, asociado a los previos, es el relativo a la empleabilidad de los egresados. El tema tiene distintos ángulos. Uno es que contar con licenciatura o posgrado es todavía una protección contra el desempleo. Se estima que, al día de hoy, solo cuatro por ciento de la población económicamente activa estadounidense, con ese nivel de estudios, está en condición de desempleo abierto. También se sabe que el promedio salarial mantiene una correlación alta y positiva con la variable escolaridad, aunque este dato es muy variable entre las profesiones. Lo que más preocupa es la creciente inconsistencia entre la formación adquirida y el tipo de empleo que se consigue. Según un reporte de Tomas Chamorro-Premuzic y Becky Frankiewicz, el nivel de inconsistencia puede haber alcanzado al 40 por ciento de los puestos de trabajo en que se ocupan los egresados (“Six Reasons Why Higher Education Needs to Be Disrupted”, Harvard Business Review, noviembre 2019).

La doble condición de un endeudamiento alto y para muchos años, contra un nivel ocupacional y salarial más o menos incierto comienza a desalentar a la población juvenil en sus expectativas sobre la formación universitaria: ¿es la mejor opción?, ¿es la única posible?, ¿vale tanto la pena?

Tan es así que, según datos del reporte: Indicators of Higher Education Equity in the United States, editado por The Pell Institute for the Study of Opportunity in Higher Education, en la actualidad poco más del sesenta por ciento de los estudiantes que provienen del cuartil superior de ingresos opta por estudios superiores, porcentaje inferior al que prevalecía hace diez años. Apenas un quince por ciento de los jóvenes que provienen del último cuartil se abre paso hacia la educación superior, lo que también observa una disminución con respecto al año base de 2010. Estas tendencias apuntan a la estabilización, con tendencia negativa, de la tasa de cobertura bruta de la educación superior en Estados Unidos, la que estaría aproximadamente al mismo nivel que hace una década. Este último indicador contrasta con su tendencia positiva en países de desarrollo intermedio y en economías emergentes como las de China y la India.

En estas condiciones, la crisis del covid tendrá implicaciones intensas y graves sobre el sistema universitario estadounidense. Algunas de ellas se están apresurando a generar alternativas para enfrentar la segura caída de la matrícula, las dificultades para sostener las cuotas de matriculación y los servicios complementarios. Es difícil que lo consigan sin una intervención gubernamental que auxilie a las instituciones. Ya veremos.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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