Con el reciente anuncio de una próxima renovación de los libros de texto gratuitos el tema vuelve a estar en el debate público, aunque aún no se conoce su contenido. En este marco es de interés revisar la trayectoria histórica de esta política así como los debates que en distintos momentos ha suscitado. A ello vamos a dedicar las próximas colaboraciones.
Al ser electo presidente de la República para el periodo 1958 a 1964 el licenciado Adolfo López Mateos invitó a Jaime Torres Bodet al cargo de secretario de Educación Pública. Sería su segundo periodo al frente del despacho educativo nacional, el primero lo ejerció, durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho, de 1943 a 1946. En el lapso entre los dos nombramientos, Torres Bodet ejerció los cargos de secretario de Relaciones Exteriores (1946 a 1948) y director general de la UNESCO de 1948 a 1952, puesto desde el cual conocería y tendría contacto de primera mano con las transformaciones educativas que se experimentaban en las distintas regiones del mundo.
Durante su segundo periodo al frente de la SEP, Torres Bodet consiguió poner en marcha, con el apoyo presidencial, dos proyectos de gran calado e indiscutible trascendencia en la trayectoria educativa del país. El primero de ellos fue el Plan Destinado a Resolver el Problema de la Educación Primaria en el País, más conocido como “Plan de Once Años”, a través del cual se consiguió mejorar notablemente la distribución de los servicios de educación básica en el territorio nacional. El segundo fue la creación del libro de texto gratuito que, complementando el propósito de expansión, buscaba garantizar que todos los estudiantes de primaria y los maestros de ese nivel de estudios contaran con el material mínimo indispensable para los estudios y la respectiva tarea docente.
¿Cómo fue concebido el proyecto de los libros de texto gratuitos?, ¿quiénes participaron en su elaboración?, ¿cómo se resolvieron los retos de edición y distribución?, ¿qué efectos provocaron en la opinión pública? Además de las versiones oficiales y de los historiadores al respecto, el propio Torres Bodet describe en sus memorias el proceso de gestación de la ambiciosa empresa, sus primeras repercusiones y la forma en que lograron superarse las dificultades y resistencias que ocurrieron en el camino.
Lo primero que asegura el autor de la iniciativa es haber contado con un entusiasta respaldo del presidente López Mateos quien, no obstante la cuantiosa suma que representaba un proyecto de esa magnitud, decidió que la Federación aportaría los fondos necesarios y dejar en libertad al titular de la SEP para decidir los aspectos técnicos y programáticos que implicaba su realización. Un aspecto de cierta tensión surgió cuando Torres Bodet solicitó a López Mateos confirmar la designación de Martín Luis Guzmán, antiguo integrante del Ateneo de la Juventud, activo militante en la campaña de Vasconcelos por la presidencia y, en ese momento, agudo crítico del régimen del PRI, para que encabezara al grupo encargado de la elaboración de los libros. Aunque López Mateos expresó a Torres Bodet sus reservas sobre ese nombramiento, finalmente accedió a la solicitud del secretario.
Narra Torres Bodet y conviene citarlo textual que la única observación que le señaló el presidente respecto a la orientación y contenido de dichos libros fue que la de “velar para que los libros que entregue a los niños nuestro gobierno sean dignos de México, y no contengan expresiones que susciten rencores, u odios, prejuicios y estériles controversias” (Jaime Torres Bodet, Memorias, Tomo II, pág. 387).
La comisión integrada por Torres Bodet y Martín Luis Guzmán incluyó los siguientes nombres: Arturo Arnáiz y Freg, Agustín Arroyo, Alberto Barajas, José Gorostiza, Gregorio López y Fuentes y Agustín Yañez. Esta comisión fue apoyada por un grupo de pedagogos y maestros y pedagogos integrado Soledad Anaya Solórzano, Rita López del Llergo, Luz Vera, Dionisia Zamaro, René Avilés, Federico Berrueto, Arquímides Caballero, Celerino Cano, Isidro Castillo, Ramón García Ruiz, Jesús M. Isaías y Luis Tijerina Almaguer.
Además, participaron en la comisión revisora los directores de los diarios capitalinos de mayor difusión: Ramón Beteta (Novedades), Rodrigo del Llano (Excélsior), José García Valseca (El Sol de México), Miguel Lanz Duret (El Universal) y Mario Santaella (La Prensa).
Precisa Torres Bodet en su recuento que, al darse a conocer el contenido de los libros, hicieron presencia diferentes frentes de crítica: “por espacio de varios meses, fuimos objeto de la hostilidad de libreros y autores profesionales de obras de texto. En agosto de 1960 un grupo de profesores publicó en los diarios, a plana entera, una crítica acerba de nuestros libros. Les contestaron otros maestros, menos sumisos sin duda a la voluntad de lucro de ciertas editoriales (…) Fieles a propósitos no confesados (aunque emanaban, en ocasiones, de cautelosos confesionarios), las escuelas particulares declararon un clandestino boicot contra los libros de la secretaría” (ídem, pág. 388).
La primera publicación de los libros fue encargada a la editorial Novaro y se contó con los primeros ejemplares en enero de 1960, menos de un año después de haberse constituido la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg). Durante los años del sexenio de López Mateos se editaron y distribuyeron más de ciento doce millones de ejemplares, entre libros para los estudiantes, cuadernos de trabajo e instructivos para docentes. En 1962 se produjo una segunda edición (corregida y aumentada) de los textos y materiales y se desarrollaron los instrumentos legales y materiales para que la Comisión tuviera control completo de la producción, edición y distribución de estas obras. El proceso respectivo culmina en 1964, al término del periodo presidencial de López Mateos, con la inauguración de las instalaciones de la Comisión.