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La educación virtual no es barata
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 295 [2008-10-30]
 

En el Auditorio Alberto Guevara Rojas de la Facultad de Medicina de la UNAM, el lunes 20 de octubre, se realizó el Segundo Foro Parlamentario sobre Educación Superior, Ciencia y Tecnología e Innovación. Al evento asistieron rectores, legisladores y funcionarios federales y entre las muchas cosas importantes dichas destaca la necesidad de elevar a política de Estado los lineamientos necesarios para asegurar que la educación media superior, superior y el desarrollo de la ciencia y la tecnología y la innovación cuenten con los recursos suficientes. Explícitamente, los asistentes se comprometieron a llevar a cabo acciones pertinentes para que los presupuestos educativos se eleven, en el corto plazo, y para que sus montos no se vean afectados por los cambios de gobierno. Un hecho indiscutible y loable es que el evento se realizó en un recinto universitario abierto y que las exposiciones, el consenso y el compromiso expresados los escuchamos, de viva voz, académicos y jóvenes estudiantes.

En lo que toca a la educación superior se apuntó que la cobertura sigue siendo inferior a las metas establecidas y con asimetrías entre las entidades federativas y desiguales niveles de participación de los jóvenes, según su perfil social y cultural. El subsecretario de Educación Superior informó que se han hecho esfuerzos para avanzar y que para lograr las metas la estrategia se encamina a la educación virtual. No son pocos los analistas que han expuesto las bondades y perversidades de utilizar los entornos distantes para formar profesionalmente a los y las jóvenes. Este hecho invita a hacer una reflexión.

Comienzo reconociendo que la educación virtual, ciertamente, promete ser una posibilidad para contender con los problemas de la cobertura derivada de la iniquidad en la distribución de los establecimientos educativos. También advierto que la educación pública no debe colocarse a la defensiva de los procesos de comunicación que hoy dinamizan al mundo, pues el sistema educativo, y sobre todo en el nivel superior, tiene que hacerse cargo de insertar a los jóvenes mexicanos en las nuevas formas de saber y aprender, derivadas de la economía informacional y de la sociedad del conocimiento. Por ello, ha llegado la hora de que el sistema educativo nacional deje de buscar su nicho en el campo cultural ilustrado y legitimado de las "instituciones" y se adscriba ya al paradigma comunicativo para que en México se consolide un proyecto pedagógico que deje de pensar antagónicamente educación y distancia.

Pero, el estallido de las fronteras espaciales, temporales y sociales que provoca la instalación del paradigma comunicativo des-localiza y trastoca los modos de experimentar la pertenencia al territorio y las formas de vivir la identidad. En una perspectiva en la que lo que ofrece la educación superior son espacios de socialización y socialidad desterritorializados el resultado ya palpable es la mengua o desaparición del vínculo societal entre los y las jóvenes. Esto plantea desafíos monumentales al sistema educativo mexicano que debe resolver el vínculo de los individuos con la sociedad y formar ciudadanos.

Por otra parte, diversos estudios han mostrado que las expectativas y anhelos de los y las jóvenes mexicanos de cursar estudios de nivel superior se deben, tanto a la necesidad de competir en el mercado de trabajo y ubicarse en la sociedad, como a que entre la juventud del país los campi universitarios representan uno de los escenarios más sublimes de la socialidad juvenil. Y, efectivamente, mucho de lo que se refiere a las prácticas y los rituales relacionados con la expresión de las culturas juveniles suceden ahí. Entonces, cuando desde la necesidad de resolver problemas de cobertura se piensa en la educación virtual se requiere tener en cuenta que la opción que se está tomando exige superar la visión instrumental, porque este tipo de educación implica llevar a cabo cambios profundos en los procesos pedagógicos y curriculares, así como estrategias que atraigan, arraiguen y comprometan a la juventud con su comunidad. Para ello, habrá que asegurar que los jóvenes que cursan una licenciatura a distancia tengan acceso a lugares públicos que los convoquen y les ofrezcan la posibilidad de vivir y enriquecer sus culturas y donde puedan construir y recrear su ciudadanía e identidad.

Esto lleva a plantear que la opción por la educación superior a distancia debe ser tomada, pero superando radicalmente la visión de que es suficiente brindar a la juventud los saberes, el conocimento y la información desde los flujos y redes. Si a los y las jóvenes mexicanos no se les ofrece un espacio universitario que los acoja, entonces resulta urgente que en las localidades se multipliquen los lugares públicos de encuentro juvenil donde puedan realizarse, de forma segura y adecuada, actividades académicas, culturales, lúdicas, artísticas y deportivas. Con esto quiero llamar la atención a diputados, funcionarios y rectores que hicieron el compromiso de buscar para la educación superior recursos suficientes. La implantación de la educación virtual de calidad en México exige la inyección de cuantiosos recursos porque, fuera de las universidades, en el país tanto el habitus tecnológico como los entornos culturales tienden a estar pobres.


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