Hace cien años George Santayana publicó el primer tomo de The Life of Reason, en la editorial Charles Scribner's Sons de Nueva York. El profesor de Harvard, nacido en España, tenía entonces 42 años, había publicado obras de poesía, filosofía y religión, y le esperaba medio siglo más de vida y fecundo trabajo intelectual. En La Vida de la Razón el autor explora las relaciones entre mente, naturaleza y realidad. Entre otros temas, aborda el de la memoria como rasgo distintivo de la especie. En ese volumen dejó escrito "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. En la primera etapa de la vida, la mente es frívola y fácil de distraer, pierde progreso al fallar en ilación (consecutiveness) y persistencia. Esa es la condición de los niños y los bárbaros, en quienes el instinto no ha aprendido nada por experiencia."
El pensamiento del intelectual hispano-estadounidense dejó huella en las corrientes del pragmatismo y el naturalismo Pero su frase, transformada en "quien no conoce la historia...", se volvió una cita de ocasión. Hoy la escuchamos en spots televisivos de la presidencia, que buscan persuadir a la ciudadanía de los méritos gubernamentales en educación, salud, vivienda, transparencia, combate a la pobreza y libertad de expresión.
Frente a la problemática del gasto público en educación superior del año próximo, tomémosle la palabra al presidente y recordemos. Recordemos promesas y datos del pasado reciente para ponderar lo realizado y tener presente aquello que queda pendiente.
El 24 y 25 de marzo de 2000 la ANUIES celebró una sesión extraordinaria para conversar con los candidatos a la presidencia de la República e intercambiar ideas sobre la educación superior en el contexto del cambio de gobierno. En ese entonces la Asociación promovía las propuestas del documento "La educación superior en el siglo XXI" que, en materia de financiamiento, sugería como metas al 2006 un 0.7 por ciento de PIB en educación superior y 0.6 por ciento en ciencia y tecnología, ambos cifras respecto al gasto federal. El candidato del PAN no fue a la reunión, pero dialogó con los rectores mediante una videoconferencia y ofreció "Me comprometo a duplicar a lo largo de mi gobierno la proporción del gasto en educación superior y ciencia y tecnología, para alcanzar durante el sexenio el uno por ciento y el 0.8 por ciento respectivamente."
Electo presidente, aunque aún no en funciones, el licenciado Fox Quezada integró "equipos de transición" con el encargo de diseñar iniciativas para el programa de trabajo sexenal. La coordinación del grupo correspondiente al proyecto educativo, encabezada por el rector del Tecnológico de Monterrey, entregó a fines del 2000 las "Bases para el Programa Sectorial de Educación 2001-2006", en donde se formula una meta de financiamiento federal a las instituciones públicas de educación superior equivalente a uno por ciento del PIB y además "que el financiamiento estatal y municipal alcance el 0.5 por ciento".
El 28 de septiembre de 2001 se dio a conocer el Programa Nacional de Educación del sexenio. El documento incluye la meta de uno por ciento de PIB como gasto público para educación superior. Aparte, en el discurso de presentación del programa, el presidente afirmó "Reitero a todos los centros de educación superior del país (...) el propósito firme de apoyarlos hasta el límite disponible de nuestros recursos (...) Todo a favor de las universidades públicas, nada contra ellas."
El 26 de octubre de 2001, en ocasión de la XXXII asamblea ordinaria de ANUIES, el presidente repitió "Reitero mi compromiso de incrementar anualmente la inversión destinada a la educación superior hasta llegar, en el 2006, al uno por ciento del PIB." El 4 de agosto de 2003, en la inauguración de cursos del IPN, el titular del Ejecutivo confirmó "nos estamos acercando al mínimo deseable de un país, que es destinar uno por ciento del PIB a ese sector". No menos reiteradas, las promesas al sector de ciencia y tecnología. En la entrega del Premio México de Ciencia y Tecnología (9 de mayo de 2005), el presidente dijo "Haremos la parte que nos corresponde para invertir junto con el sector privado y el sector social el uno por ciento del PIB en ciencia y tecnología a partir del 2006 (...) ese es el objetivo de mi Gobierno y el mandato de la nueva legislación."
Recuerde también el lector la reforma de 2002 a la Ley General de Educación que incorpora la regla de 8 por ciento de PIB como gasto público educativo y, en ese monto, uno por ciento de PIB para "la investigación científica y el desarrollo tecnológico en las instituciones de educación superior públicas" (Art. 25). Después, en 2004, se promulgó la Ley de Ciencia y Tecnología que, en el artículo 9 bis, establece la obligación del Estado de entregar recursos para actividades científicas y tecnológicas, de modo que el gasto nacional en el sector alcance el uno por ciento del PIB. Ambas normas con el consenso de las fracciones políticas del Congreso y el visto bueno del Ejecutivo.
Contra promesas, las duras cifras. Primero, la serie de gasto federal en educación superior aprobado sobre PIB: 2001 (0.59), 2002 (0.65), 2003 (0.60), 2004 (0.57), 2005 (0.57) y Proyecto de Egresos de la Federación 2006 (0.48). Leyó usted bien: la Secretaría de Hacienda entregó a los diputados el PEF 2006 con una propuesta de gasto federal en educación superior de 42,335 millones de pesos, de los cuales 38,661.1 millones de pesos para educación superior y 3,674 millones de pesos al postgrado, suma que dividida entre la expectativa de PIB 2006 (8,803.60 miles de millones de pesos según estimaciones de la propia SHCP), da la proporción de 0.48 por ciento, lo que equivale al indicador de 1990.
Si sumamos al gasto federal en educación superior lo correspondiente a investigación científica, se alcanza un promedio de 0.83 por ciento de PIB en el sexenio. Eso que cada año los diputados han corregido al alza la propuesta del Ejecutivo en tales renglones.
Por si acaso, también escribió Santayana "La propaganda es el sustituto moderno de los argumentos, su función es que lo peor parezca lo mejor."