En el artículo escrito por Aurora Loyo, titulado "Los ámbitos de negociación del magisterio", la autora advierte, refiriéndose al SNTE, que "Manéjese con cuidado pareciera ser la primera recomendación que deben atender los titulares de la Secretaría de Educación Pública, cuando del sindicato se trata". Sin duda, esto es cierto y la misma recomendación debe hacerse al gobierno, en general y en sus distintos niveles, cuando se trata de movimientos sociales en el estado de Morelos. Y es que no debe olvidarse que una característica propia de esta entidad es que el conflicto se extiende y penetra muy fácilmente entre los diferentes grupos de la sociedad. Así, por más que en la prensa nacional el conflicto magisterial en torno a la implantación de la Alianza por la Calidad de la Educación en Morelos ahora se minimice, y en la prensa local se le trate como algo residual y casi resuelto, lo cierto es que la tensión social y política en la entidad va en aumento, debido a que el conflicto se dejó crecer demasiado y se polarizaron las posiciones de los habitantes de Morelos respecto de las acciones de los maestros paristas.
En el sur del estado, rural y empobrecido, el movimiento magisterial sigue siendo fuerte, más allá de que las clases se hayan reanudado o no. En esta zona, la tradición de lucha campesina todavía existe y las escuelas llevan los nombres de líderes o eventos vinculados con el zapatismo: Plan de Ayala, Otilio Montaño, Gabriel Tepepan, Pedro Amaro, o de agraristas como Rubén Jaramillo. Aquí, en general, pobladores y maestros son aliados y el adversario común es el gobierno, al que se considera dispuesto a arrebatar, a quien se deje, lo que consideran su patrimonio, forjado a partir de reivindicaciones y luchas sociales de antaño, llámese tierra o plazas magisteriales. Los padres y madres de familia son quienes tienen las llaves de las escuelas, así que de ellos depende que se mantengan o no cerradas.
En otros poblados, como el de Santa María Ahuacatitlán, que forma parte de la Zona Metropolitana de Cuernavaca, la relación entre la comunidad y los maestros no es tan llana. Hay padres y madres que sostienen que los maestros paristas faltaron a la responsabilidad educativa que tienen con sus hijos y con la comunidad a la que sirven; por ello, consideran que no merecen ser reinstalados. En este poblado, en los últimos días se han dado enfrentamientos entre maestros titulares y los que fueron contratados temporalmente; ha habido insultos y golpes entre los padres de familia que respaldan a unos y a otros. El asunto no es trivial: tanto los maestros paristas como los sustitutos reclaman a la autoridad gubernamental el derecho al trabajo. Por su parte, la autoridad educativa está llevando a cabo una estrategia represiva contra los dirigentes y maestros paristas y, al mismo tiempo, ha anunciado que el apoyo a los profesores provisionales ya concluyó. Ha dicho que "no hay ningún compromiso laboral con ellos y no se les va a pagar nada."
Lo que ahora todos los morelenses tenemos claro es que las autoridades educativas de la entidad no saben, no pueden o no quieren situar sus acciones políticas en la realidad cultural y social de Morelos y que, por lo tanto, son incapaces de resolver los conflictos y, en cambio, los agravan. Sin temor a exagerar, el calificativo para la situación en la que hoy se encuentra la educación básica pública en el estado es deplorable. La relación entre todos los actores es de desconfianza extrema y la reputación social del sistema está por los suelos. Para colmo, el problema de cómo solucionar la mala calidad de la educación en la entidad sigue sin respuesta y ha sido dejado de lado, aunque persiste la posición inflexible del gobierno estatal y de las autoridades educativas federales de no cancelar la alianza.
Esta lamentable situación se vuelve aún más grave cuando se observa lo que está pasando en las aulas: los niños, las niñas y los y las jóvenes se sienten desorientados respecto del reconocimiento y respeto que deben a "sus" maestros. La relación maestro-alumno se ha tornado sumamente difícil y hay jóvenes que incluso se niegan a tomar clases con maestros cuya legitimidad ponen en duda. Lo inaudito: hay quienes piensan que lo mejor es que sean los niños y los jóvenes los que decidan quiénes deben quedarse al frente de los grupos. ¡No puede ser! Por favor
¡manéjese con cuidado!