Los unamitas estamos estrenando rector. Nuestro nuevo rector es médico, cuenta con una importante trayectoria de desempeño en el sector salud y su nombramiento de "jefe nato de la máxima casa de estudios" se ha hecho estando él como director de la Facultad de Medicina. Todo esto me ha hecho dedicar este artículo al tema de la salud de los estudiantes universitarios en el Distrito Federal.
Los cambios sociales, políticos y económicos ocurridos en el país los últimos 20 años han alterado el panorama de salud-enfermedad en el que transcurre la vida de los jóvenes. Nos guste o no, en la actualidad, todos formamos parte de la sociedad del riesgo y los jóvenes universitarios también. Los efectos de la convivencia constante con el riesgo, en la etapa de la juventud, han sido devastadores; tanto que hoy entre las fuentes principales de morbilidad y mortalidad de los estudiantes de educación superior predominan las de tipo emocional.
Es que además de estar en riesgo, los jóvenes mexicanos no tienen confianza en su prójimo y menos en las instituciones que ya no les brindan protección o lo hacen sólo de manera precaria: los sistemas de salud están al alcance sólo de algunos, las leyes laborales protegen cada vez menos y la justicia funciona para quienes puedan pagarse un buen abogado. Para colmo, la escuela, desde el nivel básico, siembra desconfianzas y sentimientos de (in) competencia entre unos y otros y entre uno mismo.
En las universidades, incluida la UNAM, ante la importancia atribuida a la investigación, y frente a la necesidad de los académicos e instituciones de educación superior de competir por recursos, los estudiantes han dejado de ser el centro de la preocupación y responsabilidad institucional.
Los profesores e investigadores estamos atrapados en nuestras computadoras, en nuestros laboratorios, cubículos y despachos, escribiendo libros y artículos o llenando formatos para que nos den "puntos". Y lo peor es que la docencia que hacemos ya ha adquirido la misma finalidad. En estas circunstancias, muchos jóvenes universitarios mexicanos se sienten defraudados y desamparados ante una sociedad hostil.
Estando así las cosas, no es casual que la ENAJUD 2005 revele que los dos mayores temores que los estudiantes universitarios tienen ante el futuro son: el fracaso y la muerte. Estos temores terminan por transformarse en miedo a la vida, pues resulta que el suicidio constituye la causa de muerte juvenil que ha tendido el aumento relativo más alto en México. De hecho, actualmente, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes mexicanos, después de los accidentes automovilísticos.
Según la encuesta, los estudiantes universitarios del DF perciben que el suicidio es una práctica común entre sus congéneres, incluso varios jóvenes universitarios justifican que se cometa. Es de señalar que entre los estudiantes de instituciones públicas los indicadores de temor al fracaso y a la muerte son mayores que los correspondientes a los jóvenes que estudian en universidades privadas, y también el índice de permisividad hacia el suicidio es notablemente mayor en caso de los estudiantes de universidades públicas.
Más allá de la teoría sociológica que apunta que el suicidio es un hecho social relacionado con la ocurrencia de vínculos sociales patógenos, ¿en qué lugar deja todo esto a la atención que debemos dar en la universidad a los jóvenes? ¡Hay tantas cosas que no sabemos de ellos!
Sólo para dar ejemplos vinculados con la salud: la mayoría de los jóvenes universitarios opinan que su estado de salud es bueno y, en general, los de universidades privadas se sienten relativamente más sanos. La preocupación de salud más recurrente es el peso. Casi la tercera parte de los universitarios piensan que su peso no es adecuado, lo cual preocupa, un poco más, a los jóvenes de establecimientos privados.
La mayoría de los que están preocupados por su peso se sienten gordos, pero entre los jóvenes de universidades públicas hay varios (significativamente más que en las privadas) que sienten estar por debajo de su peso. Una tercera parte no cuenta con derecho a servicios de salud y, entre los que lo tienen, la mayoría es derechohabiente del IMSS. Algunos estudiantes de la UNAM, de los que no tienen derechos institucionales de salud, mencionan que han recibido atención médica en la clínica de la propia institución, ¡uf, por lo menos!... porque los datos y la realidad cotidiana muestran que el de hoy es un momento para multiplicar esfuerzos y para poner nuestro empeño en brindar a nuestros jóvenes la atención, la protección, el respeto, el afecto y la esperanza que necesitan y merecen. ¡Salud!